Libre en el Sur

Todas las muertes

Hay pérdidas en la vida que no pasan por la muerte. También duelen. Porque te decepcionaron y sientes haber perdido lo que en realidad nunca tuviste por completo.

POR ARANTXA COLCHERO

Para los que no somos creyentes es difícil procesar la muerte. Es un final rotundo, sin posibilidad de rencuentro. En día de muertos podemos recordarlos con menos dolor, por los festejos coloridos y los significados que ayudan a imaginar que siempre estarán ahí.

La pérdida de mi padre es la que más me ha dolido en la vida. No la esperaba y yo estaba lejos cuando enfermó. Tenía que viajar para visitarlo en el hospital por escasos minutos al día. Dos meses en terapia intensiva, sin poder hablar, aunque por momentos lo intentaba sin éxito porque estaba entubado. Cuando parecía que lo iban a trasladar a piso, mi madre me llamó para decirme, lo mismo que a mi hermano: “ven pronto, toma el primer vuelo que encuentres”. Parecía que nos estaba esperando, murió por la noche.

La segunda más dolorosa, quizá por ser tan reciente, fue la de mi entrañable amiga Sandra, que se fue en plena pandemia. Aún la extraño y todavía me parece injusto que se haya ido.

Cuando mi niño tenía cuatro años, la maestra de música de su escuela murió en un accidente de carretera. Rosario tenía una gran capacidad para enseñar a los niños el gusto por la música, con una enorme paciencia y mucho amor. La escuela les contó a los niños lo que había pasado, atinadamente prefirieron decirles la verdad. Consideraron que decirles que se había ido les haría más daño porque lo sentirían como un abandono. Le hicieron varios homenajes, con muchas flores blancas y una exposición de dibujos de los niños. Yo sentí un gran dolor, mientras que a mi niño le costaba entender lo que implicaba, me preguntaba “¿entonces, mami, ya no la vamos a volver a ver?

Hay otras pérdidas en la vida que no pasan por la muerte. También duelen. Porque te decepcionaron y sientes haber perdido lo que en realidad nunca tuviste por completo. Siempre nos recuperamos, aunque queda algo ahí, pequeño, por siempre, con colores y sensaciones cambiantes. Puede ser la pérdida de una persona, de un sueño o un deseo.

El tiempo ayuda a mitigar el dolor de una pérdida, así como los recuerdos, las fotos, los momentos compartidos, los sueños. En la calma del tiempo que pasa, es posible, deseable hacer balances, reconocer lo que dejaron y lo que no, para estar listos y abiertos a lo que viene. Porque nada es estático, todo cambia.

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