Ciudad de México, noviembre 22, 2024 07:45
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Jardineras ¿la solución?

Por Natalia Gómez Loyda*

Últimamente, se han estado realizando intervenciones en Avenida Universidad y la salida del metro Zapata; es la solución típica que hemos visto durante muchos años: jardineras. Jardineras trapezoides invertidas, de altura absurda a la salida del metro, y otras enormes e incómodas que van desde el Eje 7 Sur hasta Parroquia, donde antes estaba ese curioso pasadizo de ropa, pizza, tacos y accesorios para celular, frente al Sam’s, y que terminaba en uno de los accesos al estacionamiento de Walmart.

¿Son éstas las mejores soluciones? No. Básicamente debido a la falta de planeación y el gravísimo error de no haber tropicalizado el modelo de las tiendas gringas a los usos y costumbres de los mexicanos.

¿Por qué se colocaron los vendedores en ese sitio en primer lugar? Sitio en el que permanecieron durante muchos años (y que evidentemente les daba buenos rendimientos para continuar ahí y dar las respectivas “mordidas” o el “derecho de piso”). Respuesta: por el flujo de gente, cientos de personas que salen del metro y se dirigen a las tiendas o a plaza Universidad. El modelo norteamericano de jardín y/o estacionamiento al frente, y después el acceso a la tienda, queda bien para su estilo de vida donde el coche es indispensable para moverse. En cambio, la gran mayoría de los mexicanos sigue trasladándose a pie. Los vendedores se colocan como dice el dicho: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente”. Algo tan obvio que no se les ocurrió a los señores dueños ni a los contratistas de Walmart fue aprovechar el flujo de gente para monetizar más eficazmente el espacio de sus tiendas.

En cambio, tenemos ahora un pasillo estrecho que funcionará eficazmente como sanitarios privados o como posición estratégica para los asaltantes. Resumiendo, más problemas de inseguridad, higiene e imagen urbana.

En la plaza entre Municipio Libre y Zapata, bien remodelada pero con falta de mantenimiento, se han colocado los puestos de tamales, chilaquiles y pan dulce que cada mañana ofrecían sus productos afuera de la salida del metro Zapata. Puede ser algo positivo, ahora hay más gente en la plaza y las vendedoras lavan cada día después de recoger sus mesas.

El tema de los vendedores informales es más que una lucha de espacios en la ciudad. Mientras el trabajo formal no ofrezca verdaderas alternativas de crecimiento económico, muchas familias seguirán prefiriendo hacerse de un puesto que buscar un empleo mal pagado.

Y otro aspecto que funciona como ejemplo a este problema: a los chilangos nos gustan los tamales, desayuno rápido, rico y barato. Pero no entramos a un local a comprarlos, buscamos las vaporeras en las esquinas. Quienes han intentado venderlos en supermercados y tiendas se llevan siempre el mismo fiasco; queremos los tamales envueltos en hojas de plátano o maíz, no en plástico. Decir que es necesario formalizar a estos vendedores obligándoles a rentar un local, es además de irreal, una medida que no está de acuerdo a los hábitos y costumbres de los mexicanos.

Pareciera que los hábitos alimenticios son un tema irrelevante si hablamos de urbanismo, pero todo lo contrario. Es importante entender qué tipo de sociedad somos, para hacer una planeación efectiva, acorde a nuestro estilo de vida y a las características económicas de la ciudad y evitar las soluciones absurdas más adelante.

* Natalia Gómez Loyda es maestra en Arquitectura, con especialidad en Diseño Urbano para la construcción de ciudades seguras.

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