Libre en el Sur

EN AMORES CON LA MORENA / El triste Presupuesto Participativo

La ley de Participación Ciudadana no exige el rigor que ameritan los proyectos de Presupuesto Participativo, tanto por el aspecto técnico como en su viabilidad urbanística y ambiental.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Mi historia personal se divide justo en dos grandes partes: La primera, de mi vida en Villa Coapa, y la otra en la colonia Del Valle. En mis recuerdos, en mis vivencias, en mis querencias, las dos son entrañables por igual, si bien en la primera crecí y, según dice la piscología, esos son los años cruciales en la formación de una persona. No sabía entonces, hablo de los años setenta y ochenta, que en realidad la Unidad Habitacional Narciso Mendoza –que es su nombre original–, tan bien construida como ya no las hay, era en realidad un modelo de vivienda comunitaria, surgida al tiempo con la Villa Olímpica, para hospedar a los atletas de los Juegos Olímpicos de 1968. Tal vez mi innata rebeldía me impedía ver lo maravilloso y privilegiado de vivir allí, entre amplias zonas jardinadas y hermosísimos eucaliptos que para ver su copa se miraba al cielo.

La verdad es que, pese a su juventud y que se trataba de un concepto urbanístico pensado para la convivencia cercana y armónica entre los vecinos, pronto podía reconocerse la apatía de sus habitantes, que ya cobraba un deterioro de las áreas comunes. Yo tenía la impresión de que mi querida Coapa envejecía pronto; y detrás de algunos edificios de la Super Manzana 6, donde yo vivía, las áreas verdes no eran más que un triste páramo. Como desde chamaco tuve la impresión de que cualquier cambio posible se da desde abajo (pensemos que era la época del PRI más recalcitrantemente autoritario), tuve la entonces muy extraña iniciativa de formar con amigos queridos un grupo de promoción de la participación vecinal, cuando reiteradamente vivimos la frustración ante el individualismo ya prevaleciente. Como sea, fue una gran experiencia, hasta por haber aprendido a plantar arbolitos en vez de andar en el reven, mientras paradójicamente las personas adultas solían vivir enclaustrados y viendo la televisión.

Esa historia sostiene mi convicción de que solo la participación ciudadana es transformadora. No los partidos políticos, y mucho menos la partidocracia que hemos padecido, donde quedamos en medio de disputas por el poder a costillas de nuestra calidad de vida. Por eso lamento tanto que después de experimentarlo por años resulten en un fracaso las Comisiones de Participación Comunitaria de la Ciudad de México (COPACOS, antes comités ciudadanos), carentes –seguramente con honrosas excepciones– de la espontaneidad, representatividad y compromiso que sí se puede encontrar en las asociaciones civiles y colectivos. Para empezar, para darles reconocimiento, la ley (elaborada por dicha partidocracia), los incorporó a la burocracia y sus ataduras, lo que los vuelve vulnerables a la intromisión de partidos políticos o gobiernos; y con ello, en vez de empoderamiento vecinal, lo que hay es el desencuentro. Esas COPACOS –cuya integración por votación ocurre comúnmente con una bajísima participación, lo que le resta legitimidad democrática–, son las supuestamente encargadas de dar a conocer los proyectos de Presupuesto Participativo, con sumas que varían pero que en el caso concreto de nuestra alcaldía Benito Juárez ascienden hasta el millón y medio de pesos anuales por colonia. Nada despreciable.

Los proyectos fragmentan las propias colonias, no atienden a conceptos urbanísticos integrales, y a la postre van dejando una fisonomía de parches.

Como ejemplo al dedo queda la colonia Narvarte II, donde un proyecto arquitectónico de “recuperación” en el camellón de Zempoala ha confrontado a los vecinos. Más allá de lo cuestionable que pueda ser el proyecto en términos ambientales –ciertamente quitaría espacio verde, que debe ser para plantas y pasto, y lo habría reemplazado con un piso arcillado, resultó ganador… ¡con solo 39 votos! 39 personas, según la publicación oficial del Instituto Electoral de Ciudad de México (IECM,) decidieron el destino de 1,454,270 pesos. Uno simplemente no puede ser indiferente a ello.

