Ciudad de México, noviembre 10, 2025 17:12
Espectáculos

Shakira en la Casa Azul y las lágrimas de la despedida

Con 780 mil asistentes, la estrella rompe récord de asistencia en CDMX

Tras doce noches con el Estadio GNP abarrotado, buscó refugio en Coyoacán junto a sus hijos, en el universo íntimo de Frida Kahlo.

STAFF / LIBRE EN EL SUR

Shakira convirtió a Ciudad de México en su capital mundial. Con doce conciertos en el Estadio GNP Seguros, todos con boletaje agotado, logró reunir a más de 780 mil asistentes, una cifra sin precedentes para ese recinto y para cualquier artista internacional en México.

La gira Las Mujeres Ya No Lloran World Tour encontró en la capital mexicana su punto culminante. No fue solo un desfile de éxitos, sino la confirmación de un vínculo profundo: México la ha acompañado desde los inicios y ella lo reconoció una y otra vez en el escenario.

Shakira afuera de la Casa Azul. Foto: Captura de pantalla TikTok / @javielias

Un récord que la historia no olvida

Cada una de las noches congregó a cerca de 65 mil personas. En total, Shakira superó el millón de boletos vendidos en México al sumar las fechas de Monterrey y Guadalajara. Fue el tour más grande que un artista ha ofrecido en el país.

El Estadio GNP Seguros nunca había recibido doce presentaciones seguidas de una misma figura. El récord la consagra como la artista femenina más convocante en la historia reciente del espectáculo en México.

Las ovaciones fueron prueba del magnetismo intacto de una mujer que, tras crisis personales y un tiempo de silencio, volvió con una fuerza renovada.

La noche del 18 de septiembre quedará en la memoria de los asistentes como una mezcla de fiesta y despedida. Desde los primeros acordes, el estadio rugió.

Shakira apareció en un vestido dorado que multiplicaba los destellos de las luces. Arrancó con Hips Don’t Lie y de inmediato el público se puso de pie. Después vinieron La Tortura, Suerte y Ojos Así, que corearon decenas de miles como si fueran himnos propios.

Uno de los momentos más celebrados fue cuando invitó a Danna Paola para cantar juntas Soltera. La química en el escenario desató la euforia. “Juntas somos mejores, juntas somos más fuertes”, dijo Shakira, y la frase quedó flotando como declaración de principios.

Hubo también espacio para lo íntimo. Tomó el micrófono y, en medio de un silencio expectante, interpretó Sombras nada más, acompañada de mariachi. Se la dedicó a su padre, de salud frágil, y confesó que esa canción siempre había sido de sus favoritas. Las pantallas mostraron su rostro humedecido, y en las gradas muchos lloraron con ella.

Al llegar a Antología, el estadio se transformó en un coro unánime. Esa canción, que marcó a toda una generación, resonó con la fuerza de un himno compartido.

Entre canción y canción, Shakira se dirigió al público con gratitud. “Han sobrepasado totalmente mis expectativas”, dijo con la voz entrecortada. “México me ha hecho sentir en casa”.

No era un cumplido al uso. México fue uno de los primeros países que la abrazó cuando aún era una joven que llegaba con sus guitarras y letras de adolescente inconforme. Aquí presentó sus discos iniciales, aquí grabó parte de su historia y aquí consolidó su estatus de ídolo.

Esa noche, el círculo se cerraba con la emoción a flor de piel. Sus palabras fueron correspondidas con un estruendo de aplausos que la obligaron a detenerse. Al final, las lágrimas fueron inevitables.

Foto: Mario Jasso / Cuartoscuro

La mañana siguiente en Coyoacán

Después de la entrega total en el estadio, Shakira buscó un refugio más íntimo. Al día siguiente fue vista en Coyoacán, recorriendo la Casa Azul de Frida Kahlo acompañada de sus hijos, Sasha y Milan.

En contraste con los reflectores, ahí se movió con serenidad. Miró los objetos personales de Frida, sus autorretratos, la cama donde pintó entre dolores y resiliencia. No fue difícil imaginar a Shakira encontrando en ese espacio un eco de su propia historia: el dolor transformado en arte, la vulnerabilidad hecha fuerza.

La visita a la Casa Azul se convirtió en un gesto simbólico. Después de romper récords y de llorar en un estadio, buscó el silencio y el arte como último acto antes de marcharse.

Con los doce conciertos agotados, la venta de más de un millón de boletos en México y un cierre de gira en lágrimas, Shakira no solo rompió récords: confirmó una relación única con este país.

Sus palabras finales en el escenario fueron promesa y despedida a la vez: agradeció a un público que la acompañó por décadas y que ahora la despidió con un coro monumental.

La imagen de la estrella llorando frente a 65 mil personas y, al día siguiente, recorriendo las paredes azules de Coyoacán con sus hijos, condensa la dualidad de su paso por México: la artista que llena estadios y la mujer que busca refugio en el arte.

México, como ella misma lo dijo, la ha hecho sentir en casa. Y esa es quizá la verdadera canción que quedará después de los récords: la certeza de que aquí, siempre, la esperan.

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