Cuando el peso mexicano era referencia global

El barco Hundido. Foto: Especial
Hemos borrado de nuestra memoria colectiva la época en que las monedas producidas en lo que es actualmente nuestro país se convirtieron en el motor del comercio entre Asia, América y Europa.
POR ESTEBAN ORTIZ CASTAÑARES
En 1963 unos pescadores australianos descubrieron restos de un barco hundido de la compañía holandesa del oeste de la india (West Indian Company). Se trataba de un barco del siglo XVII llamado “Vergulde Draek” (Dragón Dorado) y su descubrimiento tuvo una gran relevancia porque en su interior se encontraron miles de monedas de plata, todas ellas con el símbolo de “M”, de México. Se piensa que el barco provenía de Holanda y utilizaba los pesos mexicanos como instrumento de cambio para pagar las especies que adquiría en el sur este de Asia. La zona donde se encuentran el Océano Indico y el Pacífico se había plagado de piratas habidos de robar las valiosas monedas que transportaban los barcos mercantes. En el ataque este barco se hundió, lo que nos ha permitido saber de su existencia.
El instrumento de intercambio comercial que los europeos utilizaban cuando se iniciaron operaciones comerciales con el sur de Asia era la plata, y en especial la acuñada en México, lo que se conocía como “Peso de Plata Mexicano”, “Real de a Ocho” o “Dólar Español”.
El florecimiento de la Nao de China, que en esa misma época viajaba de Manila (Filipinas) a Acapulco, con cientos de productos exóticos (entre los más importantes: seda, porcelana, especies y marfil), solo se pudo dar gracias a el peso de plata. A Asía no le interesaba ningún producto americano o europeo, solamente plata. La moneda producida en la Nueva España proveniente principalmente de las minas de los actuales estados de San Luis Potosí y Zacatecas, por su pureza y calidad, se convirtió en la moneda de preferencia y referencia.
Un siglo después, los ingleses tenían grandes problemas para adquirir productos chinos, ya que estos exigían como instrumento de pago la plata que habían conocido indirectamente, cuando los holandeses controlaban la zona sur asiática donde estaban las especias (Indonesia). El imperio inglés no tenía ni monedas ni minas de plata y para mantener su balanza comercial internacional, atacó a China en la famosa guerra del Opio (1839-1842, la primera y de 1856-1860 la segunda), obligándolos a aceptar la droga (opio), que era uno de los pocos productos que la sociedad consumía –ilegalmente–, a cambio de té y porcelana.
Por los múltiples descalabros de la historia hemos borrado de nuestra memoria colectiva la época en que las monedas producidas en lo que es actualmente nuestro país, se convirtieron en el motor del comercio internacional que permitió conectar a Asia, América y a Europa y dio inicio a la globalización.
A partir del siglo XVII, las nuevas rutas de ultramar incrementaron el comercio exponencialmente; y el oro no era suficiente para poderse utilizar como instrumento de cambio; pero la plata, en cambio, con los grandes yacimientos que contaba nuestro país (y en menor medida Perú), permitieron que el intercambio internacional de bienes floreciera naturalmente, volviéndose el hilo conductor que integraba el comercio en todo el mundo.
El peso mexicano de plata se usó como moneda de cambio no solo en el sur de Asia y China, sino que fue aceptado en Japón, toda Europa, Persia, el Imperio Otomano y América.
La primera moneda china de plata, el Tael, basó su diseño en el peso mexicano de plata. Además, México se volvió el gran distribuidor de productos de Asia. La mercancía se compraba en Filipinas, con el peso; se enviaba a México, donde de Acapulco se transportaba hasta el Golfo de México, y de Veracruz se enviaban a España para ser vendidos en toda Europa.
En los Estados Unidos se utilizaba como moneda de intercambio hasta la prohibición del uso de monedas extranjeras como forma de pago oficial, hecha por el congreso en 1857, cuando México tenía ya un poco más de 35 años de ser una nación independiente.
El símbolo que actualmente se considera como de dólar “$”, fue inicialmente utilizado en México y después adoptado por nuestro vecino del norte (entre muchos otros países) y no representa la unión de una “U” y una “S” (US dólar), sino que era la representación de la columna de Hércules y la enredadera que salvaguardaban simbólicamente el mundo (grabado en dos hemisferios), en una de las caras de la moneda. En Estados Unidos este símbolo estaba tan arraigado en la cultura nacional, que se mantuvo como referencia monetaria en el dólar estadounidense.
Pero, mientras el comercio internacional continuó creciendo exponencialmente durante los siguientes siglos, las minas mexicanas se agotaban. La plata empezó a escasear y a pesar de que era el instrumento más solicitado en todo el mundo, por su carencia comenzaron a ser utilizados otros instrumentos de cambio europeos (creados y usados localmente desde el siglo XVII), como son las letras de cambio, pagarés, o los billetes de respaldo, lo que terminó convirtiéndose en los billetes que actualmente conocemos.