En las informaciones que voy recabando, cuento con las grabaciones de una reunión ante representantes del IECM, donde claramente una mayoría de vecinos que viven en torno del camellón se queja de que no se enteró de los proyectos postulados, que debían darse a conocer en asambleas vecinales, y por tanto le tomó por sorpresa el cambio planteado, ante el que manifiesta su inconformidad y resistencia al punto que obligó a reducir la anchura del “caminito”, finalmente realizado en ecocreto. Hoy no es ni una cosa ni la otra. Enredados en esa complejidad por un modelo que no funciona, parte de los mismos vecinos reconocen que aprendieron la lección de no haber ido a votar.   

Pero lo peor de todo es que ni ellos ni los otros tienen la culpa. La ley de Participación Ciudadana no exige el rigor que ameritan esos proyectos, tanto por el aspecto técnico como en su viabilidad urbanística y ambiental. Hay ideas buenas, que muchas veces no son detalladas; y otras, meras ocurrencias. No hace mucho tiempo, si consideramos que la pandemia puso una pausa a la historia de esta ciudad, en la colonia Nochebuena apareció en la boleta de votación del Presupuesto Participativo la escultura de un falo. Alguien podrá alegar razones en la diversidad, pero la puntada –que sonaba a broma– no sustentaba su valor vecinal y en todo caso sí exaltaba la cultura patriarcal.

Por otra parte, los proyectos fragmentan las propias colonias, no atienden a conceptos urbanísticos integrales, y a la postre van dejando una fisonomía de parches. Así, en otro lugar de Narvarte, solo en un pedazo, han puesto luminarias tubulares a ras de piso, con luz blanca como de hospital, que deslumbran a los automovilistas con el peligro que implica y no iluminan contra los delincuentes.  Otro aspecto es el descontento que provoca la mala ejecución de las obras por parte de los contratistas de las alcaldías, cuando al final ni siquiera se respetan los proyectos ganadores y sobre la marcha se hacen adecuaciones, como han reclamado vecinos de la Copaco de Insurgentes Mixcoac –en un caso muy diferente—sobre un espacio confinado para canes.

Estas fallas existen en toda la ciudad. Pero nada de lo anterior es para amilanarse. La triste experiencia indica que hay que tomar como una oportunidad la participación mayor, para evitar que los proyectos ganadores sean los de quienes llevaron más cuates o primos o estén ligados a la capacidad de movilización que tengan los partidos políticos. Desde ese lugar, hay que exigir que el Congreso cambie el modelo, que en mi opinión no puede menos que exigir el 20% de participación de la lista nominal de la colonia respectiva, igualmente para la conformación de COPACOS.

Así lo dijimos en el editorial de nuestra revista digital mensual, correspondiente a este febrero:

Desde hace doce años, cuando fue instituido, la asignación del Presupuesto Participativo mediante el cual los vecinos pueden decidir el destino del cuatro por ciento de los recursos anuales destinados a su demarcación, se ha significado por la muy escasa participación ciudadana. Lamentable. Unos cuantos son los que presentan proyectos de beneficio para sus colonias y unos cuantos, un puñado, acuden a la votación para escoger las mejores propuestas. Ahora estamos ante una nueva oportunidad para romper con esa inercia de abulia irresponsable. Ya está abierto el periodo para presentar nuestros proyectos –uno para 2023 y otro para 2024–, que terminará el 7 de marzo. También las Asambleas de Diagnóstico y Deliberación, donde obtendrás una lista de las problemáticas y prioridades de tu colonia. La votación será el 7 de mayo, en mesas. También podrás votar por Internet, entre el 28 de abril y el 4 de mayo. Infórmate en la Web  plataformaciudadana.iecm.mx. Es la ocasión de promover mejoras para tu colonia, adicionales –ojo– a los servicios que normalmente debe proporcionar la alcaldía. ¡Y feliz mes del amor!

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