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EN AMORES CON LA MORENA / Violencias afectivas

Ghosting es un simple mensaje avisando la ruptura, dejar de contestar las llamadas, o desaparecer de todos los espacios, virtuales o físicos, que se compartían con alguien. Las consecuencias pueden ser funestas.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

Ella tenía 28 años; él era 10 años mayor. Comenzaron en una relación abierta que paulatinamente se convirtió en un compromiso. Por tener los dos el mismo oficio, realizaron proyectos laborales juntos. A lo largo de 15 años fueron una pareja aparentemente consolidada; el único problema fue que como pertenecían al mismo gremio, por un tema de conflicto de intereses tuvieron que mantener la relación con discreción. Ella quería ser mamá pero se fue convenciendo de que no era lo más conveniente por el proyecto de vida que tenían juntos. Un jueves, sin más ni más, ella llegó a la casa en la que habían habitado durante esos 15 años y se encontró con que ya no había nada de las pertenencias de él. Su gatito estaba muy inquieto, en medio de la desolación.

El proceso fue para ella sumamente complicado porque durante un año le buscó por todas las guías existentes, como un desaparecido de la faz de la Tierra. Nunca tuvo una respuesta, una explicación, lo cual provocó que su duelo se complicara y hoy, nueve años después, no está completamente resuelto. Tras recuperarse de la depresión, la ansiedad y de la ideación suicida, ella intentó ser madre pero su reloj biológico había terminado. Por amigos comunes, recientemente se enteró que él se casó con una chica 20 años menor, con la que tuvo un hijo. La mujer de esta historia vive permanentemente con una pregunta: ¿Qué sucedió?

No es un mundo mejor en el que viven seres humanos que tratan a otros como desechables, canjeables. Nos pienso como productos de consumo, de uso, en un capitalismo del amor. Por más importante que haya sido una relación, no se da la cara para decir una verdad, la explicación de irse, cualquiera que sea. No hace un mundo mejor que se normalicen estas prácticas, el egoísmo y la ausencia de compasión por el prójimo; la vulneración de la dignidad de la otra persona, al negarle el mínimo derecho a saber; una falta de humanidad y una falta de ética, en suma. 

Las especialistas no dejan lugar a duda: El llamado ghosting (imagen fantasma) es una forma de violencia afectiva que tiene efectos nocivos sobre quien lo recibe, que es la persona a la que se le ha abandonado sin darle una explicación, práctica que –aunque no es nueva– en estos tiempos se vuelve más común, o más visible, con el uso de las tecnologías y las redes sociales.

Foto: Francisco Ortiz Pardo

Según define la psicoanalista Rosa María Curiel, ghosting se le llama a una forma de terminar una relación o vínculo. Un simple mensaje avisando la ruptura, dejar de contestar las llamadas, o desaparecer de todos los espacios, virtuales o físicos, que se compartían con alguien. El ghosting es una práctica más habitual en las relaciones de pareja, pero puede también darse en el plano de la amistad, en el laboral y en el profesional, pues para ejercerlo o sufrirlo, se requiere haber entablado, en algún momento, una relación.

“Es una violencia sutil que no se considera en su dimensión cuando en realidad anula a la otra persona y la confunde demasiado”, establece Aideé Rodriguez, maestra en terapia familiar de la UNAM. El ghosting deja a quien lo recibe un sinfín de preguntas dispersas, extraviadas, sobre lo que sucedió. Y aunque es común que estas prácticas se inscriben en una cultura patriarcal y por eso son las mujeres las principales víctimas, también hay hombres sobre los que recaen sus consecuencias. Por lo mismo yo preferí consultar solamente a mujeres expertas en el tema, a fin de ponerme a cierta distancia de las vivencias personales. Así confirmo que no se trata de un patrón que ocurre únicamente entre adolescentes y jóvenes, sino que se practica a cualquier edad.

La causa del comportamiento está fincada en la carencia de una educación emocional para resolver conflictos, explica Aideé Rodríguez, docente de asignatura en la Licenciatura de Psicología y en la Especialización Intervención Clínica en Adultos y Grupos. Pero ojo: No necesariamente el ghosting es un acto inconsciente que permitiría de alguna forma justificar a quien lo ejerce. Lo pone claro: “Hay quien lo hace de manera intencional, como un castigo”. Sabedora de los temas de la violencia familiar y los derechos humanos, dice que se trata también de una forma de control, “que es una forma de objetivizar a la persona: tú me perteneces”. En ese sentido, no pocas veces el maltrato se prolonga en “pequeñas dosis de violencia afectiva”, a manera de un “no estamos juntos pero no te quiero perder, así que tampoco te suelto”.

Rosa María Curiel comparte desde el psicoanálisis que “aunque cada ghosteador tiene un motivo y rasgos de personalidad distintos, en muchos prevalecen inseguridades o miedo a no ser suficientes, o competentes.”

