En el balance de 2021 destacan los efectos en mucho devastadores del coronavirus, tanto en México como en el mundo entero. Basta decir que nuestras autoridades, que actúan más en atención a intereses políticos que en afanes científicos, han tenido que aceptar tácitamente el fracaso de su estrategia
POR FRACISCO ORTIZ PINCHETTI
Hasta hace poco, cada fin de año era costumbre hacer un recuento de daños y logros y enseguida enumerar nuestros propósitos de Año Nuevo con un cierto aire juguetón. Esto cambió. Entre las cosas que ha modificado la pandemia del Covid-19, que cumple ya dos años, estuvo el tomarnos con mayor seriedad las cosas.
Efectivamente, en el balance de 2021 destacan los efectos en mucho devastadoras del coronavirus, tanto en México como en el mundo entero. Basta decir que nuestras autoridades, que actúan más en atención a intereses políticos que en afanes científicos, han tenido que aceptar tácitamente el fracaso de su estrategia, al reconocer de manera oficial 300 mil víctimas mortales de Covid-19 en el año que termina.
Esa cifra quintuplica ya lo que el doctor López-Gatell describió como “escenario catastrófico” en junio del 2020. Y todos sabemos que el número real de fallecimientos en nuestro país supera cuando menos los 600 mil, según diversos organismos internacionales, el doble que la cifra oficial.
El subsecretario de Salud aseguró en efecto el 4 de junio de ese año que la estimación de decesos por la enfermedad, realizada por el Gobierno federal, era de 30 a 35 mil personas, y en un “escenario muy catastrófico” se rebasarían los 60 mil fallecimientos.
Lo mismo ocurrió con el manejo de la vacunación, condicionada la estrategia a los tiempos electorales para proteger la previsible victoria de Morena y sus aliados, conforme a las directrices del Presidente López Obrador. Se brincaron sin más normas sanitarias elementales y se desobedecieron sin más las indicaciones del Consejo encargado del tema.
No podemos por eso confiar en las afirmaciones de esas mismas autoridades en el sentido de que el reciente incremento de contagios y la amenaza mundial de la variante Ómicron que ha sido motivo de severas advertencias por parte de la OMS, no es motivo de preocupación. En el caso de la capital, la jefa de Gobierno ha reconocido el incremento de contagios pero a la vez descarta una ‘cuarta ola’ de la pandemia.
Pese a todo lo anterior, uno siente ganas de ser optimista y mirar para adelante con una actitud positiva. Nuestros propósitos de Año Nuevo pueden ser en ese sentido, pero pienso que debemos partir de un primer propósito y asumirlo con mucha seriedad: tomarnos muy en serio los riegos que sigue significando el coronavirus y a partir de lo individual esforzarnos realmente en mantener las medidas de precaución que ya conocemos.
Tal vez así podemos hablar de un Feliz Año Nuevo.
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