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POR LA LIBRE/ Nuestras palmeras

Hoy, nuestras emblemáticas palmeras se están extinguiendo. Cientos de ellas se han secado y han tenido que ser taladas; pero cada día sucumben otras y otras más en todos los rumbos de la alcaldía Benito Juárez, y de hecho de la ciudad toda.

FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI

Sorprende toparse hoy con fotografías del Zócalo capitalino a mediados del siglo pasado en las que aparecen palmeras en los jardines que entonces ocupaban gran parte la Plaza de la Constitución. Son evidencia de la presencia de esos esbeltos árboles tropicales en la Ciudad de México mucho antes de lo que nuestra memoria sea capaz de registrar.

Encuentro una descripción según la cual las palmeras son plantas arbóreas o arbustivas siempre verdes, ojo, con un tallo único o ramificado desde la base, de diferente tamaño, denominado estípite. El tallo carece de crecimiento secundario y solo presenta una yema terminal que favorece el crecimiento del estípite y el desarrollo de las hojas de manera helicoidal. La savia circula a través de pequeños conductos filamentosos localizados en el interior de los troncos, aportando suavidad y flexibilidad al estípite.

Según algunas referencias periodísticas, se debe al presidente Miguel Alemán Valdés la introducción de esa especie en parques y avenidas de nuestra metrópoli.  Durante una visita a Los Ángeles California, el mandatario mexicano se habría encantado con las numerosas avenidas sembradas de palmeras en aquella ciudad del sur de Estados Unidos.

A su regreso a México, según esa versión, dio instrucciones al entonces regente capitalino, Fernando Casas Alemán, para que hiciera traer un número importante de estas plantas para sembrarlas en algunas avenidas, calles y camellones, de un modo bastante similar a las que estaban plantadas en urbe angelina. Algunas de ellas llegaron así al Zócalo.

Las palmeras se plantaron en diversos puntos de la ciudad, particularmente en zonas en las que proliferaron las construcciones de estilo Colonial Californiano,  como las colonias Polanco, Anzures, Lomas de Chapultepec y Lindavista, así como varias ubicadas en territorio de la actual alcaldía Benito Juárez, entre ellas Narvarte, Álamos, Del Valle y La Piedad.

Cualquiera, usted o yo, lo puede constatar con la catástrofe un simple recorrido por las colonias Narvarte, Del Valle o Santa Cruz Atoyac...”

La población de palmeras en nuestra demarcación se vería luego completada por la donación hecha por el emperador de Etiopía durante la visita que hizo a México en 1954. Tal sería el origen de la actual Glorieta de Etiopía, que efectivamente fue sembrada por numerosos ejemplares de la especie etíope.

Fue así que muchas de nuestras más hermosas avenidas, como Xola, Universidad, Doctor Vértiz, avenida Cuauhtémoc, Divisón del Norte, Diagonal San Antonio, La Morena y Cumbres de Maltrata adquirieron una fisonomía muy peculiar, al grado de que en alguna forma la palmera se convirtió en el árbol emblemático de la Benito Juárez.

De hecho, la estación Xola de la línea 3 del Metro tiene como icono a esta planta de la familia de las arecáceas, comúnmente llamadas palmas o palmeras.

En los años 70, la apertura de los Ejes Viales y posteriormente la introducción del Metrobús en avenidas como Xola y avenida Cuauhtémoc obligaron al retiro y reubicación de números ejemplares, que fueron trasplantados en los camellones de otras avenidas de la zona o en parques como el de Los Venados, Tlacoquemécatl, Arboledas y el Hundido.

Hoy, nuestras palmeras se están extinguiendo. Decenas, cientos de ellas se han secado y han tenido que ser taladas; pero cada día sucumben otras en todos los rumbos de la alcaldía, y de hecho de la ciudad toda.

Esa catástrofe ecológica, que alcanzó inclusive a la emblemática Palma centenaria de Paseo de la Reforma, es atribuida por los especialistas a hongos y otras plagas antes desconocidas cuya propagación se habría acelerado como efecto del cambio climático.

Un censo inicial encontró que en la CDMX existen unas 15 mil palmeras, de las cuales en septiembre pasado estaban ya afectadas 11 mil 400, lo que da idea de la dimensión del problema.

Según un informe de las autoridades capitalinas difundido a finales de 2021, “entre las causas principales que afectan a las palmeras llama la atención la supuesta presencia del fitoplasma, causante del Amarillamiento Letal del Cocotero y otros agentes patógenos detectados en análisis de suelo realizados por la SEDEMA, en el año 2019 y 2020; también es evidente la presencia de muérdagos, motivo por el cual se plantea realizar acciones de manejo integral para la recuperación de los espacios públicos que poseen esta especie vegetal”.

Omiten por razones obvias los aspectos que son responsabilidad de la autoridad, como el mantenimiento, la poda y el riego oportunos y adecuados, que según otros expertos han incidido también en la propagación de la plaga, como fue evidente en el caso de la Palma del Paseo de la Reforma.

Expertos arboristas han precisado que desde 2012 se recibieron los primeros reportes de palmeras muertas o enfermas sin que se hiciera mayor esfuerzo al menos en contener el problema

Según el plan original del Fondo Ambiental Público de la Ciudad de México,  iniciado a principios del año pasado, sería necesario gastar 100 millones de pesos y derribar unas 500 palmeras en cuatro alcaldías capitalinas: Benito Juárez, Miguel Hidalgo, Cuauhtémoc y Coyoacán.

Un censo inicial encontró que en la CDMX existen unas 15 mil palmeras, localizadas mayoritariamente en esas cuatro demarcaciones, de las cuales en septiembre pasado estaban ya afectadas 11 mil 400, lo que da idea de la dimensión del problema.

En realidad, esa cifra se ha superado en 16 meses, sin que se tengan todavía datos ciertos sobre el alcance de esta calamidad. El número de ejemplares muertos se puede estimar en miles tal vez. Lo evidente es su presencia devastadora en muchos de nuestros camellones y parques.

Cualquiera, usted o yo, lo puede constatar la catástrofe con un simple recorrido por las colonias Narvarte, Del Valle o Santa Cruz Atoyac.

En la pequeña glorieta de Doctor Vértiz y Pilares, por ejemplo, hay tres esbeltas palmeras evidentemente muertas, con su follaje seco, café. Son una especie de símbolo de nuestra tragedia, ante la cual lo más grave es la impotencia: no hay nada que hacer. Válgame.   

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