Ellas son ahora sobrevivientes de un drama humano singular que en medio de la batahola informativa de los inicios de 2021 prácticamente no trascendió…”
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
Este año tiene un significado especial y muy distinto la presencia de las religiosas dominica a las puertas de su convento en el viejo barrio de San Juan Mixoac para ofrecer su tradicional Rosca de Reyes. Ellas son ahora sobrevivientes de un drama humano singular que en medio de la batahola informativa de los inicios de 2021 prácticamente no trascendió.
Conocidas como Las monjas de Mixcoac, ellas forman parte de una comunidad en claustro, la de la orden dominica de Predicadoras de Santa Catalina de Siena. Ocupan desde 1949 la casona que fuera residencia del político y periodista revolucionario Ireneo Paz, abuelo de nuestro Premio Nobel de Literatura 1990, Octavio Paz, que ahí pasó su infancia y parte de su juventud entre 1915 y 1937. El inmueble está ubicado frente a la plaza Gómez Farías, a un lado del actual Instituto Mora, en la esquina de Ireneo Paz y Augusto Rodin de la mencionada colonia, en el poniente de la alcaldía Benito Juárez.
Además de sus actividades meramente religiosas, las monjas se dedican desde hace más de 70 años a la elaboración y venta de diferentes productos para ayudar a su manutención. Entre ellas está de manera destacada su famosa Rosca de Reyes, preparada conforme a una antigua receta casera. También es célebre su Pan de Muerto, que venden en noviembre. Las madres tienen su propia panadería, incluidos los hornos, en el interior del convento. También preparan durante todo el año buñuelos, pan, tamales, chiles encurtidos y, en agosto y septiembre, chiles en nogada sobre pedido. Y elaboran vestimentas litúrgicas.
Personalmente supe de ellas hace más de 45 años. Era el 6 de enero de 1977 y alguien llevó una rosca a la redacción del semanario Proceso, que acabábamos de fundar dos meses antes, para celebrar el Día de Reyes. “Es de las monjas de Mixcoac”, dijo mientras nos disponíamos a repartírnosla. Fue entonces que indagué y me enteré de la ubicación del convento.
Prácticamente desde entonces me volví cliente asiduo de las religiosas, tanto para la adquisición de la Rosca de Reyes como del Pan de Muerto que ellas elaboran. Con el tiempo, y sobre todo por nuestro trabajo en Libre en el Sur conocí pormenores de la historia y actividades de las dominicas que forman parte ya de la vida cotidiana de ese antiquísimo pueblo, cuyo nombre originario es el de San Juan Malinaltongo, vecino por cierto de San Lorenzo Xochimanca o Tlacoquemécatl, donde ahora vivo.
Pasada precisamente la festividad de los Reyes Magos y la acostumbrada venta de las roscas, a mediados de enero de 2021, se declaró un brote de Covid-19 en el convento de las monjas de Mixcoac, donde había 24 religiosas. El contagio cundió rápidamente entre ellas y 15 de las madres contrajeron el coronavirus. Tres de ellas requirieron ser hospitalizadas. Una murió, lamentablemente: la madre Teresa Coronado, de 87 años.
El brote suspendió naturalmente las actividades habituales de las dominicas, incluida la venta de sus productos. Eso se tradujo en una situación económica muy grave para la comunidad, a pesar del apoyo que recibió de su congregación. El caso trascendió necesariamente en el barrio y la solidaridad comunitaria no se hizo esperar. Durante meses –y todavía algunos hasta la fecha—vecinos ayudaron los despensas, ropa y apoyo económico para mitigar la crítica situación, de la que afortunadamente fuero saliendo poco a poco.
Por eso me parece que este 6 de enero tenemos los juarenses algo muy importante que celebrar, además de la conmemoración para los creyentes de la adoración de los reyes de Oriente al niño Jesús en Belén. Las monjas de Mixcoac están de regreso a las puertas de su monasterio de fachada color crema, como todos los años, con su insuperable Rosca de Reyes.
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