Desalojo militar –con armas– interrumpe concierto del vasco Fermín Muguruza en el Multiforo Alicia

Militares afuera del Alicia. Foto: Fermín Muguruza.
La comunidad artística responde con indignación mientras se multiplican los deslindes oficiales.
El operativo tuvo un tufo de censura: un artista vasco con discurso político de izquierda, un espacio incómodo para los poderes, un mensaje que no encaja con la narrativa oficial de transformación cultural.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
La noche del viernes 30 de mayo de 2025, el Multiforo Cultural Alicia, ubicado en la colonia Santa María la Ribera de Ciudad de México, fue escenario de un desalojo abrupto durante un concierto del músico vasco Fermín Muguruza. Un operativo conjunto de aproximadamente 200 elementos del Ejército, la Guardia Nacional y la policía capitalina interrumpió el evento, que había agotado entradas, sin una explicación oficial inmediata. La imagen de soldados uniformados irrumpiendo en un foro contracultural evocó a muchos los peores momentos de represión vividos en el país.
Fermín Muguruza, exlíder de las bandas Kortatu y Negu Gorriak, es una de las figuras más relevantes de la música contestataria en Europa. Su obra transita el punk, el ska, el reggae y las músicas del mundo con un fuerte contenido político. Desde hace cuatro décadas, ha sido una voz activa contra el racismo, la militarización, el imperialismo y en favor de los derechos de los pueblos. Durante el desalojo, Muguruza pidió calma a los asistentes, instándolos a salir sin violencia. “El Alicia es un lugar muy especial para mí”, alcanzó a decir antes de dejar el escenario.
El Multiforo Alicia, fundado en 1995 por Ignacio Pineda, ha sido durante décadas un bastión de la contracultura, el arte independiente y los movimientos sociales alternativos. Originalmente ubicado en la colonia Roma, el Alicia cerró su primera etapa en 2023, pero reabrió en marzo de 2024 en su nueva sede de Santa María la Ribera. En abril fue reconocido oficialmente como el primer “Espacio Cultural Independiente” de la ciudad, en un intento de blindarlo frente al acoso inmobiliario y burocrático. Pero ni ese respaldo impidió que soldados y policías ingresaran como si se tratara de una operación contra el narco.
Las versiones oficiales han sido contradictorias. La Secretaría de Seguridad Ciudadana argumentó que el foro no contaba con los permisos necesarios y que el aforo fue rebasado. Sin embargo, tanto la jefa de Gobierno, Clara Brugada, como la secretaria de Gobernación federal, Rosa Icela Rodríguez, reprobaron la intervención. Brugada calificó el operativo como “inadmisible” y ordenó una investigación, mientras que desde la Secretaría de Cultura local se afirmó que no existía justificación para clausurar un foro legalmente reconocido. Se ha informado que algunos mandos policiales ya fueron destituidos.
Por su parte, la alcaldesa de Cuauhtémoc, Alessandra Rojo de la Vega, se deslindó de cualquier responsabilidad en el operativo, señalando que su administración no tiene control sobre las fuerzas federales ni fue notificada. Desde sus redes sociales, expresó su rechazo a lo ocurrido: “No hay cultura sin libertad. Y la censura no es parte de mi gobierno”. Algunos usuarios, sin embargo, le reprocharon que su deslinde resultaba poco creíble frente a la magnitud del operativo.
Las reacciones de la comunidad cultural no se hicieron esperar. Durante un concierto esa misma noche en el Auditorio Nacional, Saúl Hernández, vocalista de Caifanes, interrumpió el espectáculo para solidarizarse con el Alicia: “No puedes hacer un allanamiento cuando Nacho ha peleado legalmente la existencia del lugar una y otra vez”, dijo en referencia a Ignacio Pineda, su fundador. Luego, dedicó la canción “Antes de que nos olviden” al movimiento de la música emergente y a los espacios independientes.
En redes sociales, artistas, colectivos culturales, organizaciones defensoras de derechos humanos y decenas de periodistas expresaron su indignación. Para muchos, el operativo tuvo un tufo de censura: un artista vasco con discurso político de izquierda, un espacio incómodo para los poderes, un mensaje que no encaja con la narrativa oficial de transformación cultural. Y en lugar de un debate abierto, llegaron los uniformes.
El Alicia no es solo un foro. Es memoria viva de una generación que creyó en la autogestión, en la resistencia cultural y en la posibilidad de cambiar el mundo desde el escenario. El desalojo no es solo una anécdota: es una advertencia. Y también, como ocurrió en otros tiempos, puede ser el inicio de otra forma de movilización. Porque si algo ha demostrado el Alicia durante tres décadas, es que el corazón de la cultura independiente late incluso en la penumbra. Y a veces, más fuerte cuando intentan silenciarlo.