EN AMORES CON LA MORENA / Manifestarse como moda
Nada contra los sueños que marchan; estar ahí –siempre ha sido así– emociona y eriza la piel. Nos hacen sentir desde muy jóvenes una fuerza que en realidad no tenemos. Pero después de todo no renunciará Peña Nieto y volverá a ganar el PRI. Y seremos incapaces de reconocer –una vez más– que vivimos sólo de ilusiones colectivas, no de acciones individuales…
No se pone en duda la validez de las razones de indignación que genera la impactante desaparición de 43 normalistas en Ayotzinapa y la muerte de otros seis. El problema es que veo en el caso de las manifestaciones masivas algo con un cariz artificial. Pude constatarlo en la marcha del 20 de noviembre: Consignas que se repiten desde hace 20 años (“..que el pinche gobierno se tiene que morir…”) y se adaptan según el caso, contradictorias, incapaces de enarbolar una causa común, que es doble: la presentación con vida de los estudiantes y no más impunidad de los delincuentes.
Si tomamos como cierto, sin conceder, el dicho de que los medios informativos minimizan la magnitud del movimiento, también podría decir que no consignan estos detalles, como el de que aparecieran contingentes de Morena en una marcha supuestamente “apartidista”, y que además no se les dijera nada. La intención de un partido político de colarse en un movimiento de carácter cívico para capitalizarlo electoralmente es inmoral.
Me pareció incongruente, por otra parte, la idea de llamar a vestirse de negro cuando se demanda la presentación con vida de los desaparecidos. Ni siquiera en eso hay autenticidad: Luto por todo lo demás, dicen. El problema es que no están claros los objetivos, y se confunden en un mar de demandas, tal vez muchas de ellas justas pero que desdibujan una identidad de causa con la consecuencia de tener resultados superficiales, que apenas nutren la buenas conciencias y salvan las culpas pero al final abonan más a la legitimidad del Presidente de México.
Aprecio y mucho la voluntad pacifista de las movilizaciones, pero me resultan aberrantes y despreciables gritos que por denostar al presidente Enrique Peña Nieto denigran, discriminan a grupos minoritarios y vulnerables, como los homosexuales y las prostitutas. Ese es otro tipo de violencia, como se sabe: la psicológica. Me sorprendió escuchar cómo los contingentes de la UNAM que avanzaban por la calle de Tacuba se referían a Peña como una “puta de cabaret”. ¿Más simplismo por lo demás? Obviamente que la gente aludida ya protestó dentro de la misma protesta contra un trato inadmisible por parte del conglomerado.
Lo dicho: En la moda de Ayotzinapa se descubre cómo manifestantes que se asumen rupturistas, revolucionarios o contraculturales son presa fácil de la cultura dominante. Y cuidado, que las modas se diluyen muy fácilmente. Se está perdiendo la oportunidad de impulsar una transformación de fondo, bajo argumentos sólidos y claros y por acuerdo de los gobernantes y los gobernados. Paradójicamente, son los estudiantes y los activistas quienes, con estas actitudes, ceden la batuta al propio Peña Nieto.
CUBILETE
Se confirma que el delegado panista en BJ, el “Lic.” Romero, ya determinó que el hasta hoy diputado local Christian Von Roehrich debe sucederlo en el cargo. Pero de no lograr un acuerdo con el grupo de Federico Döring deberá enfrentar una verdadera trifulca interna, pues el coordinador de los asambleístas lanzaría a Óscar Estrada como su gallo a la DBJ. Y eso que todavía falta la participación de un tercer grupo en pugna: el que encabeza el ex secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda.