Ciudad de México, noviembre 22, 2024 02:34
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Cómo vamos en la defensa del Polyforum Siqueiros

Por Xiuh Tenorio

La reciente declaratoria que hizo el Gobierno del Distrito Federal para nombrar al Polyforum Siqueiros como Patrimonio Cultural Urbano de la ciudad, es un paso muy importante para la defensa y conservación de ese recinto cultural, además de serlo para el patrimonio de la ciudad, por tratarse de la primera declaratoria de su naturaleza.

Aún cuando el camino para alcanzar la protección internacional continúa, y es largo, vale la pena hacer un poco de memoria y analizar, desde esta distancia, los enormes logros que la ciudadanía organizada, desde diversos frentes, ha alcanzado en este proceso:

En primer término, se logró hacer del dominio público el expediente con el proyecto constructivo de una torre de 57 niveles, que contaba ya con los vistos buenos y la autorización de diversas autoridades federales y locales, que confirmaba nuestras peores sospechas: El el Polyforum corría el riesgo de terminar siendo demolido al amparo de la autoridad delegacional, como sucedió con la Octava Delegación de Policía, en Narvarte. Vale la pena recordar la respuesta del representante jurídico de la Delegación Benito Juárez a la solicitud perentoria del INBA para detener la demolición de un inmueble catalogado, respuesta que quedará en los anales de la barbarie burocrática: no podía detener la demolición porque no sabía en cuál esquina de Cuauhtémoc y Obrero Mundial se encontraba el inmueble.

A la transparencia, se sumó la publicidad: la discusión sobre el destino del Polyforum Siqueiros se volvió del dominio público, y no fue más “un asunto entre particulares”, como lo calificó en su momento el jefe delegacional en Benito Juárez. Actores de diversos ámbitos del hacer público de la ciudad y del país han manifestado su opinión con respecto al futuro y la conservación de la obra cumbre de Siqueiros, y los medios de comunicación, tanto digitales como impresos, han dado seguimiento a los avatares legales en donde se ha librado en últimas fechas la batalla por la permanencia del monumento.

El compromiso, público aunque de palabra, que adquirió el Jefe Delegacional para no autorizar ninguna afectación al inmueble fue otro logro, aunque la autoridad delegacional no haya mostrado a la postre un compromiso más de fondo con el patrimonio urbano y arquitectónico de la demarcación sino, por el contrario, bajo su anuencia han caído inmuebles representativos de la historia arquitectónica del siglo XX en Benito Juárez, como las casas californianas de Nápoles y la quinta del Dr. Albert, en la colonia del mismo nombre, para dar paso al desarrollo inmobiliario más voraz.

Por otro lado, y de más grande calado, la negativa del INBA a una nueva solicitud del dueño del Polyforum, confirmada por un tribunal administrativo en abril, en un juicio de amparo promovido por los Suárez. Y más recientemente, la declaratoria del Gobierno del Distrito Federal con cuya mención inicié esta columna, que extiende la protección de la autoridad local a la obra, el inmueble y el terreno en que se asienta el recinto cultural.

El camino hacia la conquista de la declaratoria internacional es largo: el puro proceso de inscripción de las propuestas, y la deliberación del Comité del Patrimonio Mundial y sus organismos consultores dura poco más de un año y medio; previo a la inscripción debe construirse un expediente que, con todo rigor científico y artístico justifique y argumente el valor universal extraordinario que tiene el Polyforum Siqueiros, así como el marco legal normativo que garantice su protección, mantenimiento y funcionabilidad en el tiempo.

Ya lo hemos dicho en otros foros, y lo reiteraremos cuantas veces sea necesario: la defensa del Polyforum vale el esfuerzo que se ha invertido y que se requiere hasta llegar a un modelo que garantice sin cortapisas no solamente su permanencia sino también su recuperación como bien artístico del dominio público. Lo vale como obra artística, como patrimonio cultural de México, como ícono de la ciudad y de la Delegación Benito Juárez, y también como símbolo de cómo la ciudadanía organizada puede emprender un combate frontal contra la corrupción y la impunidad. Y todo eso hace mucha falta en Benito Juárez.

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