En sociedades donde prevalece la desconfianza, en ambientes polarizados, entornos de violencia y resentimiento, hablar del cuidado para el bien común no puede ser más oportuno.
POR ARANTXA COLCHERO
El pasado 16 de noviembre se inauguró en el Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM, el seminario de investigación “Cuidados para la vida y el bien común” concebido y coordinado por Estela Roselló (https://www.youtube.com/watch?v=7xIhCBUjAhI). Además de las sabias palabras de Estela y la relevancia del tema en el contexto que estamos viviendo, resalta la elocuente participación de Fernando Escalante, destacado sociólogo, profesor del Colegio de México.
Fernando cuestiona la idea generalizada de que “el hombre sea por naturaleza egoísta”. Con acierto describe cómo en la historia y en el ciclo de la vida, somos dependientes del otro: nos cuidan al nacer, cuando enfermamos y con el paso del tiempo los propios padres y familiares son cuidados por los más jóvenes.
Concuerdo con él, con algunas diferencias y matices porque pienso que el ser humano se debate entre lo que quiere para sí mismo, si es que lo sabe y lo que le da al otro. ¿Cómo cuidar al otro sin descuidarse, sin sentir que es un desgaste, sin hacerlo para llenar un vacío, con cuidado genuino, sin cálculos? Seguro que tenemos que pensar en un concepto más amplio del cuidado.
Además, ¿quién es el otro además de los cercanos? ¿Al que no conocemos? Al desconocido no lo vemos a los ojos, somos indiferentes sobre todo con el más vulnerable, ya sea por sentirnos culpables de nuestra condición más afortunada o por miedo a estar en ese lugar.
En la dimensión del autocuidado y el cuidado del otro se cruza otro reto. Cuando actuamos de manera irracional, lo cuál es humano -y los economistas del comportamiento lo reconocen y parten de ello, a diferencia de los economistas clásicos que nombraba Fernando- podemos dañarnos y dañar al otro. Tan solo un ejemplo, el que consume alcohol en exceso deja de cuidarse y puede causar algún accidente o acto que perjudique al otro. En estos casos, las regulaciones y políticas públicas son relevantes. El estado tiene una participación importante en el cuidado de la población. Pero no es solo eso, no sería suficiente.
El cuidado del otro podría concebirse como un concepto más amplio que favoreciera un entorno más amigable, de cuidados más amplios, de mayor conciencia del entorno y de los otros, de las sinergias que pueden generarse, de la percepción de que hacerlo nos coloca a todos en mejor condición, en el bien común. En un anhelo por dejar de ser indiferentes. En también un llamado a la ética, como bien refiere Fernando.
¿Está peleado con lo que somos? Quizá no deberíamos pensar en lo que somos como una generalidad, también somos producto de lo que hemos vivido y de lo que queremos vivir.
Un entorno desfavorable plantea retos adicionales a esta iniciativa del cuidado, pero lo hace aún más necesario y relevante. En sociedades donde prevalece la desconfianza, en ambientes polarizados, en entornos de violencia y resentimiento, con notorias desigualdades como vivimos en México, hablar del cuidado para el bien común, no puede ser más oportuno. Abramos el tema.
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