40 años en un cajón
El zapatero Jorge Tena. Fotos: Francisco Ortiz Pardo
Tiene Jorge Tena ‘la zapatería más pequeña del mundo’, en la colonia Del Valle
Es un zapatero totalmente juarense: en esta demarcación nació y en la misma se ha dedicado, durante cuatro décadas, a la reparación de calzado en un taller de lámina que mide apenas un metro por 80 centímetros y que él mismo diseñó.
FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
Su taller de reparación de calzado mide un metro de ancho por 80 centímetros de fondo. Está hecho de lámina y costó 40 pesos: 20 del material y 20 de la hechura. Tiene ruedas metálicas, lo que permite su fácil traslado todos los días, desde las afueras de la tienda Walmart, donde se instala, hasta el sitio donde le permiten guardarlo. Su propietario, Jorge Tena, está ahí metido desde hace casi 40 años, cuando tenía apenas 19 de edad, en 1983. Ahí repara zapatos y cualquier otro artículo de piel.
Cuenta para ello con su rudimentaria maquinaria eléctrica, conectada legalmente a la red pública. “Yo pago mi luz”, dice mientras muestra el medidor colocado en un poste cercano. Tiene también permiso del gobierno.
Tena es totalmente juarense. Nació y vive en la calle Cádiz, de la colonia Insurgentes Mixcoac –a unas seis cuadras de distancia de la esquina donde “estaciona” diariamente su tallercito, que él mismo diseñó, sobre la acera de Félix Cuevas. Hijo de zapatero, no tuvo la anuencia paterna para seguir ese oficio. Estudió para técnico en Rayos X, pero nunca pudo trabajar como tal. “La necesidad me hizo entrarle a la zapatería, según yo pensaba que de manera temporal”, cuenta. “Y aquí me tiene”.
Desde su local (“la zapatería más pequeña del mundo”, le dijo un turista extranjero) ha vivido experiencias inolvidables, dice. Como el eclipse total de Sol del 11 de Julio de 1991 (“todo se oscureció y la gente se arrodillaba y santiguaba aquí, en plena calle”, dice), el fin de la “Dictadura Perfecta”, cuando Vicente Fox Quesada sacó de Los Pinos al PRI, en el año 2000, y la explosión del volcán Popocatépetl en 2001 que cubrió de cenizas autos y banquetas y jardineras. Y, desde luego, el cierre de DeTodo y su transformación en un Walmart, en las estertores del siglo 20.
Tiene ahora 58 años de edad y es padre de tres hijos. Ha soportado los tiempos difíciles de la pandemia, que ha repercutido en sus ingresos. Como quiera, dice, la va librando, ahora con la ayuda de sus descendientes que ya trabajan. Asegura que no se entume de estar sentado en su cuchitril ocho horas diarias. “Me doy mis estiradas en ratos, no crea”, explica. Se mira sano y satisfecho: “Mi padre no me heredó dinero, pero sí dos manos fuertes y ágiles dispuestas a trabajar mucho”.