Ciudad de México, noviembre 21, 2024 13:01
Revista Digital Mayo 2022 Vestigios

El Portento en la colonia Del Valle que volvió santo a Juan Diego

Hace 32 años ocurrió la increíble historia del joven que se salvó de morir luego de lanzarse desde un balcón en la calle de Pilares y ser desahuciado por los médicos

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena de origen chichimeca nacido en 1474 en Cuautitlán, fue canonizado como santo de la Iglesia católica por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de Guadalupe, el 31 de julio de 2002

STAFF/LIBRE EN EL SUR

Este 3 de mayo se cumplen 32 años de un portento, que tuvo por escenario la colonia Del Valle de la actual alcaldía Benito Juárez. Un joven, víctima de profunda depresión debido al consumo de drogas, se lanzó desde un segundo piso y se estrelló con la orilla de la acera 10 metros abajo. Moribundo, fue llevado a un hospital, donde los médicos lo consideraron desahuciado.

Juan José Barragán Silva, que entonces tenía 20 años de edad, vivía con su madre, Esperanza Silva,  en el departamento 3 del edificio de Pilares número 13 esquina con Tejocotes, en la mencionada colonia juarense. Enloquecido, saltó por encima del barandal del balcón ubicado justo en el vértice del inmueble y se estrelló contra la acera. Fue trasladado en una ambulancia acompañado por su madre a la Clínica Londres, ubicada en la calle Durango de la colonia Roma. Llegó prácticamente agonizante, con  múltiples fracturas en el cráneo, la espina dorsal y otras partes el cuerpo.

Esperanza Silva contaría después que, desesperada ante la inminente muerte de su hijo, se acordó de que Juan Pablo II acababa de beatificar a Juan Diego, el indio al que según la tradición se le apareció la Virgen de Guadalupe, por lo que decidió encomendarse a él por primera vez en su vida.  “Estando en el hospital, el Espíritu Santo me iluminó y me acordé del beato. Entonces le dije ‘ahora que estás fresquecito, que estás cerca del Señor, hazme este favor e intercede por mi hijo”, dijo ella en una entrevista. 

Trece días después, ante el asombro de los médicos, Juan José salió del hospital andando por su propio pie y sin apenas rastro de las graves heridas sufridas en el accidente.

Del segundo piso de este edificio saltó Juan José. Su sobrevivencia no tuvo explicación médica. Foto: Libre en el Sur

Su milagrosa salvación fue crucial en el proceso de canonización de Juan Diego. El obispo Felipe Tejera García explicó  que “fue un auténtico milagro comprobado por la Santa Sede. El Señor le concedió a la madre de Barragán la gracia de la vida a su hijo, con la intervención de San Juan Diego”. A su vez monseñor Guillermo Ortiz, vocero entonces de la iglesia mexicana, dijo que un médico traumatólogo, un físico matemático quien midió el precipicio y un siquiatra, diagnosticaron que la instantánea recuperación del joven no tiene explicación científica.

Hoy, pocos son ya los vecinos que recuerdan aquel acontecimiento. Se sabe que Juan José, luego de su milagrosa recuperación, se fue a vivir un tiempo con su padre a Los Ángeles, California. Doña Esperanza, que permaneció en el departamento de la calle Pilares, a una cuadra de Insurgentes Sur y del Parque Hundido, mandó colocar una reja de piso a techo en el fatídico balcón desde el que saltó su hijo, que años más tarde regresó a vivir con su madre.  Hace poco más de cuatro años, luego del terremoto de 2017, Esperanza y su hijo se fueron a vivir a la ciudad de Querétaro.

Juan Diego Cuauhtlatoatzin, un indígena de origen chichimeca nacido en 1474 en Cuautitlán, fue canonizado como santo de la Iglesia católica por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de Guadalupe, el 31 de julio de 2002, durante una de sus múltiples visitas a nuestro país.  El santuario erigido para su devoción en lo que fue el Cine Lindavista (cuya fachada se conservó) de la colonia del mismo nombre, cerca del santuario Guadalupano, se encuentra inconcluso y prácticamente abandonado hasta la fecha. Su festividad es el 9 de diciembre.

Aunque en algunos de sus interiores el edificio en que vivió Juan José ha sido remodelado, por fuera permanece prácticamente igual. El departamento 3, con su balcón enrejado, está deshabitado. En su planta baja, un local comercial en el que han funcionado a lo largo de tres décadas diversos negocios, ahora hay una fonda  especializada en chilaquiles. Ni las meseras ni la encargada, entrevistadas por Libre en el Sur,  sabían del milagro que ocurrió en ese inmueble. Tampoco los empleados de un salón de belleza ubicado justo enfrente. Sobreviven sin embargo unos pocos vecinos que guardan esos hechos como una vivencia imborrable.

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