Ciudad de México, octubre 5, 2024 16:50
Revista Digital Octubre 2024

El adiós del Güero: Cambia la convivencia de animales humanos-no humanos

Aunque hay animales no humanos son vistos como compañía, como mascotas, e incluso, como parte de la familia humana y a quienes amar. Y otros que son vistos como alimento, tales como los animales de granja, sin que esto nos despierte mucho conflicto interno. Cada vez más científicos están de acuerdo en que la tecnología actual puede proporcionar experiencias educativas ricas sin la necesidad de someter a los animales a pruebas invasivas.

POR MELISSA GARCÍA MERAZ

Hace un par de meses comencé a habitar una nueva vivienda. Emocionada, me trasladé con todas mis pertenencias a mi nuevo hogar. No me recibió el comité de vecinos, nadie tocó a mi puerta para presentarse, y no tuve mayores recibimientos “humanos” ni algún “me gusta” en mi comentario de presentación de WhatsApp. Esto quizás ya es familiar para todos nosotros, dado que las comunidades en los barrios de Ciudad de México, altamente gentrificados, se definen por saber que tus vecinos partirán muy temprano por la mañana a trabajar y regresarán ya muy entrada la tarde a descansar en sus hogares, lo que hace difícil conocerlos. Sin embargo, al llegar, alguien se acercó sigilosamente hacia mí. Su nombre, o como es conocido por los humanos en el edificio, es “Güero”, un gato con una apariencia algo entrada en años. Algunos lo describirían con un semblate triste, como el que tienen aquellos que han tenido demasiadas experiencias en el mundo.

Melissa y su gato. Foto: Especial

El Güero es bastante independiente, va y viene por el edificio y el vecindario. En el patio común tiene su casa y su arenero, aunque sospecho que los usa poco. Prefiere ir y venir a placer, durmiendo en el toldo del auto que más le apetezca. Algo me queda claro: ningún humano se mete con el Güero, él es libre de ir y venir por los pasillos del edificio, del patio exterior, y salir a dar un paseo por el barrio.  También lo he visto, más frecuentemente en días pasados, en la puerta de un departamento, esperando ansioso a que le abran la puerta. Mientras observo la libertad con la que el Güero se mueve por el vecindario, no puedo evitar reflexionar sobre cómo ha evolucionado la relación entre los animales humanos y los animales considerados de compañía a lo largo del tiempo.

Mucho se ha debatido acerca de los animales no humanos de compañía, y cómo han transitado de ser simples observadores de los humanos recolectores y los primeros humanos sedentarios, a cohabitar con ellos en los espacios de descanso y vida rutinaria. Incluso, hace poco, algunos jóvenes veterinarios se tomaron una foto de generación con sus animales no humanos con motivo de su graduación. Quizás, para muchos, este nombre “animales no humanos” es extenso, farragoso y poco utilizable; sin embargo, lo cierto es que el debate y opinión abierta acerca de lo que significan los animales no humanos en nuestro entorno y vida contemporánea están muy presentes.

Crías de jaguar hembra en el Centro de Conservación de la vida silvestre en Chapultepec. Foto – Galo Cañas – Cuartoscuro

El enfoque de las 3Rs (Reemplazo, Reducción y Refinamiento) en la investigación con animales busca precisamente minimizar el uso de animales y mejorar sus condiciones de vida.

Para muchos, lo más importante de esta interacción animal no humano-animal humano es que brinda tremendos beneficios para estos últimos. Autores como O´Haire señalan que las interacciones entre humanos y animales pueden mejorar la salud física y psicológica. Las personas con mascotas muestran una mayor supervivencia frente a enfermedades coronarias, menor uso de medicamentos y menos visitas a médicos. Esto quizás se deba a la reducción del estrés y el bienestar emocional que proporciona la compañía no humana, ayudando a aliviar la soledad y proporcionando consuelo.

Foto: Isabel Mateos / Cuartoscuro

Teorías como la biofilia, que hacen referencia a nuestra conexión innata con la naturaleza y otras formas de vida, podrían explicar nuestra tendencia a interactuar con mascotas, lo que nos ofrece un poco de calma, relajación y la disminución de la ansiedad. Además, las mascotas pueden actuar como una fuente de apoyo social al brindarnos consuelo emocional, e incluso facilitarnos la interacción con otros humanos.

Sin embargo, la vida urbana, la gentrificación y, en general, el “desarrollo” nos han ido alejando de estas interacciones. Los alquileres que aceptan hogares constituidos por animal humano-animal no humano se van reduciendo. Además, la cantidad de espacios donde ellos pueden vivir libremente también lo han hecho. Ya no nos es posible escuchar los cantos de los pájaros al amanecer.

Foto – Graciela López Herrera/ Caurtoscuro.

