CARTAS A LOS REYES MAGOS / Ciudades más inteligentes
Foto: Francisco Ortiz Pardo
“Una sociedad que discuta los temas que le atañen desde su propia perspectiva y no dependa de afinidades partidistas o de discursos polarizadores para fijar posturas”.
POR ROBERTO REMES TELLO DE MENESES
Les voy a pedir que mi ciudad, la Ciudad de México y su zona conurbada, se transforme en una ciudad inteligente. Sin embargo, no deseo que se convierta en una urbe basada únicamente en autopistas, luces de colores, botes de basura que hablan y robots para pasear perros.
Anhelo algo más enfocado en las necesidades reales de los habitantes.
Hablar de Ciudades Inteligentes es algo relativamente de moda. “Smart Cities” suena bien, evoca futuro, tecnología y progreso. Ciudades como Dubai, Shanghái, Tokio, Londres o Nueva York quizás encarnan este concepto, pero raramente lo asociamos con lugares como México o Calcuta.
La primera ciudad de la humanidad, según teorías, fue Uruk, en Mesopotamia, ubicada a unos 10 kilómetros del río Éufrates. La arquitectura de Uruk ya reflejaba una preocupación por satisfacer las necesidades de sus habitantes: ventilación, iluminación, decoración y, crucialmente, una planeación urbana con una división clara de usos y jerarquías. Ese enfoque, a mi juicio, no solo le daba el carácter de ciudad, sino también de ciudad inteligente, según las tecnologías de la época.
Hoy, una ciudad inteligente en el desierto junto al Éufrates tendría un sistema de bombeo y tratamiento de aguas, con reaprovechamiento de las mismas; utilizaría fotoceldas sobre las casas para aprovechar la luz solar en la generación de electricidad, y todos tendrían aire acondicionado operado por fuentes renovables de energía. Sería una ciudad compacta y vertical para usar eficientemente todos los servicios, con tableros de control para la operación del alumbrado público, detección de fugas en tuberías e información en tiempo real del transporte público.
Sin embargo, una ciudad así no necesariamente es “la más inteligente”. Irak, hogar de la antigua Uruk, es una democracia emergente, sucesora de un régimen autoritario y de una larga ocupación estadounidense tras la invasión a Kuwait en 1990. Difícilmente podemos pensar en Bagdad o cualquier otra ciudad iraquí como una Smart City, al menos no a corto plazo.
Como decía, queridos Reyes Magos, en referencia a Uruk: una ciudad inteligente es aquella que se enfoca en satisfacer las necesidades de sus habitantes. Pasar horas en el tráfico no parece ser la forma más inteligente de transportarse, pero tampoco lo es viajar apretados como sardinas en el transporte público, ni arriesgar la vida en bicicleta o cruzando calles a pie de noche o si uno no se siente seguro.
Aspiro a una ciudad con una gobernanza inteligente, donde los ciudadanos podamos discutir nuestros problemas, sus causas raíces y las soluciones sostenibles. Anhelo una ciudad que no limite sus debates públicos a simplificaciones como “ellos son los del metro que se cayó” o “los del cártel inmobiliario”. Deseo que, si hay culpables, se les castigue, pero que los reclamos específicos no manipulen los debates más trascendentales.
Quiero una sociedad que entienda que, más que reclamar más subsidios o menos impuestos, necesitamos ser lo suficientemente inteligentes para comprender que estirar la cobija y aumentar el gasto social sin incrementar los ingresos solo pospone las inversiones necesarias en infraestructura. Una sociedad que se dé cuenta de que necesitamos más ingresos para tratar el agua, evitar las fugas y asegurar un acceso equitativo a la misma; una que entienda que con proyectos de corto plazo o de fácil ejecución no solucionaremos realmente los problemas de movilidad, sino que necesitamos más metro y trenes suburbanos, cuyo trazo no sea definido caprichosamente.
Anhelo una sociedad que discuta los temas que le atañen desde su propia perspectiva y no dependa de afinidades partidistas o de discursos polarizadores para fijar posturas. Una ciudad inteligente en la que los políticos, bajo la presión social, estén obligados a encontrar soluciones racionales y no solo manipulaciones emocionales para sus electores.
Queridos Reyes Magos, si no es mucho pedir, quiero una ciudad inteligente cuyos ciudadanos discutan con lógica, no con pasión, las soluciones a sus problemas, mirando hacia el futuro y construyendo instituciones que sirvan para planificar y resolver, no solo para posponer.
Me he portado bien y seguiré haciéndolo hasta que me concedan este deseo.
Rey Peatón.