He de decir que en mi caso no tengo que dormir para soñar. Soy de las personas que siempre están imaginando, fantaseando, recreando situaciones y lugares. Y en la mayoría de los casos, esos “sueños” no se quedan solamente en imaginaciones, sino que se han vuelto realidad: se trata de mis viajes.
POR REBECA CASTRO VILLALOBOS
Me gusta dormir como un lirón, de jalón y sin despertar hasta que mis ojos se abran pausadamente y vea un lindo y soleado amanecer. También me gustan los sueños, pero ésos que causan sensación de bienestar.
He de decir, sin embargo, que en mi caso no tengo que dormir para soñar. Soy de las personas que siempre están imaginando, fantaseando, recreando situaciones y lugares.
Y en la mayoría de los casos, esos “sueños” no se quedan solamente en imaginaciones, sino que se han vuelto realidad.
Se trata de mis viajes, mismos que iniciaron en 1987, cuando con mi pareja fuimos a Cuba. Y aunque no es regla determinante, en tratándose del extranjero casi siempre se efectuaron en este patriótico mes de Septiembre; y de ello el Facebook, de la cual soy miembro desde 2010, se ha dado a la tarea de recordarme de cada uno, desde ese año.
Pero son dos en particular a los que me quiero referir en este texto. Uno fue a La Paz, Baja California, donde además de recorrer el sur la península en auto rentado terminamos en el ferry o trasbordador que nos transportaría en una bella noche estrellada y con luna, a Mazatlán. El otro, más reciente, a Belgrado, Serbia, desde donde iniciamos un recorrido por esa Europa Oriental tan fascinante y asombrosa, con ciudades como Budapest, en Hungría; Viena en Austria; Praga, en Chequia, para terminar en Amsterdam, Holanda…
Y es que en ambos sitios, La Paz y Belgrado, mi hermano José Humberto y su querida esposa, han tenido un papel muy importante al recibirnos, ser nuestros anfitriones y asesorarnos.
José Humberto, el mayor de la numerosa familia de ocho hermanos; diplomático de carrera y actualmente jubilado del Servicio Exterior Mexicano con el rango de Embajador Vitalicio, casado con la costarricense Mayela Leiva, representa además del respeto y orgullo, esa predilección que envidio por vivir viajando.
Si bien no son los únicos lugares en donde asignaron a José Humberto durante su trayectoria diplomática, sí son los dos mencionados a los que hemos podido visitarlos. En el Servicio Exterior Mexicano, al que ingreso en 1978, por concurso en distintos rangos, estuvo adscrito en las embajadas de México en Portugal, Haití, Argelia, Egipto, Guyana y Serbia. Asimismo fue delegado de la Secretaría de Relaciones Exteriores en La Paz, Baja California y Cónsul de Protección en el Consulado General de México en Chicago, Illinois.
Participó como representante o miembro de delegaciones de México en reuniones y conferencias internacionales, entre otras en la ONU en su sede en Nueva York.
A la gran admiración que siempre le he tenido a mi hermano por sus logros, que son de gran satisfacción familiar, confieso que celo el que junto a conocer esos sitios en los que ha vivido, por las mismas circunstancias, y al igual que su familia, aprendió los idiomas de esos países donde radicó. Confieso, por mi parte, que es el inglés la única lengua extranjera que me ha facilitado la comunicación en nuestros recorridos en el extranjero.
Además, José Humberto tiene el gusto y el buen quehacer por la docencia, que no a todos se nos da, siendo profesor de Derecho Internacional Público y Derecho Internacional Privado en la Universidad de Guanajuato, de la cual es egresado, para posteriormente hacer lo propio en las Universidades Autónoma Metropolitana, La Universidad de la Salle, la Universidad Femenina de México, La Universidad Iberoamericana, el Instituto Tecnológico Autónomo de México y el Colegio de México.
Actualmente, a su jubilación en 2018, se integró al cuerpo docente de la Universidad Santa Fe, aquí en la ciudad de Guanajuato, a donde decidió retornar y radicar con su familia, de la cual vale decir está integrada por un hijo (Alberto Rolando); quien pese a tanto mundo recorrido con sus padres, mantiene el placer por seguir vivir viajando.
José Humberto además tiene buena pluma y es autor de 4 libros y un Diccionario de Derecho Internacional Público (en coautoría) y de cerca de 60 artículos sobre cuestiones de política y derecho internacional. Se desempeña asimismo como Dictaminador del Anuario Mexicano de Derecho Internacional, que publica el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.
Va pues en esta ocasión, un reconocimiento a mi hermano mayor, a sabiendas que su carrera profesional y su ir y venir a distintos lugares, y vivir esas experiencias de vida, que lejos de pasmarse continuarán acrecentándose.
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