Ciudad de México, diciembre 15, 2025 11:59
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DAR LA VUELTA / La ciudad, el arte y la realidad

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Ambas aceras de la Avenida Juárez, y algunas calles aledañas, son un mercado improvisado, que obstaculiza el paso de peatones y de vehículos en el arroyo, que ensucia las calles y genera basura.

POR ERNESTO LEE

Una de las ventajas de vivir en una gran ciudad es la posibilidad de disfrutar la variada y permanente oferta cultural que ofrecen: museos, exposiciones, teatro, conciertos de todo tipo de música, ópera, cine.

La Ciudad de México no es la excepción. Cuenta con una amplia cartelera para todos los gustos (y bolsillos) y magníficos recintos para darles cabida. En lo personal, suelo asistir a conciertos de música clásica, a la ópera, al ballet y al teatro.

En cuanto a los teatros y salas de concierto, la ciudad tiene, por ejemplo, al Auditorio Nacional, donde se pueden ver desde artistas de todos los géneros musicales, hasta transmisiones en vivo de la ópera del MET de Nueva York. Hay espacios para conciertos multitudinarios y festivales que atraen al público en masa; otros que fueron creados para la música clásica, como la Sala Nezahualcóyotl, en el Centro Cultural Universitario de la UNAM, y las salas de concierto del Centro Nacional de las Artes, por mencionar los más conocidos.

Sin embargo, el escenario emblemático de la Ciudad de México para conciertos, ballet y ópera es, sin duda, el Palacio de Bellas Artes, ubicado en el centro de la capital, rodeado de otros edificios magníficos como el Banco de México, la Torre Latinoamericana, el Edificio Guardiola, el Palacio Postal o Correos de México y a tan solo unos pasos del Museo Nacional de Arte y del Palacio de Minería. Bellas Artes colinda con la centenaria Alameda Central, un parque muy arbolado, con elegantes fuentes y esculturas.

Lamentablemente, de unos pocos años a la fecha, varios de estos edificios suelen ser rodeados por altas vallas metálicas para protegerlos de los posibles daños que pueden provocarles algunos manifestantes cuando marchan hacia la Plaza de la Constitución, mejor conocida como el Zócalo, para protestar por diferentes razones, todas válidas.

El Palacio de Bellas Artes, lleva un buen tiempo rodeado por esa cerca de metal que impide el paso libre al edificio; solo se puede acceder al área que rodea el edificio por un pequeño acceso -resguardado por policías- ubicado sobre la calle Ángela Peralta. Lo que tiene poco tiempo es una invasión, porque es la mejor definición que encuentro, de vendedores ambulantes de todo tipo de mercancías, en el área de la Alameda Central contigua a Bellas Artes y a la Avenida Juárez.

Entiendo la necesidad de la gente de buscar el sustento y la forma más socorrida es el comercio informal, pero resulta desagradable tener que caminar esquivando puestos de fritangas, elotes, artesanías, ropa, libros y chuchería y media, para llegar a ese pequeño acceso que permite ingresar al Palacio de Bellas Artes.

Prácticamente ambas aceras de la Avenida Juárez, y algunas calles aledañas, son un mercado improvisado, que obstaculiza el paso de peatones y de vehículos en el arroyo, que ensucia las calles y genera basura.

Lamentablemente, la situación no tiene visos de mejorar. Las vallas metálicas seguirán obstaculizando la vista y el paso libre a los edificios y el comercio callejero no cesará porque las autoridades no son capaces de encontrar una alternativa viable al comercio informal, del que viven cada vez más habitantes de esta gran urbe.

Quienes asistimos a Bellas Artes somos capaces de disfrutar un cocierto, un ballet, una ópera y sentirnos reconciliados con la vida gracias al arte, pero al salir de la función, la vista y el olfato nos devuelven de golpe a una dura realidad.

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