Sobrevive en Portales la costumbre de vestir al Niño Dios cada Día de la Candelaria
Se visten Niños Dios. Tradición que perdura. Foto: Archivo.
Hay una variedad casi infinita de vestidos para el Niño Jesús, correspondientes muchos de ellos a las diversas advocaciones del pequeño santo: Niño de la Paz, del Niño Jesús de Praga, de la Bola, de la Salud, de Atocha, Niño enfermero, Niñopam, o de los Afligidos.
STAFF/LIBRE EN EL SUR
Contrario a lo que muchos podrían suponer, la costumbre de vestir al Niño Dios con motivo del Día de la Candelaria, cada 2 de febrero, persiste con fuerza en los viejos barrios de la actual alcaldía Benito Juárez, como la colonia Portales.
En el famoso mercado que este 10 de agosto cumplirá 65 años de inaugurado, la familia Castro lleva cuatro generaciones dedicada a esa bella actividad. La tradición familiar fue iniciada por doña Conchita, bisabuela de la actual encargada del local 97 y 98, pero en el antiguo mercado de Portales, aledaño a la calzada de Tlalpan. La más famosa de las vestidoras, sin embargo, fue su hija Meche, a quien tocó precisamente el estreno del nuevo mercado, en 1957.
En ese entonces, el trabajo de quienes se dedicaban a vestir Niños Jesús era absolutamente artesanal, lo que implicaba la confección a mano de los vestidos, su costura y su bordado. Con el paso del tiempo, sin embargo, ese oficio fue cediendo terreno a una singular industrialización de la confección de ropa miniatura para la representación de muy diversas variantes del Niño nacido en Belén y llevado a presentar al templo por María y José al cumplir 40 días de vida, que es precisamente el sentido bíblico de la celebración.
Tal es el sentido también la costumbre de efectuar la popular “tamalada” ese mismo día, para el cumplimiento de la obligación de aquellos a quienes tocó el Niño o muñeco de la Rosca de Reyes el 6 de enero anterior y que deben costear los tamales. Coincide la fecha del 2 de febrero con la festividad de la Virgen de la Candelaria, que se apareció en Tenerife (Islas Canarias), al sur oeste de España, a principios del siglo XV.
“La industrialización modificó esta tradición”, cuenta Eduardo, pariente también de los Castro, que en un local adyacente, el número 52, se dedica a reparar Niños Dios con admirable destreza… y paciencia. “Ahora se surte por folleto y se fabrican en serie, aunque no dejan de tener su encanto”, dice mientras pinta de azul el pañal de uno de los niños de yeso.
El precio de los pequeños atuendos varía según el modelo, pero un promedio puede fijarse entre 180 y 300 pesos. Y aunque la ropa viene ya confeccionada, tiene su chiste vestir con ella a las pequeñas figuras, para las que también ahí se venden aditamentos y sillitas de madera especialmente diseñadas.
Hay una variedad casi infinita de vestidos para el Niño Jesús, correspondientes muchos de ellos a las diversas advocaciones del pequeño santo: Niño de la Paz, del Niño Jesús de Praga, de la Bola, de la Salud, de Atocha, Niño enfermero, Niñopam, o de los Afligidos. Pero también se le viste, siempre con respeto, de limosnerito, de futbolista, de San Judas Tadeo y hasta de torero.
Esta tradición tiene también raíces prehispánicas, pues en muchos pueblos los habitantes llevan a la iglesia mazorcas para que sean bendecidas a fin de sembrar sus granos en el ciclo agrícola que inicia, ya que el 2 de febrero coincide con el undécimo día del primer mes del antiguo calendario azteca, cuando se celebraba a algunos dioses tlaloques, según fray Bernardino de Sahagún.