Ciudad de México, noviembre 28, 2025 14:28
Ciudad de México Medio ambiente

Expone muerte de palmeras en Av. Tamaulipas fracaso institucional ante Picudo.

La acción sanitaria en la Condesa revela que miles de palmeras en la CDMX han muerto de pie, envenenadas por el insecto.

El gorgojo Rhynchophorus ferrugineus, catalogado como plaga internacional, se propaga en colonias como Narvarte y Lomas y exige soluciones tecnológicas ante un problema crónico.

STAFF/LIBRE EN EL SUR

La majestuosa Avenida Tamaulipas, en el corazón de la Condesa, se ha convertido en el más reciente y doloroso punto de inflexión de la crisis que devora el arbolado de palmeras de la Ciudad de México, sirviendo como prueba palpable de un fracaso institucional para contener la plaga.

Decenas de palmeras canarias, Phoenix canariensis, ejemplares que definieron el paisaje capitalino desde la expansión urbana de mediados del siglo XX, están siendo removidas en esa arteria. Esta acción, verificada y reportada en el pulso diario de la ciudad, es la fase final de una batalla perdida contra el implacable picudo rojo.

Lo que presenciamos en la Condesa no es una poda ni un simple secado. Es la ejecución sanitaria de un árbol que ha muerto en vertical.

La urgencia de la tala radica en el riesgo inminente que estas palmeras, huecas y debilitadas por dentro, representan para peatones y vehículos, obligando a las autoridades a proceder con una medida de protección civil. Este paso, tardío pero necesario, subraya la falta de acción preventiva efectiva.

El enemigo que ha logrado esta devastación es un coleóptero de origen asiático: el picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus), un gorgojo de coloración rojiza-ferruginosa de entre dos y cinco centímetros de longitud.

Este insecto opera en la clandestinidad, muchas veces asistido por su pariente el picudo negro (Rhynchophorus palmarum) y por la enfermedad asociada del Amarillamiento Letal del Cocotero.

Su éxito radica en un ciclo biológico implacable y casi invisible. La hembra adulta es una máquina de propagación, depositando cientos de huevos en las zonas blandas de la palmera, especialmente en las heridas abiertas o en la yema apical.

Al eclosionar, las larvas—de cuerpo blanco-cremoso y cabeza marrón—se vuelven las verdaderas arquitectas de la destrucción.

Estas excavan extensas y profundas galerías que recorren el interior del tronco, pudiendo ramificarse a lo largo de un metro o más. Su festín es el tejido vegetal interno, y al alcanzar y destruir el meristemo o palmito, aniquilan irreversiblemente el centro de crecimiento de la palmera.

La palma, por su naturaleza, muere de pie. Sus síntomas, como la decoloración parda y el marchitamiento del penacho central, solo se vuelven evidentes cuando el daño interno ya es total.

Una vez muerta, la estructura del tronco se compromete severamente. Es en este punto que la autoridad, siguiendo los protocolos de sanidad vegetal, debe talar para evitar el colapso repentino de la columna hueca sobre la vía pública.

La crisis que hoy tiene su foco en la Avenida Tamaulipas no es exclusiva de la Condesa. Se extiende como una mancha fitosanitaria por toda la capital.

La alcaldía Benito Juárez, con colonias como la Narvarte, ya sufrió pérdidas masivas, documentadas en camellones como el de Avenida Vértiz, lo que generó el lamento vecinal por la pérdida de un símbolo barrial.

La Sedema ha confirmado que el estrés hídrico y las altas temperaturas, derivadas del cambio climático, han debilitado a los ejemplares, volviéndolos presa fácil y acelerando la propagación del picudo.

La plaga exige una respuesta integral. El problema del picudo rojo es una emergencia fitosanitaria de alcance internacional, con antecedentes dolorosos en países como España, particularmente en su costa mediterránea.

La experiencia global ha provocado la implementación de estrategias científicas que hoy se aplican en la CDMX.

Una de ellas es el trampeo, utilizando trampas con feromonas y atrayentes para monitorear y reducir la población de adultos voladores.

Otra es la endoterapia, una técnica que consiste en la inyección de insecticidas directamente en el tronco para concentrar el tratamiento donde actúan las larvas, minimizando el impacto ambiental.

La Ciudad de México ha dado un paso más allá, probando la instalación de sensores acústicos en palmeras. Esta tecnología, inspirada en protocolos europeos, permite detectar el sonido de las larvas al alimentarse en el interior del tronco meses antes de que la planta muestre síntomas externos.

Este monitoreo precoz es vital, pues un tratamiento temprano aún puede salvar a un ejemplar que de otra forma estaría condenado.

El programa actual no solo contempla la tala de los árboles muertos, sino un plan de sustitución que busca renovar el arbolado con especies nativas y resilientes.

Se contempla la plantación de especies como ahuehuetes, jacarandas, o fresnos, que ofrezcan un futuro más seguro y adecuado a las condiciones actuales de la capital, reemplazando al icono importado.

La lucha contra el picudo rojo, catalogado como una plaga cuarentenaria, es una carrera contra el tiempo y un ejercicio de memoria histórica. Cada palmera caída en la Condesa es un recordatorio de que la conservación del paisaje urbano requiere de una vigilancia constante, tecnología y una acción coordinada entre autoridades y ciudadanía para planificar la Ciudad de México del mañana.

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