Luis de Tavira: Aún no hay consciencia de importancia del teatro en el ‘aquí y ahora presencial’
POR JUAN CARLOS CASTELLANOS
Luis de Tavira (Ciudad de México, 1948), ganador de la Medalla Bellas Artes 2019 por sus aportaciones al teatro mexicano, no entiende ese galardón como un reconocimiento exclusivamente personal, “porque nadie hace teatro solo. El reconocimiento atañe a todos aquellos con quienes me ha sido dada la gracia de trabajar para que el teatro aparezca siempre en nuestra sociedad, en el país, en los lugares más remotos en donde estemos”.
En entrevista con Notimex, el dramaturgo, maestro de arte teatral y formado de actores e instituciones, señaló que este “es un reconocimiento a la comunidad de hacedores de teatro, a los constructores de este arte colectivo”.
Dentro de las distinciones que ha recibido a lo largo de su carrera, la Medalla Bellas Artes 2019 representa algo especial, en tanto que es el INBA quien lo otorga. “Esa ha sido mi casa muchas veces, he trabajado en Bellas Artes muchos años o para el teatro desde Bellas Artes, institución fundamental para los mexicanos”, dijo.
Recordó haber recibido la invitación, el llamado a integrar el Centro de Experimentación teatral en los años 80, “y esa es una de las épocas más intensas de creación y proposición teatral que me haya tocado vivir. Posteriormente, tuve la suerte de colaborar en la adecuación, integración y consolidación de la Compañía Nacional de Teatro”.
De Tavira reestructuró y fue el director artístico de la Compañía Nacional de Teatro del INBA de 2008 a 2016, donde dejó un legado de 59 obras de repertorio distribuidas en 162 temporadas, 96 giras nacionales y 32 internacionales, que alcanzaron 389 mil 664 espectadores, un elenco estable de 52 actrices y actores, una planta técnica de jóvenes especializados en todas las áreas vinculadas con la escena, y dos teatros: la Sala Héctor Mendoza y La Corrala del Mitote —escenario trashumante para plazas públicas—, indicó el INBA al otorgarle la medalla.
Hacer teatro es ejercer el privilegio de servir
“Creo que el don del teatro ahí está, anidado en mí y yo he correspondido con perseverancia. Se cree que uno elige al teatro, que uno toma la decisión, pero es al revés, es el teatro quien lo elige a uno y a uno le toca obedecer; yo he respondido con obediencia al llamado del teatro, que es servicio. Hacer teatro es un privilegio, sí, pero es el privilegio de servir”, aseveró el dramaturgo.
Expuso que su respuesta a esa invitación, que es el teatro, ha sido con enorme pasión, rigor y consistencia. “Es un arte el teatro. Es mucho más que un oficio, y el arte exige. Esa exigencia es semejante al amor: insaciable”, dijo.
“También he intentado ser agradecido por cuanto recibí de los maravillosos maestros que me dieron gratis la sabiduría del teatro, y he intentado dar gratis lo que gratis recibí. El llamado del teatro se me dio cuando comencé mi camino respondiendo a un llamado que me llevó a la Compañía de Jesús. Yo quería ser jesuita como los que había conocido y me habían formado en el colegio, personas llenas de inspiración. Ahí uno tiene una experiencia interior que lo lleva, que lo llama, y justamente en ese seguimiento, es la Compañía de Jesús donde me tocaba aprender la cultura y el mundo grecolatino, y aprender griego y latín. Me tocó en suerte un maestro prodigioso que nos enseñaba griego con Sófocles. Ahí se encendió una chispa”, refirió.
No obstante, De Tavira viene de una familia en la que el teatro jugaba un papel fundamental. Fueron muchos hermanos y quien llevaba esa vena artística era su hermano Juan Pablo, quien después fundó el Teatro Penitenciario. Él tenía claro que quería dedicarse al teatro, pero al final terminó dedicado al derecho penal y a todo ese universo humano de la rehabilitación penitenciaria. Ahí encontró la manera de realizarse.
“Fueron mis maestros jesuitas quienes me enviaron a estudiar teatro a la UNAM en el emblemático año de 1968; es decir, hace más de 50 años. Me tocó ser universitario en ese momento, lo que implicó un sacudimiento enorme, un bautizo de realidades, y ahí conocí a los grandes maestros teatrales que me formaron; yo surgí del teatro universitario”, evocó.
Un año termina y otro comienza
Concluye 2019 y hace un balance con mucha expectativa. “No quiero hacer juicios apresurados porque el camino está empezando. Aún tengo esperanza en que se entienda la importancia que se le otorga al teatro, justamente para atender lo que sucede en este país. El teatro es decisivo, no me parece que esté del todo claro todavía porque debería exigirse mucho más en la apuesta por crear estructuras e infraestructuras que den estabilidad a los buenos propósitos de cultura en este país”, señaló.
Para el director de escena, aún no se cae en la conciencia del papel que juega el teatro en lo que parece ser un emblema de esta gestión, que es el teatro comunitario, porque es el teatro el que teje la comunidad, es el arte que reúne a la sociedad en el aquí y ahora presencial, no en la intermediación virtual. La reunión de la comunidad es para transformar al espectador en su propio acontecer, por lo tanto, es la construcción de la conciencia.
“Creo que no se acaba de entender que hay que apostar por políticas que resulten en generar condiciones de estabilidad y de propiciación. También, el apoyo no puede ser a individuos directos, debe ser a grupos, porque el teatro no se hace a través de individuos solitarios, se hace a través de comunidades. El hacedor del teatro es la comunidad y exige arte, lo que implica profesionalismo y no improvisación. El teatro es el arte por excelencia de la lucha contra la barbarie. Echo de menos que haya conciencia de lo que en eso se juega en esta lucha decisiva contra la barbarie”, expresó.
Para 2020 ya prepara un espectáculo sobre Matteo Ricci (Italia, 1552-China, 1610) matemático, cartógrafo y misionero católico jesuita que fue el primer occidental en el siglo XVI que consiguió entrar a China. Es un espectáculo sobre el encuentro cultural entre Oriente y Occidente, y se podría estrenar en mayo. “Estoy viendo con quién montarla y será el colofón de una trilogía que inició con La expulsión, sobre la salida de los jesuitas mexicanos, siguió con El corazón de la materia, las relaciones entre fe y ciencia, y ahora viene sobre este jesuita del siglo XVI que consigue el encuentro con China para reflexionar sobre las relaciones entre Oriente y Occidente.
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