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DAR LA VUELTA / Simulacros que salvan vidas

“La respuesta que he encontrado me eriza la piel: en ese edificio de varios pisos no hubo ningún sobreviviente que se ocupara de hacer los trámites necesarios para cerrar un expediente que hoy debe de ser un galimatías jurídico”.

POR PATRICIA VEGA

Hace pocos días tuve la oportunidad de escribir un testimonio sobre mi experiencia en los letales sismos del 19 y 20 de septiembre de 1985. Caí en cuenta de que en la actual CDMX todavía perviven por aquí y por allá ruinas de los muchos edificios que se derrumbaron en aquellos días.

Me inquietan particularmente las ruinas con las que aún me topo cada vez que desde la avenida Insurgentes doy vuelta a la derecha para tomar la calle Chihuahua con rumbo hacia la avenida Cuauhtémoc. Todo, en la colonia Roma, una de las más afectadas por ese movimiento telúrico.

Han pasado 40 años y esos vestigios siguen ahí, prácticamente intactos tras un muro que pudorosamente intenta ocultarlos a la vista. Por temporadas esas ruinas han sido ocupadas por migrantes indígenas que desde otras zonas del país llegan a la CDMX sin un lugar en el que vivir.

¿Cuál es la razón por la que desde hace 40 años esas ruinas están ahí? ¿No han existido recursos económicos para su demolición total dentro de los múltiples programas gubernamentales para la reconstrucción de la ciudad dañada?

La respuesta que he encontrado me eriza la piel: en ese edificio de varios pisos no hubo ningún sobreviviente que se ocupara de hacer los trámites necesarios para cerrar un expediente que hoy debe de ser un galimatías jurídico. De ahí la parálisis en torno a unas ruinas que permanecen en ese lugar como un mal recuerdo y advertencia ominosa.

La gran paradoja es que la onda destructiva de los sismos de 1985 fue también la cuna de un movimiento espontáneo de solidaridad entre mexicanos(as) que marcó el nacimiento de lo que fue bautizado, por Carlos Monsiváis, como una “sociedad civil” dispuesta a ayudar a sus conciudadanos en desgracia. Tal vez el grupo más emblemático de una resistente solidaridad ante la tragedia sea el de los brigadistas o rescatistas conocidos bajo el nombre de Topos Azteca, cuya labor ha sido ejemplar no sólo en México sino en los diferentes países a los que han acudido a ofrecer su ayuda desinteresada.

Y en estos largos 40 la CDMX y sus habitantes hemos aprendido lentamente nociones de protección civil que nos permiten saber qué hacer cuando un sismo sacude nuestro entorno. Hasta ahora, entre las medidas más eficaces contamos con alertas sísmicas y una cultura de prevención de desastres que incluye la realización de simulacros sísmicos anuales cada 19 de septiembre.

En mi caso, me siento muy afortunada de ser vecina –y de trabajar con él como integrantes de la Copaco del Valle V– de José Luis Maya Gordillo, quien cada año se encarga de organizar a los vecinos de las cuadras que le corresponde coordinar y que están cerca de su propio domicilio. En cuanto suena la alerta sísmica, José Luis toma su casco y chaleco, baja a la calle y enciende un altavoz para dirigir el simulacro. Quienes habitamos o trabajamos en los edificios aledaños conocemos con exactitud cuál es el punto más seguro al que debemos acudir para reunirnos y de ahí partir para lo siguiente, sea lo que sea. La seguridad de saber qué hacer en esos momentos nos permite confiar en que podremos paliar los efectos de un posible sismo en esta zona.

En ningún lado está escrito que José Luis Maya Gordillo tiene la obligación de organizar los simulacros. Es una actividad que él ofrece a sus vecinos de manera voluntaria y desinteresada porque así lo aprendió de su padre, el licenciado José Alberto Maya Dupont (qepd), quien en 1985 recibió, junto con su familia, la Medalla Solidaridad Social, por el apoyo desinteresado que ofrecieron durante el terremoto del 19 de septiembre y días posteriores. Y José Luis ha mantenido vivo ese compromiso y tradición.

Nuestro reporte del reciente simulacro en las calles de Amores, Martín Mendalde y Tlacoquemécatl: 152 personas participantes provenientes de 5 empresas, 2 condominios horizontales, 4 edificios, 5 casas y 1 patrulla, que fueron coordinadas por 10 brigadistas que llevaron a cabo protocolos de evacuación –menos de 1 minuto–, reunión en zona de menor riesgo y revisión de inmuebles, agua, gas, electricidad.

Y vamos por más cultura de prevención.

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