También es cierto que no todos los animales no humanos son vistos de la misma manera. En el fascinante libro titulado: “Some We Love, Some We Hate, Some We Eat”, Harold Herzog explora algunos matices de esta compleja y, a veces, contradictoria relación. Algunos animales no humanos son vistos como compañía, como mascotas, e incluso, como parte de la familia humana y a quienes amar. Sin embargo, otros son vistos como alimento, tales como los animales no humanos de granja, sin que esto nos despierte mucho conflicto interno. Incluso, la Antrozoología —la ciencia que estudia las interacciones entre humanos y animales— analiza cómo estas percepciones y emociones hacia los animales varían entre culturas y dentro de la misma cultura, en diferentes situaciones. ¿Por qué los humanos desarrollamos vínculos estrechos con nuestras mascotas y, al mismo tiempo, tenemos relaciones distantes y utilitarias con otros?

A lo largo del libro, Herzog platea preguntas éticas complejas acerca del uso utilitario de animales no humanos en experimentos científicos, en la crianza para el consumo, así como las prácticas culturales que involucran animales, sin una reflexión cuidadosa, ética y aun emocional y moral acerca de estas actividades.

Sin embargo, también es cierto que el mundo “humano” se aleja cada vez más del uso utilitario de los animales no humanos en la cosmética, las pruebas de laboratorio, el consumo de alimentos e incluso la moda. Este cambio no ha sido sencillo: desarrollar alternativas a estos consumos, así como el cambio ideológico acerca de estas prácticas, es fundamental para una mayor conciencia y transformación de conducta.

Cuidado de una aguililla en el Centro e Conservación de la vida silvestre, en Aragón. Foto: Sedema

Por supuesto, esto no es una tarea sencilla ni está completa aún. En el campo de la experimentación y la enseñanza de la ciencia, se han logrado muchos avances en simulaciones y modelos que permiten reducir o incluso eliminar la necesidad de experimentación con animales, especialmente en la docencia. Estos modelos no solo son más éticos, sino que también pueden ofrecer mayor precisión y control en el estudio de procesos biológicos o psicológicos. Es importante priorizar enfoques que respeten la vida animal no humano y, al mismo tiempo, exploren el potencial de tecnologías innovadoras como simuladores computacionales, modelos 3D y sistemas in vitro.

El enfoque de las 3Rs (Reemplazo, Reducción y Refinamiento) en la investigación con animales busca precisamente minimizar el uso de animales y mejorar sus condiciones de vida. En la docencia, la urgencia de priorizar los modelos de simulación está alineada con el principio de Reemplazo, que promueve buscar alternativas antes de recurrir a animales no humanos.

Cada vez más científicos, científicas, educadores y educadoras están de acuerdo en que la tecnología actual puede proporcionar experiencias educativas ricas sin la necesidad de someter a los animales a pruebas invasivas. En docencia, se pueden utilizar simuladores de anatomía o programas interactivos que ofrecen experiencias inmersivas y de alta calidad, sin el costo ético que conlleva la experimentación animal.

Por ello, es necesario enfatizar la necesidad de una reflexión profunda sobre la conexión humana con los animales no humanos, y cómo nuestras decisiones sobre ellos dicen mucho de nosotros como sociedad e individuos. Debemos tomar el tiempo necesario para cuestionar el uso de animales no humanos en la investigación y la docencia, así como nuestras elecciones alimenticias, asegurándonos de demandar políticas públicas que traten con respeto y ética aquellas vidas que serán tomadas para la alimentación humana, junto con la promoción de opciones que nos permitan reducir este consumo (principio de Reducción). Finalmente, es crucial continuar estudiando estas interacciones para maximizar su potencial en contextos terapéuticos y para superar las barreras que enfrentan los humanos con mascotas en el mundo moderno.

Hace unos días que no veo al Güero. Ya no maúlla por los pasillos, llamando a que alguien le abra la puerta para poder salir.  Me temo que los días del Güero recorriendo el vecindario han llegado a su fin. Pero no te alarmes, querido lector. A la par de la “desaparición” del Güero, un mensaje humano en el WhatsApp comunitario indicó que alguien le había comprado un arenero para que permaneciera el tiempo que deseara dentro de su departamento. Creo que el Güero ha decidido que permanecerá bastante tiempo en ese lugar.

Me atrevo a pensar que el Güero nos ha privado del gusto de admirar su icónica figura por los espacios públicos del edificio y el vecindario, y ha cambiado su vida independiente y libre por brindar su luz a un solo humano. Creo que el Güero ha optado por una vida más tranquila; ha dejado los paseos nocturnos por el vecindario por un cómodo cojín dentro de uno de los departamentos. Seducido por el cariño de un humano, por la calidez de un hogar y el abrazo seguro de manos humanas, ha dejado la vida en la colonia. Como aquellos lobos que se acercaron por primera vez a los grupos de humanos que comenzaban a formar aldeas sedentarias, con mayores recursos alimenticios que, por primera vez, podían extender hacia otros animales, el Güero se ha acercado a un humano para recibir alimento y cariño, a cambio, él otorgará todo el amor que solo un felino como él, con su triste mirada y sus experiencias a cuestas, puede brindar. Y, por qué no, creo que de vez en cuando escapará para disfrutar del aire que recorre el vecindario.

P.D. Especial agradecimiento a Yeye, el gato que siempre se acurruca en su sillón al lado de mi escritorio para acompañarme en las tardes de lectura y escritura

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