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Portales: El centro de abasto para comer sano y barato

Comer saludable y barato no es una fantasía ni una tendencia, sino un derecho y una posibilidad tangible. Solo hace falta mirar hacia adentro, a nuestras tradiciones culinarias, y hacia abajo, al mercado de barrio.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

En la colonia San Simón Ticumac, justo donde se entrecruzan las calles Calzada Santa Cruz, Juan Escutia, Rumania y 5 de Febrero, el Mercado de Portales es apenas el centro de un ecosistema más amplio que día con día se activa para ofrecer alimentos frescos, saludables y accesibles a una comunidad que valora la cocina casera y el trato directo. Aquí, comer sano no es una moda de revista, sino una práctica cotidiana que se nutre tanto de los pasillos del mercado como de las fruterías, tiendas especializadas, carritos ambulantes y panaderías del barrio.

El mercado, con sus más de 600 locales, abre desde las 7 de la mañana y ofrece todo lo necesario para una alimentación completa: frutas de temporada, verduras recién traídas desde Milpa Alta, Mixquic o San Gregorio, hortalizas limpias, nopales, quelites, rábanos, espinacas, chayotes y flor de calabaza. Hay carne de ave libre de hormonas, filetes de pescado fresco, huevo de rancho y queso panela de producción artesanal. También se consigue arroz integral, lentejas, garbanzo, amaranto y avena a granel, ideales para cocinar sin recurrir a empaques ni conservadores. En algunos pasillos se pueden encontrar productos orgánicos con certificado, traídos por pequeños productores que instalan puestos los fines de semana.

Fuera del edificio, la vida saludable se expande en todas las direcciones. Sobre la Calzada Santa Cruz se alinean carritos que venden fruta picada (piña, papaya, sandía, melón, jícama y pepino), con chile en polvo sin sal, sal de mar o limón natural. Los precios son fijos y solidarios: una bolsa mediana cuesta entre 20 y 30 pesos. A lo largo de la calle Rumania se asientan puestos semifijos que ofrecen nopales ya pelados, guajes, calabazas, betabel, chiles secos, espigas de maíz para esquites caseros y hasta paquetes preparados para hacer jugos detox con apio, perejil, nopal y toronja.

Las fruterías del entorno son clave. “Frutas y Verduras El Maná”, ubicada sobre Juan Escutia, ofrece combos para ensaladas o sopas, con ingredientes ya lavados, además de jugos y licuados preparados al momento. En esa misma línea, “Frutas Selectas Juárez”, en Rumania, se surte directamente en la Central de Abastos y en Xochimilco, garantizando frescura y rotación diaria. Otra más, “La Huerta”, combina venta directa con reparto a domicilio y se ha ganado la fidelidad de los vecinos con sus guías para preparar platillos naturales a partir de lo que se cosecha en el mes.

Sobre la calle 5 de Febrero se ubica uno de los secretos mejor guardados del barrio: la tienda La Nueva Alpina, donde se venden cereales, frutos secos, granola sin azúcar, cacao puro, semillas (linaza, girasol, chía), mieles artesanales y productos sin gluten. Junto con su “hermana mayor”, La Alpina (ubicada en Víctor Hugo 51, en Portales Norte), estas tiendas representan un punto clave para quienes buscan insumos saludables para preparar en casa, desde panqués integrales hasta leches vegetales. También hay aceites de oliva de primera prensa, vinagres de manzana sin filtrar, y harinas de coco, almendra o avena.

El pan, lejos de estar ausente, se celebra. A una cuadra del mercado, sobre Rumania, el expendio de Panadería La Ideal ofrece pan de caja integral, bolillo sin manteca, pan de centeno y galletas de avena, todo recién horneado. Los fines de semana, en el cruce con Juan Escutia, llegan panaderos de Milpa Alta que venden hogazas rústicas, pan de plátano sin azúcar, bollos de avena y piezas elaboradas con masa madre.

Además, hay oferta directa de pequeños productores. Algunos vienen desde Morelos, Puebla o Tláhuac, trayendo verdolagas, huevos de rancho, quesos frescos y mole casero. Lo hacen en camionetas particulares o motonetas, instalándose discretamente al amanecer y retirándose antes del mediodía. Sus precios están por debajo de los supermercados, y sus productos —muchas veces sin intermediación— llegan sin empaque ni código de barras.

Entre el olor del cilantro y la fragancia del pan caliente, en Portales la buena comida no está en la etiqueta sino en la comunidad. Quien sabe caminar sus calles con calma puede llevarse a casa lo necesario para una dieta saludable, fresca y sabrosa sin haber pisado una sola cadena comercial. Aquí, el mercado no se acaba en sus muros: se desborda en las banquetas.

COMER SANO NO ES UN PRIVILEGIO

En tiempos donde ir al súper puede parecer un deporte extremo para el bolsillo, surge una buena noticia: comer sano no es privilegio de ricos ni está reservado a las vitrinas de tiendas gourmet. La clave está en saber elegir, planificar, y sobre todo, desmitificar.

Así lo sostiene la reconocida nutricionista española Boticaria García, quien en su más reciente participación en el programa Saber Vivir de la televisión pública ibérica, enumeró cinco alimentos esenciales que son a la vez saludables y asequibles:

1. Huevos, fuente de proteína de alto valor biológico, seguros para el consumo diario.

2. Legumbres, baratas, nutritivas y versátiles, tanto secas como en conserva.

3. Conservas de pescado, como atún o sardinas, prácticas y duraderas.

4. Verduras congeladas, que conservan sus propiedades y evitan el desperdicio.

5. Frutas de temporada, más baratas, sabrosas y frescas.

García es tajante: “Estos alimentos son ricos para el cuerpo y buenos para el bolsillo”. Y no está sola. En México, diversos colectivos comunitarios han venido defendiendo lo mismo desde hace años: que el frijol es un superalimento patrimonial, que la cocina popular es medicina, y que el regreso a la comida de las abuelas no es nostalgia sino resistencia.

En colonias como Tláhuac, Coyoacán o Iztapalapa, se multiplican los talleres de cocina saludable con presupuesto limitado. Desde estos espacios, nutricionistas y promotoras comunitarias enseñan que una sopa de lentejas puede ser más nutritiva que un batido industrializado, y que hacer las compras en el tianguis con lista en mano puede reducir el gasto semanal hasta en un 40%.

Frente a la inflación, la desinformación alimentaria y las campañas que promueven suplementos y dietas “milagro”, la cocina de olla, el guisado sencillo, el nopal y la avena emergen como actos políticos y de cuidado colectivo.

Comer saludable y barato no es una fantasía ni una tendencia, sino un derecho y una posibilidad tangible. Solo hace falta mirar hacia adentro, a nuestras tradiciones culinarias, y hacia abajo, al mercado de barrio. Ahí está la salud.

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