Propone ganador del ‘Princesa de Asturias’ cultivar la humildad

Michael Sandel. Cultivar la humildad. Fotos UNAM.
Es una actitud cívica por el bien común, dice Michael Sandel.
Sonia Venegas Álvarez destacó que la visita a la UNAM del profesor de la Universidad de Harvard es una oportunidad histórica para el debate filosófico, la reflexión democrática y el fortalecimiento del pensamiento crítico en nuestro país.
STAFF/LIBRE EN EL SUR
Entre más creamos que somos autosuficientes, será más difícil que nos veamos en los zapatos de otra persona; en cambio, aquellos que retienen esta gratitud por la buena suerte y el apoyo conseguido tienen más oportunidad de ser empáticos con otras personas, dijo a estudiantes y académicos de la Facultad de Derecho (FD) de la UNAM el ganador del Premio Princesa de Asturias 2018, Michael Sandel.
Necesitamos cultivar la humildad como una actitud cívica por el bien común; hacerlo será el primer paso para volver al camino que actualmente nos separa, enfatizó.
Durante el encuentro, realizado en el auditorio Ius Semper, Sonia Venegas Álvarez, directora de la FD, Sonia Venegas Álvarez, fue la encargada de dar la bienvenida al filósofo, quien está en México con el apoyo del Tecnológico de Monterrey.
Su visita es motivo de orgullo para la Universidad Nacional y el Tec de Monterrey, y oportunidad histórica para el debate filosófico, la reflexión democrática y el fortalecimiento del pensamiento crítico en nuestro país, aseveró la universitaria.

Acompañado por Roberto Antonio Cabrera y Rodríguez, coordinador de Vinculación Académica de la FD; y Paulina Campos Villaseñor, vicepresidenta de los campus Ciudad de México del Tecnológico de Monterrey, el estadounidense reflexionó sobre los riesgos de la meritocracia.
Y explicó: Es paradójico hablar de la “tiranía del mérito” porque se considera a este como algo bueno, entonces ¿cómo puede volverse una tiranía? Si vemos en las últimas cuatro décadas podemos ver que la división entre ganadores y perdedores se ha eliminado, contaminado la política y nos ha apartado.
El profesor de la Universidad de Harvard precisó que esto tiene que ver parcialmente con la inequidad económica, pero también con el cambio en la actitud sobre el éxito, que ha acompañado a la inequidad. Aquellos que están arriba tienen la creencia de que su éxito es propio y que merecen la riqueza que el mercado les ha dado.
Por el contrario, quienes lidian con pocas oportunidades también creen que no son acreedores a ello, esto nace de una idea del éxito que puede parecer atractiva; pero en la práctica las oportunidades no son iguales.
A decir de Sandel, los niños que nacen pobres tienden a ser adultos en esa condición. Si este fuera el único problema con la meritocracia la solución sería obvia, perfeccionarla para crear oportunidades iguales para todos, traerlos al mismo punto de partida en la carrera, pero esto requiere que todos tengan las mismas posibilidades de educación, salud y de las necesidades básicas.
Por ello, el profesor de la Facultad de Derecho preguntó: ¿podríamos decir que si hay las mismas oportunidades los ganadores realmente merecen la posición?
La respuesta es que no son realmente iguales, es decir, hablamos de nepotismo. Además, los talentos u oportunidades de las personas no solo tienen que ver con el mérito, sino con la suerte de cada uno, a lo que se suma que la sociedad es la que decide qué talentos recompensa ya sea de un profesor o Taylor Swift.
Entonces, abundó, la meritocracia tiene una parte oscura y es que es corrosiva con el bien común, le da probabilidad a los exitosos de agasajarse en su propio éxito y de sentir que lo que han ganado es un mérito propio. Crea una actitud de ganadores con falso orgullo y hace que vean hacia abajo a los que no son tan afortunados, especialmente si tienen las mismas oportunidades que ellos.
Entonces, acotó Sandel, aún la meritocracia perfecta crea la ilusión de que los exitosos tienen derecho a ver hacia abajo a los menos afortunados. Esto genera un sentimiento de resentimiento y humillación, y hace que la solidaridad sea un proyecto casi imposible porque los más exitosos le deberían algo a quienes carecen de las mismas oportunidades.
La meritocracia, precisó, hace que se nos olvide la buena suerte que se ha tenido a lo largo del camino y a aquellos que nos han impulsado para estos logros. Por ello es importante que los exitosos estén al tanto de su suerte y las circunstancias que los llevaron a donde están.
De acuerdo con el experto, en la sociedad actual falta ese espíritu de humildad y actitud, pese a ser una característica relacionada con el civismo.