Este fue el primer gran cambio monetario. Los billetes como papel impreso ya no tenían un valor intrínseco, sino representativo. Significaban la confianza que se tenía en el país de emisión para poderlo cambiar, eventualmente, por su equivalente en oro y plata.
A mediados del siglo XX, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba por terminar, el gran debilitamiento de las potencias económicas del mundo permitió que los Estados Unidos se convirtiera en un referente de solidez económica; y en 1944, en los acuerdos de Breton Woods, este valor de confianza hizo que su moneda, el dólar, se volviera el billete estándar mundial.
La segunda gran transformación se dio en 1971, cuando Nixon eliminó la garantía de respaldar los dólares con oro o plata. El dólar se volvió un instrumento de intercambio simbólico, impulsando el comercio internacional que ahora no dependía de la escasez de un metal sino de la cantidad de billetes que se imprimían.
La economía mundial basada en el dólar simbólico le dio a Estados Unidos privilegios exorbitantes. Con la impresión de su moneda podía financiar déficits y deuda a muy bajo costo, atraer inversiones extranjeras en su bolsa de valores y ejercer un poder económico global al limitar la distribución en países que consideraba peligrosos para sus intereses, como Rusia e Irán.
Las economías emergentes, en cambio, tuvieron barreras de desarrollo, se endeudaban en dólares y, cuando esta moneda se apreciaba, su deuda se incrementaba y disminuía su capacidad para la adquisición de tecnologías que les permitieran producir y ser competitivos internacionalmente.
En el México de mi infancia (1976), con el pretexto del 175 aniversario de la independencia, se produjeron monedas de 10 pesos de plata (ley 0.9), con el fin de dar confianza al peso y controlar la inflación. En la sociedad, el valor peso ya estaba muy anclado en la referencia simbólica del dólar; y pronto esta moneda, por su valor intrínseco de plata, empezó a ser considerada de un valor mayor a los 10 pesos que representaba. Así que se dejó de utilizar como instrumento de cambio y se empezó a almacenar como metal precioso. En 1980 dejaron de circular completamente. Como ironía del destino, en toda China, actualmente se pueden comprar fácilmente en casas numismáticas.

En 2009, a causa de la gran crisis financiera generada en Estados Unidos (Goldman Sachs), que se extendió mundialmente, la organización BRICS cuestionó estas estructuras financieras y trató de impulsar nuevos instrumentos de cambio internacionales, independientes de algún país en especial. Propusieron que las transacciones mundiales se pudiesen dar a través de distintas opciones, como referencias indexadas a materias primas (como metales preciosos oro y plata, petróleo, gas, etcétera), criptomonedas y el uso de la tecnología (blockchain) para compensar las compras y ventas entre países sin la necesidad del uso de una referencia monetaria.
En la actualidad, la iniciativa de este grupo ha tomado mayor fuerza a causa de las nuevas políticas de Trump, que han incrementado la desconfianza de la estabilidad y solidez económica de Estados Unidos.
Pero si el 57% de todas las reservas nacionales en el mundo están denominadas en dólares norteamericanos (conforme al reporte del Fondo Monetario Internacional, FMI) y representa el 88% de las transacciones globales (de acuerdo con un informe de la organización BIS, Banco de Pagos Internacionales), es imposible sustituirlo como instrumento de cambio a corto plazo sin provocar un colapso económico mundial. La transformación deberá realizarse paulatinamente.
Las reservas de dólares mundiales, a pesar de ser altas, han descendido, pues en 1979 eran de 85%. Es decir que las reservas nacionales del mundo se están diversificando. El oro alcanzó el máximo valor de la historia el 8 de septiembre de este año, con un precio de 3.694,9 USD por libra, en bolsa COMEX, como resultado de un incremento en su demanda, tanto privada como para las reservas nacionales.
La situación actual internacional y en Estados Unidos están ayudando a crear una conciencia mundial de que lo mejor será un estándar independiente de una nación y de sus intereses, por lo que, sin saber exactamente el desenlace de este proceso, podemos esperar que se cree un instrumento distinto al dólar con algunas características similares al que nuestro país inventó ¡hace 250 años!
De cualquier manera, el peso mexicano de plata se utilizó inclusive más que el dólar actual a nivel mundial, ya que se aceptaba por su valor intrínseco también como moneda local en todo el mundo. Pero lo más importante de la historia es que, como instrumento de cambio, fue el motor que permitió el primer desarrollo del comercio internacional: el inicio de la globalización.