Ciudad de México, noviembre 21, 2024 08:18
Revista Digital Febrero 2021 Reporte especial

Relaciones de amor rotas: No es el covid, sino el egoísmo

Por más críticas que podamos hacer a la banalidad del 14 de febrero, si no regalamos algo ese día, nos va mal. A la pareja se le exige todo el tiempo novedad, como si fuese un producto de consumo; y cuando no lo puede dar, se le desecha. El confinamiento al que obliga el virus es un espacio propicio para reinventar el amor.

POR FRANCISCO ORTIZ PARDO

En estos tiempos de pandemia, las relaciones amorosas no presentan una crisis existencial sino más bien de retos, al obligarnos a abandonar el consumismo y el individualismo con que se vivía habitualmente. Así es como desmitifica el psicólogo Ricardo Trujillo Correa la capacidad destructiva del Covid-19 en el amor. Lo que sucede, afirma el experto de la Facultad de Psicología de la UNAM, es que la pandemia nos pone a prueba para relacionarnos en un entorno de lentitud, estático, al abandonar el “afuera” y enfrentarnos al “adentro”, que necesariamente pasa por observarse uno mismo y encontrarse con el otro.

Cuando se le sugiere que el virus también deja a su paso muerte de amor, él concede que “quizás ocurra” pero que ello no está dado por la pandemia, sino por la incapacidad de ser profundos en nuestras relaciones; y eso ya pasaba antes de la aparición del coronavirus. “Cuando el encierro se prolonga –advierte en entrevista— no sabemos qué hacer y tememos que nos vamos a sacar los ojos”. Para ilustrarlo cita una frase del psicólogo social Pablo Fernández Christlieb: “Los amantes de hoy a la segunda mirada ya se están aburriendo…”

Cuando Libre en el Sur propuso a parejas diversas plasmar sus testimonios de lo vivido en medio de la pandemia, algunas declinaron por mantener su historia en el ámbito privado; pero otros más por considerar imprudente hablar de sus propias crisis.

Paradójicamente, el amor contribuye a la inmunidad biológica. Particularmente en el enamoramiento o primera fase del amor, en los seres humanos aumentan las defensas contra cualquier microorganismo porque se incrementa la expresión de los genes involucrados en la respuesta inmunológica, según Ignacio Camacho Arroyo, académico de la Facultad de Química de la misma UNAM.

“En esta etapa vamos a tener más defensas contra cualquier microorganismo”, explicó durante una videoconferencia intitulada Los ingredientes bioquímicos del amor. “Si estamos enamorados y nos enfermáramos de COVID-19, por ejemplo, es mucho más probable que podamos resistir al virus”. Y es que en términos biológicos, detalló, el amor es un fenómeno integral en donde participa todo el organismo, en el cual el cerebro y diferentes glándulas producen mensajeros químicos que se comunican entre sí.

Una relación de pareja requiere tiempo y lentitud. Y el problema es que no soportamos lo estático.

Cuando Libre en el Sur propuso a parejas diversas plasmar sus testimonios de lo vivido en medio de la pandemia, algunas declinaron por mantener su historia en el ámbito privado; pero otros más por considerar imprudente hablar de sus propias crisis. ¿Qué pasa?, es lo que se pregunta a Ricardo Trujillo Correa, licenciado en psicología clínica y maestro en psicología industrial, que dedica buena parte de sus investigaciones y conferencias al tema del amor. “El problema no se da en las formas de interrelación. “El confinamiento –responde— nos mostró que los seres humanos tienden a ser poco profundos. Por más críticas que podamos hacer al 14 de febrero como una fecha banal, la verdad es que si ese día no regalamos una flor, nos va mal”.  

. Foto: Daniel Augusto / Cuartoscuro

La explicación es que utilizamos el “afuera” para desentendernos del “adentro” y eso da por resultado relaciones muy superficiales. A la pareja se le exige todo el tiempo novedad, como si fuese un producto de consumo; y cuando no lo puede dar, se le desecha… El confinamiento es un espacio estático pero propicio para aceptar al otro, lo que contrasta con la velocidad de afuera.

En ese sentido, la pandemia nos obliga a reflexionar y da una oportunidad para cambiar los patrones culturales y con ello los lazos afectivos. Para sustentar lo anterior, el también doctorante en Teoría Crítica explica que hace un siglo la gente se la vivía dentro de la casa y no pasaba nada. En cambio ahora sale corriendo a la menor oportunidad, se va de viaje aun cuando sabe que hay una amenaza viral, incluso letal.  

Una relación de pareja, sostiene, requiere tiempo y lentitud. Y el problema es, dice, que “no soportamos lo estático”. Pone como ejemplo el internet, un espacio al que se puede acceder desde el encierro pero que para el individuo significa movimiento. De ahí la palabra “navegar”, un símbolo de la “sociedad en movimiento”. Y lo peor que nos puede pasar, explica, “es quitarnos la posibilidad de navegar”. En el confinamiento, abunda, “la pareja puede estar más cerca aparentemente, pero cada quien vive pegado a su teléfono celular”.

Efectivamente, una encuesta realizada entre el 7 y el 29 de mayo del 2020 por la Asociación Mexicana de la Salud Sexual, arrojó como resultado que las relaciones sexuales tuvieron una disminución del 43 por ciento en la primera parte del confinamiento en nuestro país.  En cambio, se mostró un aumento en la práctica de las videollamadas sexuales y el sexting, de 37.7 por ciento en hombres y 39.9 por ciento en mujeres.

Otro estudio, dado a conocer recientemente por el Departamento de Psicología de la Universidad Ibeoramericana, determinó que en ese mismo inicio del encierro, el 23% de los encuestados reconocieron no tener conductas afectivas y de cariño hacia su pareja e ignorarla (sea hombre o mujer), pese a estar bajo el mismo techo 24 horas de los siete días de la semana. En ese mismo sentido, el 24% de las personas encuestadas reportaron que se dejaron de hablar con su pareja. El 30% de los participantes de la encuesta reportó mantener los mismos conflictos con su pareja anteriores a la contingencia y el 14% indicó que aumentaron.  

Ricardo Trujillo Correa comenta su desacuerdo con ver el problema en el encierro y su angustia, cuando son los estresores de afuera, la falta de trabajo y las fallas en el sistema de salud, los que provocan la situación de desamparo. En todo caso –dice— no es solución evitar la depresión y la angustia, sino aceptarlas, y construir algo nuevo a partir de ello. “Yo esperaría poder platicar de esto mismo en unos cinco años y encontrar una sociedad más colectivista y un nuevo encuentro entre las personas”.

Por lo pronto, él no tiene elementos para ser muy optimista: “No quería decirlo. Pero temo decir que va a cambiar absolutamente nada”.   

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