FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
La noche del pasado martes, cinco sujetos armados irrumpieron en una cafetería ubicada en Diagonal San Antonio 1747, en la colonia Narvarte. Despojaron a los comensales de sus teléfonos celulares, dinero, tarjetas de crédito, relojes. Golpearon a uno que se resistió al atraco. Y se fueron tan campantes Impunemente.
El hecho mereció ya muy poca atención de los medios. Los eventos delictivos en la delegación Benito Juárez, incluidos balaceras y homicidios, han sido tan frecuentes en los últimos meses que ha dejado de ser noticia. Lo que es doblemente grave.
Sabemos que nuestra demarcación ocupa el primer lugar en índice delictivo en varios rubros, entre ellos el asalto a casas habitación y robo de automóviles. El segundo en robo a transeúntes. Nada para enorgullecernos, por cierto.
Lo peor es que eso también eso ha dejado de ser noticia. El deterioro de la seguridad que padecen los vecinos juarenses se ha convertido en lugar común, sin que ninguna autoridad se evoque realmente a remediarlo.
La gran coartada para la ineficacia escandalosa en el combate a la delincuencia es el de la competencia legal de los actores. La autoridad delegacional invariablemente aduce que no tiene competencia en el tema de la seguridad y que no tiene mando sobre la policía que supuestamente debe cuidar a los ciudadanos de la demarcación.
Otro pretexto es la calidad de delegación de tránsito de la BJ. Efectivamente, cada día vienen de otras partes de la capital y del área metropolitana cerca de dos millones de personas. Llegan para trabajar, estudiar, comprar o divertirse. Miles son vendedores ambulantes foráneos que ocupan nuestras calles para hacer su negocio. La Delegación asegura que esa población volante es la culpable de la inseguridad que padecemos. ¿Y?
La verdad es que se buscan excusas, pero no soluciones. Echarse la pelota unos a otros solo sirve para taparle el ojo al macho. El gobierno central anuncia cada tercer día nuevos operativos en colonias con Del Valle o Narvarte para combatir el flagelo, pero la ola delictiva sigue. La corrupción es ingrediente clave. Y la autoridad delegacional sólo se cruza de brazos y dice que a ella no lo incumbe.
¿Y los vecinos? Cada día es más riesgoso para las familias juarenses salir de casa. En cualquier esquina podemos sufrir un asalto. Si vamos a un restaurante, una cafetería, una pizzería, nadie nos puede asegurar que no seremos víctimas de un asalto a mano armada. Tampoco en las tiendas, centros comerciales. ¡Ni en nuestro propios hogares o automóviles!
Estamos en plena campaña electoral. Un tema central de las propuestas, promesas y mentiras de los candidatos a la nueva Alcaldía de Benito Juárez es el de la inseguridad. Uno ofrece “blindar” a la demarcación. Otro, como Trump, establecer un muro para impedir que los maloras entren. Otro más promete una policía propia, pagada para vigilar a sus ciudadanos. Alguno dice que se establecerá un convenio con la Secretaría de Seguridad Pública para tener vigilancia privilegiada.
Lamentablemente, la experiencia nos demuestra que las promesas son eso y que pasada la contienda todo vuelve a ser como antes. O peor, porque la inseguridad es cada día más extendida y más grave, más violenta. ¿Hasta cuándo aguantaremos pasivamente? Válgame.
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