Obligada la persona fantasmeada a entrar en un proceso de superación de la pérdida, esas pequeñas dosis de violencia afectiva complican un duelo. Lo sabe la doctora en Tanatología, Hanae Beltrán, que prefiere llamarle a dicha conducta “la desaparición inesperada dentro de una relación vincular afectiva”. Dice: “Dentro de los procesos de duelo es fundamental que exista un acontecimiento de término y fin de cada relación y, en ese sentido, debe explicarse la causa de porqué se está terminando el vínculo afectivo”.

La especialista de la Casa Nishi Terán advierte que “la desaparición inesperada genera la fijación del trauma por no tener los elementos suficientes que expliquen qué sucedió, trayendo como problemática principal que se genere un duelo congelado”. En ese sentido –explica– el doliente no podrá gestionar funcionalmente las emociones que se transitan durante el proceso, “al carecer de las explicaciones necesarias para tranquilizar los pensamientos rumiantes o las historias que se construyen alrededor de supuestos escenarios fangosos”.

Con dos maestrías, en Psicoterapia Existencial y en Humanidades, Beltrán acentúa la gravedad del problema: “Ese acontecimiento de pérdida se marca a través de la necesidad de una explicación clara y éticamente necesaria. Al entrar en las siguientes relaciones siempre se tendrá una factura pendiente por liquidar y procesar adecuadamente. Además, las víctimas se pueden quedar mucho tiempo en el pensamiento de los hubieras”.

Otras consecuencias graves son:  

  1. El duelo puede volverse patológico, por carecer del principal elemento que es el procesamiento de las emociones.
  2. El trauma se fija y es difícil desmontarlo, ya que puede hacerse crónico por la falta de explicación.
  3. La persona puede atribuirse la culpa permanente, ya que va creando varias historias que le permitan entender.

Aideé Rodríguez destaca que entre los efectos para quien recibe esas “pequeñas dosis de violencia afectiva” están la inseguridad, la baja autoestima, angustia y ansiedad. En el patrón está incluido que en un momento posterior a la desaparición, el agresor reclama al agredido no haber respondido y le hace pensar que él es el que está mal. “Eso es una forma de manipulación y chantaje”, dice rotunda.

Sin embargo, el ghosting en su forma conductual, no patológica (donde ya habría que considerar otros factores), sí se puede modificar a través de terapias específicas para primero deconstruir y luego construir relaciones éticas, responsables y de corresponsabilidad afectiva, explica la especialista. Llegar a esa consciencia –que implica reconocerlo– no es fácil, acota. Comúnmente la decisión de tratarse ocurre hasta el día en que quien violentó recibe el mismo comportamiento de alguien más.

Foto: Francisco Ortiz Pardo

Describe Rosa María Curiel, con maestría en Psicoterapia Psicoanalítica en el Instituto de Psicoanálisis y Psicoterapia, que forma parte de la Sociedad Psicoanalítica de México:

En la infancia, resolver el Complejo de Edipo es quizá uno de los procesos más difíciles en cuanto a tener que disolver el “enamoramiento” hacia los padres, ya que se puede ver realmente que el objeto amoroso habrá que buscarlo en otro lugar, pues las señales que envían los padres son contundentes: uno es solamente hijo o hija y está fuera de la jerarquía amorosa que ellos ocupan. Resolver esta etapa significa sentirse abandonado pero de una ilusión que se mantuvo durante muchos años; así que conlleva dolor para posteriormente reflexionar y, mediante el duelo, poner en otro lugar lo que anheló ser.

Que alguien desaparezca, se vaya sin despedirse, sin mediar explicación, sin enmarcar un fin, hace que reproduzcamos, en mayor o menor medida, sentimientos similares a esa primera revelación del no ser lo que pensábamos para la mirada de nuestros padres, por lo que, dependiendo de los elementos emocionales y la estructura psíquica de cada persona, transitaremos ese dolor y, en la mayoría de las veces, salir adelante.

Ahora bien, pensemos un poco en que, aunque cada ghosteador tiene un motivo y rasgos de personalidad distintos, en muchos prevalecen inseguridades o miedo a no ser suficientes, o competentes. También el que hace ghosting puede tener un gran enojo con el abandonado, pero todos estos rasgos pueden ser tan insoportables, que solamente el escape es la salida para evitar el sufrimiento.

Sería sencillo pensar que hacer ghosting tiene que ver con género, o con una personalidad narcisista, pero en realidad los motivos que llevan a aplicar este tipo de violencia son variados, y no tienen que ver más que con aspectos propios del que lo hace.

Hanae Beltrán remata sobre una ética del amor: “Nadie está obligado a quererte pero a lo que sí está obligada la persona es a dar la información a tiempo”.

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