Ciudad de México, mayo 3, 2025 19:03
Reporte especial

Esgrime Beatriz Gutiérrez Müller dos linajes españoles para obtener nacionalidad

Los abuelos españoles de Gutiérrez Müller se casaron en Coyoacán en 1939

Sus ancestros por el lado paterno fueron originarios de Castilla y León y de Cataluña

El apellido Gutiérrez proviene de soldados, clérigos y exploradores de la cordillera cantábrica.

La esposa de López Obrador acudió a la Embajada de España en México para solicitar la nacionalidad española, 6 años despúes de que compartió con él la exigencia al Estado español de pedir perdón por los abusos de la Conquista.

Invoca su doble ascendencia ibérica como fundamento legal y simbólico de su derecho; deberá firmar una declaración de fidelidad al rey de España y de obediencia a la Constitución y a las leyes de ese país.

STAFF/LIBRE EN EL SUR


En marzo de 2019, desde las ruinas mayas de Comalcalco, Tabasco, el presidente Andrés Manuel López Obrador leyó una carta dirigida al rey Felipe VI de España. En ella exigía una disculpa por los abusos cometidos durante la Conquista. A su lado, Beatriz Gutiérrez Müller asentía. No era sólo un gesto conyugal: como historiadora y escritora, compartía esa visión crítica del pasado colonial, expresada en sus publicaciones, conferencias y entrevistas. Así se convirtió en una de las voces institucionales más visibles en torno a la exigencia de perdón del Estado español a los pueblos originarios de México.

Seis años después, el 30 de abril de 2025, la misma Gutiérrez Müller acudió a la Embajada de España en México, concretamente a la oficina de Comercio y Economía, donde se realizan esos trámites, para solicitar la nacionalidad española. La noticia, revelada por el periodista Salvador García Soto y confirmada por fuentes diplomáticas, desató reacciones encontradas: críticos y simpatizantes confrontaron en redes sociales el contraste entre su postura pasada y su solicitud actual.

Paradójicamente, Gutiérrez Müller invocó su ascendencia ibérica como fundamento legal y simbólico de su derecho. El expediente que presentó incluye el acta de nacimiento de su abuelo paterno, Agustín Gutiérrez Arias, nacido el 27 de julio de 1907 en Rodiezmo, una pequeña localidad del municipio de Villamanín, en la provincia de León, Castilla y León. Hijo de Juan Gutiérrez Rodríguez y Eulogia, Agustín  casó en Coyoacán, Ciudad de México, el 24 de marzo de 1939 con Isabel Enedina del Niño Jesús Canet Jurado.

Rodiezmo no es sólo una coordenada geográfica. Fue cuna de luchas obreras en el siglo XX, pero también forma parte de la historia profunda del Reino de León, uno de los núcleos del belicismo cristiano que alimentó la Reconquista. Durante los siglos XV y XVI, Castilla y León proveyeron a la Corona española de soldados, clérigos y exploradores que participaron activamente en las empresas de ultramar. El apellido Gutiérrez, ampliamente documentado en la región, aparece ligado a estos procesos.

Por el lado materno, Gutiérrez Müller también hace valer otra línea ibérica: su bisabuelo Juan Gutiérrez Rodríguez era originario de Barcelona, Cataluña, y su abuela Isabel Enedina Canet Jurado pertenecía a un linaje de origen toponímico. El apellido Canet, derivado del latín canna (caña), está vinculado a localidades como Canet de Mar o Canet d’en Berenguer, y documentado en la pequeña nobleza catalana y valenciana, así como entre comerciantes, escribanos y clérigos.

Con esta genealogía, Gutiérrez Müller no sólo acredita el vínculo consanguíneo exigido por la Ley de Memoria Democrática de España —que permite solicitar la ciudadanía a descendientes de exiliados o emigrados—, sino que esgrime una pertenencia simbólica que hasta ahora había mantenido al margen. La historiadora que denunció las narrativas oficiales de los vencedores se presenta hoy, formalmente, como descendiente legítima de ellos.

