Ciudad de México, mayo 19, 2025 16:47
Dar la Vuelta Opinión

DAR LA VUELTA / Un café de barrio

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El Secretito es, en toda su extensión, un café de barrio, donde uno se va familiarizando con las caras de los vecinos.

POR ERNESTO LEE

En la Ciudad de México, como en muchas otras del país y del mundo, los cafés tienen una larga trayectoria. En el centro de esta ciudad están, por ejemplo, el Café La Habana, donde se dice que Fidel Castro planeó la Revolución Cubana, o el centenario Café La Blanca, uno de los más antiguos, aunque estos caen en el rango de restaurantes.

Están los otrora famosos cafés de chinos, establecidos durante la segunda mitad del siglo XX, de los cuales subsisten muy pocos, en su mayoría se localizaban en las colonias del centro de la ciudad. Yo tengo muy presente el ya extinto Café Peralvillo, un café de chinos en el que mi abuelo trabajó por muchos años. Emma Gon, en su libro “Café Peralvillo”, describe con gran detalle las historias de los dueños, los empleados y los comensales, que se convierten en los personajes de una época del México que quedó atrás.

En los albores del siglo XXI, inició en la Ciudad de México una historia de éxito comercial, que ya era famosa en los Estados Unidos para entonces: las cafeterías Starbucks, mismas hoy siguen multiplicándose. Para mi gusto, lugares un tanto fríos, a pesar de que te pregunten tu nombre para entregarte tu pedido, y en las que hay que saber todo un lenguaje para ordenar: ¿Cómo quiere su café (o bebida)? ¿corto, alto, grande, venti, trenta o demi? ¿Con leche? ¿De qué tipo: entera, deslactosada, light, de almendra, de soya, de coco o de avena?  En estas cafeterías, por lo general, la bebida es “para llevar”, pero si se toma en el lugar, uno se percata de que la mayoría de los comensales están adentrados en sus laptops o en sus celulares.

Pero, afortunadamente, los que vivimos en esta gran ciudad podemos disfrutar, como los madrileños, los porteños, o los parisinos, de los cafés de barrio, esos cuya clientela son básicamente los vecinos del entorno.

En mi caso, les hablaré del Secretito Café, que se ha vuelto mi café de barrio. A pesar de estar localizado en la esquina de Av. Río Mixcoac y Cataluña, en la colonia Insurgentes Mixcoac, no es un lugar ruidoso y ¡vaya que Río Mixcoac es una avenida muy transitada!. El Secretito es un lugar más bien pequeño pero con mucha ventilación y con mesas en su exterior, gracias a la amplia acera de la avenida, que permite el paso libre de peatones. Por las noches se ilumina por unos focos de luz tenue, que le dan un ambiente de terraza informal. Obviamente, ahí se puede pedir café o una tisana y, si le apetece, algún bocadillo.

El Secretito es, en toda su extensión, un café de barrio, donde uno se va familiarizando con las caras de los vecinos. El sitio es pet friendly y su propietario, que se nota ama a los animales, obsequia “premios” a los canes que visitan el café. Pero quizá lo más importante que he observado es que los comensales charlan, conversan y ríen. Acuden padres con sus hijos, parejas, grupos de amigas y amigos, que disfrutan de la convivencia; también personas que acompañan su café con la lectura de un libro o simplemente lo disfrutan contemplado el paisaje.

Vivo en una ciudad caótica, donde el tráfico, las aglomeraciones del transporte público, la prisa por llegar a nuestro destino, las filas para ser atendidos en el banco, en las tiendas, la contaminación, nos agobian en el día a día. Yo les propongo darse la oportunidad de dar la vuelta por su colonia, barrio, manzana, para encontrar su propio Secretito y que vayan, de vez en vez, a tomar un café, de preferencia con un amigo o con la pareja, eso ayuda a reconciliarnos con nuestra metrópoli, se los aseguro.

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