El avance del crimen organizado no tiene límites y las fuerzas del Estado parecen claudicar en su combate. Ya ni los templos ni las casas son seguros… La violencia impera y la impunidad se señorea como resultado de la política de seguridad de la llamada Cuarta Transformación
POR VÍCTOR MANUEL JUÁREZ
Al mismo tiempo que el mundo lamentaba el asesinato de dos curas de la Compañía de Jesús, en la sierra Tarahumara, a manos de un conocido y buscado criminal, se reportaban enfrentamientos armados entre bandas criminales desde Zacatecas, Guerrero y San Luis Potosí. El avance del crimen organizado no tiene límites y las fuerzas del Estado parecen claudicar en su combate. Ya ni los templos ni las casas son seguros. Los asesinatos, secuestros, desparecidos y desplazados se multiplican a lo largo y ancho del país.
La violencia impera y la impunidad se señorea como resultado de la política de seguridad de la llamada Cuarta Transformación, de abrazos y no balazos. Hoy, hay más muertos que los registrados en la guerra declarada de Felipe Calderón contra los cárteles, con un promedio diario de 93 ajusticiados y las causas siguen ahí.
Las cifras son aterradoras y bastaría con señalar que hay más de 100 mil desaparecidos, pero también las fosas clandestinas multiplican las osamentas y evidencian el fracaso. El comando norte de los Estados Unidos ve con preocupación lo que sucede en su país vecino y asegura que más de un tercio del país está en manos de los Cárteles, mientras que, desde Roma, el santo Papa llora por la cantidad de muertos en México.
Somos tristemente noticia internacional.
Los integrantes de la Compañía de Jesús han exigido justicia y señalado que no se callaran ante la realidad que lacera a toda la sociedad. Y observan que la Sierra Tarahumara, como muchas otras regiones del país “enfrentan condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas. Todos los días hombres y mujeres son privados arbitrariamente de la vida, como han sido asesinados nuestros hermanos”.
El reciente hecho se escenificó en el conocido triángulo Dorado, recientemente rebautizado por el presidente López Obrador, como el triángulo de la Gente Buena. Una zona, donde el mismo Ejecutivo reconoce hay una fuerte presencia del crimen organizado y que controla todas las actividades económicas. Ahí, José Noriel, el Chueco, maneja desde el trasiego y venta de droga, hasta los cobros de piso, secuestros. El desalmado decide quien vive y quien muere. El criminal con varios cargos y órdenes de aprehensión ha librado hasta operativos de la Marina para su captura, seguirá prófugo y a las órdenes del Cártel Sinaloa.
La Sierra Tarahumara con sus montañas y barrancas es rica en recursos, pero también inexpugnable, de ahí la complejidad de su captura y que las palabras de la mandataria local y del jefe Ejecutivo Federal de “una investigación a fondo” y “llegar hasta las últimas consecuencias”, suenen huecas a la ciudadanía. El fracaso de la política, estrategia o plan de seguridad, es total y nadie cree en sus bondades humanistas. Los malandros se apoderan del país y nada indica que pueda darse un giro en la misma estrategia, tendiente, dizque a atacar el mal desde sus raíces.
Sobre la ineficacia, insuficiencia e inoperancia de dicha estrategia se han pronunciado todos los sectores productivos. Todos coinciden en que urge a un cambio en la misma. Y así de las frías y boscosas montañas de la Tarahumara, la mirada se va a los recintos legislativos, de cómodas alfombras y mullidos sillones, donde los legisladores han iniciado el debate sobre la estrategia fallida.
Ricardo Monreal, líder de la bancada morenista y de la Junta de Coordinación Política en el Senado ha sido el único del movimiento guinda que ha urgido a revisarla y cambiar sus acciones a fin de dar seguridad y tranquilidad a los mexicanos, que vivimos en la incertidumbre y el miedo. El resto de las bancadas de Morena, en ambas Cámaras la aplauden sin asomo de autocrítica, asegurando que se atacan las causas.
Monreal ha considerado como una tristeza que estemos en esta “vorágine de violencia en el país, que no haya sido detenida y que continuemos, después de varias décadas de avanzar el crimen organizado en territorios completos de nuestro país. Es momento de reflexionar en el Congreso y de revisar, con toda seriedad, el plan de seguridad en el que los senadores tenemos la obligación constitucional de hacerlo. Es el momento de abordarlo sin tabúes, sin ideologías, sin intereses partidistas y sin actitudes egoístas. Es momento de reflexión para el país”.
Aunque luego, en lugar de reflexionar, las bancadas de Morena y el PAN, en la sesión de la Comisión Permanente se enfrentaron por la estrategia del gobierno del presidente López Obrador para reducir la inseguridad y la violencia en el país.
Para los morenos de corazón, el plan humanista del presidente López Obrador funciona, porque se trabaja con estrategia y se dan “tiros de precisión” contra las estructuras criminales, dicen y repiten con mucha imaginación lo dicho por Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, quien reconoció recientemente un incremento en los crímenes dolosos al llegar ya a 121 mil 665 en tres años de obradorismo, que contrastan con los 120 mil 463 asesinados en todo el periodo de Calderón.
La reactiva estrategia ha mostrado su fracaso.
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