El costo de confiar en un desarrollador inmobiliario: Matan al árbol Eugenito, en la Del Valle

Eugenito derribado. Foto: captura de pantalla
Este ejemplo da la razón al movimiento #SalvemosALaureano que busca un parque junto al laurel centenario para defender el entorno ambiental
STAFF / LIBRE EN EL SUR
Vecinos de la colonia Del Valle denunciaron este miércoles 6 de agosto la tala del árbol conocido como “Eugenito”, un ejemplar de aproximadamente 25 metros de altura, ubicado en la misma cerrada que el fresno “Eugenio”, declarado Patrimonio Natural y Cultural de la Ciudad de México en 2023. La empresa responsable fue la constructora Adince, que llevó a cabo el derribo de forma súbita y sin mostrar ningún permiso, a pesar de los múltiples llamados de los residentes para preservar al árbol como parte del ecosistema urbano.
“Actuaron de manera fugaz, con una motosierra, lo tiraron literalmente, no lo talaron como se talan los árboles… sino literalmente lo tiraron, le pasaron la motosierra por el tronco en la parte de abajo y lo echaron para atrás”, declaró Mike Rojas, vecino de la zona, en entrevista con El Universal.
De acuerdo con el mismo medio, las personas que realizaron el derribo mostraron una supuesta resolución judicial relacionada con un amparo promovido por otro vecino para impedir la tala de árboles en el área. Sin embargo, no presentaron ninguna autorización específica para cortar a Eugenito, lo que ha generado indignación entre los habitantes.
Desde el 17 de julio, El Universal había documentado la preocupación vecinal ante la posibilidad de que el árbol fuera derribado, ya que la declaratoria del Gobierno capitalino únicamente protegía a Eugenio, pero dejaba fuera a Eugenito, pese a su cercanía, tamaño y función ecológica compartida. El 25 de julio, personal de la misma constructora intentó podarlo sin éxito. Y aunque el 29 de julio la jefa de Gobierno, Clara Brugada, prometió revisar su situación, aclaró que no sería incluido como árbol patrimonial. Con ello, Eugenito quedó completamente vulnerable.
La tala de Eugenito, otro fresno que contaba con medio siglo de edad– ocurre en un contexto de oportunismo político que ha indignado aún más a las comunidades que defienden activamente los espacios verdes. Como en el caso del árbol Eugenio, la diputada federal Laura Ballesteros —secundada por el diputado local Royfid Torres, ambos de Movimiento Ciudadano— ha defendido públicamente la declaratoria de Laureano, el laurel centenario de Tlacoquemécatl del Valle, como si se tratara de un logro propio. Lo ha hecho de manera reiterada en videograbaciones y redes sociales, montándose en la causa vecinal, mientras convalida silenciosamente la construcción de un edificio de lujo en el predio adyacente, donde la comunidad exige un parque vibracional como protección del ecosistema.
El caso de la muerte de Eugenito da razón completa a los integrantes del movimiento #SalvemosALaureano, que —tras años de experiencia y centenares de árboles talados por desarrolladores inmobiliarios— saben que no se puede confiar en ellos. La narrativa de que una empresa puede proteger un árbol mientras vierte cemento a sus pies se ha vuelto insostenible.
Además, existe una advertencia científica ineludible: el sistema radicular de Laureano, al igual que el de otros ejemplares de Ficus benjamina, puede extenderse hasta tres veces el tamaño de su copa, y lo hace de forma superficial. Es decir, sus raíces se desplazan horizontalmente apenas por debajo del nivel del suelo, por lo que dañarlas aunque sea de forma parcial —mediante excavación, cimentación o vibraciones— puede comprometer gravemente su equilibrio y supervivencia.
Y Laureano no está solo. Próximo a él se encuentra Colorina, como le llaman los vecinos a un colorín (Erythrina coralloides), especie nativa y protegida por la NOM-059-SEMARNAT-2010, que paradójicamente no aparece en ninguna declaratoria patrimonial, como tampoco la tuvo Eugenito. Las ramas de Colorina, al igual que las de Laureano, entran al predio donde se pretende construir el edificio, cuyas unidades se comercializan desde 7.5 millones de pesos. Se trata de un megaproyecto inmobiliario que se impone sobre un pueblo originario, San Lorenzo Xochimanca, en medio de múltiples denuncias vecinales contra la gentrificación, el encarecimiento de servicios básicos y la pérdida de identidad territorial.
La historia de Eugenito muestra con crudeza lo que ocurre cuando se minimizan las advertencias técnicas, ecológicas y ciudadanas. Hoy, ese árbol yace derribado sobre el suelo, víctima de la simulación ambiental. Y su muerte sirve como advertencia de lo que puede pasar con Laureano y con Colorina si se sigue apostando por soluciones políticas a medias, pactadas entre desarrolladores y representantes públicos, en lugar de proteger de verdad lo que aún queda en pie.