Cáncer de mama: A unos nos toca a otros, no, pero a los que sí, si se tocan a tiempo, si se acarician en el momento, si se abrazan en el instante, las huellas que quedan recordarán qué si hay cura, si hay puerto, si hay vuelta, después de la borrasca, después del ventarrón.
POR DIEGO A. LAGUNILLA
Hace más de un año llegó la noticia, recuerdo el aturdimiento y la helada sensación. El miedo. El dolor. La obscuridad.
Caminamos en principio a tumbos, caminamos para no parar y sucumbir, caminamos para respirar; sin correr, ni huir, de frente, con mi mujer, la faroína, por faro y heroína, y mi hijo, nuestro hijo, de diez añitos, entendimos, sin necesidad de cavilarlo, que esto se navega acompañados, esto se tripula en equipo, codo a codo, hombro a hombro, sobre todo, corazón con corazón y no solos, no relegados, no olvidados.
Uno que se va componiendo de distintos umbrales, de distintos pasos, que se dan sobre una suerte de secuencialidad no lineal; se avanza y retrocede para volver a empuja.
Golpe directo a la línea de navegación, golpe que por su dolor trasciende al dolor mismo, a ese que no se reconoce su ubicación porque es físico, emocional y de otra índole, porque su presencia inunda todo lo cercano y lo lejano, el horizonte mismo. La mirada, el habla y la expresión.
Espacio que se retrae y expande. Uno que hiela y ahoga. Uno que se compone de Intervenciones, recuperaciones, pruebas y evaluaciones; unas conocidas, otras que quisiéramos no conocer, inyecciones, lentas y fastidiosas -que he olvidado su nombre porque no lo quiero recordar- salvo la última porque esa me dio una de las mayores dichas cuando mi faroína tocó la campana, marcando (se) el después del antes.
Uno que se va componiendo de distintos umbrales, de distintos pasos, que se dan sobre una suerte de secuencialidad no lineal; se avanza y retrocede para volver a empujar, para volver a enarbolar, para volver a respirar, curiosamente en el mes, en este mes, que se hace registro, que se hace memoria de esta perturbación que ronda sobre una suerte de psicótica rifa, entre la mama y la sinrazón.
A unos nos toca a otros, no, pero a los que sí, si se tocan a tiempo, si se acarician en el momento, si se abrazan en el instante, las huellas que quedan recordarán qué si hay cura, si hay puerto, si hay vuelta, después de la borrasca, después del ventarrón.
Qué en los momentos más álgidos de zozobra, incertidumbre y preocupación los que según su circunstancia, según su condición, supieron mostrarnos que ahí estaban, que ahí estuvieron, y que ahí estarán. Con cariño, compañía y presencia nos mostraron que no one fights alone.
comentarios