Pero esa decisión no es sólo legal: es también profundamente simbólica. El artículo 23 del Código Civil español exige a los solicitantes jurar lealtad al Rey y obediencia a la Constitución. No se trata de un mero trámite administrativo, sino de una declaración de fidelidad institucional. La misma figura pública que acompañó la exigencia de una disculpa monárquica en 2019, ahora tramita un documento que implica rendir homenaje al sistema que antes cuestionó.

Durante la ceremonia en Comalcalco, López Obrador afirmó que “es tiempo de pedir perdón por las violaciones a lo que ahora se conoce como derechos humanos cometidas en la invasión y durante los tres siglos de dominación colonial”. El gobierno español calificó la carta como “inaceptable”. El presidente no sólo defendió su postura, sino que la reiteró en un video: “Hubo matanzas, imposiciones. La llamada Conquista se hizo con la espada y la cruz. Se edificaron las iglesias encima de los templos, y se excomulgó nuestra herencia”.

Ese discurso marcó una pauta a nivel diplomático y doméstico. Beatriz Gutiérrez Müller articuló ese posicionamiento con un lenguaje más académico y simbólico. Como coordinadora del Consejo Honorario de Memoria Histórica y Cultural de México, tuvo un papel protagónico en la conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán en 2021. En foros organizados por el INAH, afirmó: “No se trata de revanchismo, sino de justicia histórica”.

Durante la ceremonia del 13 de agosto de 2021 en el Zócalo capitalino, Gutiérrez Müller evocó la figura de Cuauhtémoc como “símbolo de resistencia y dignidad”, y expresó que “los pueblos indígenas no necesitan que se les descubra, sino que se les reconozca en igualdad”. En 2020, en entrevista con Carmen Aristegui, enfatizó: “No se trata de culpar al presente por el pasado, sino de hacer un acto de conciencia. Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”.

En ese mismo año, gestionó solicitudes de restitución patrimonial, entre ellas la del Penacho de Moctezuma. “No pedimos caridad, sino respeto a nuestra historia y a nuestros símbolos. El penacho debe volver a casa”, escribió en redes sociales el 11 de octubre. También encabezó, junto con el canciller Marcelo Ebrard, las peticiones para repatriar códices y piezas arqueológicas. En una comparecencia en Palacio Nacional en noviembre de 2021 declaró: “Estos objetos no son mercancías; son parte de nuestro ser. Cada códice, cada escultura, tiene voz propia, memoria ancestral”.

Conforme se acercaba el final del sexenio, su discurso fue matizándose. En una entrevista en Canal 22, en 2023, declaró: “No soy enemiga de España ni de los españoles. Soy crítica de una historia que no debe repetirse: la de la imposición y el desprecio a los otros”. Y en diciembre de 2024, durante un conversatorio con la historiadora Isabel Revuelta, insistió en la necesidad de “descolonizar la mente y el corazón”, refiriéndose a la monarquía española como una “institución heredera de privilegios no discutidos”.

El punto de quiebre llegó con su trámite de nacionalidad. Aunque la ley ampara el procedimiento, la contradicción simbólica es innegable. Mientras en 2019 se pedía al rey una disculpa formal, en 2025 se firma una promesa de lealtad a la misma monarquía.

La crítica no ha sido sólo política, sino también ética y narrativa. ¿Cómo reconciliar un discurso de emancipación con una promesa de fidelidad a la corona? ¿Cómo se explica que la intelectual que denunció los privilegios del viejo orden europeo, hoy reclame una herencia de sangre para integrarse a ese mismo sistema?

Hasta el momento, Gutiérrez Müller no ha ofrecido declaraciones públicas sobre el trámite ni ha desmentido la información, difundida originalmente por El Universal y replicada por diversos medios. En un sexenio que hizo de la memoria una bandera, su portavoz cultural más visible esgrimió la sangre del pasado para acceder a los beneficios del presente.

La historiadora que pidió una disculpa al rey, hoy debe jurar lealtad al reino.

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