La crisis de refugiados en el norte
La crisis de refugiados haitianos y africanos que huyen de la pobreza y la violencia prevalecientes en sus países para ir en pos del sueño americano, se convierte en una horrenda pesadilla al encontrarse con un paso infranqueable en la frontera norte de nuestro país. El hecho a punto de desbordarse y convertirse en un problemón humanitario que sin duda impactará diversos puntos de los 3000 kilómetros que separan a México de los Estados Unidos.
Diariamente a los seis mil refugiados varados en Tijuana se suman entre 200 y 300 personas más que exigen su paso a los Estados Unidos. El problema inicia desde allende la frontera pues los requisitos y exigencias que impone el país del norte para dar asilo político a ésta nueva oleada de migrantes son muy exigentes y el proceso se hace lento y engorroso. En tanto los miles de hombres y mujeres con sus escasas pertenencias ya no tienen cabida en los diversos albergues habilitados por el gobierno de Baja California, que poco a poco es rebasado por la demanda de techo, comida y trabajo que requieren estas personas.
A ello debe agregarse que más de tres mil mexicanos se encuentran de tiempo atrás en la misma situación. Las ONGs, reportan que están varados en Tijuana y Mexicali tras huir de la violencia en sus regiones. Más de dos tercios de estos connacionales provienen de Guerrero y Michoacán. La mayoría de migrantes que han solicitado cobijo han sido rechazados en su búsqueda de asilo político en los Estados Unidos.
Entre los muchos problemas que la situación podría provocar, existe la posibilidad que muchos de ellos, por desesperación o abandono, pudieran ser cooptados o utilizados por el crimen organizado para sus diversos fines: desde mulas, vendedores de drogas, prostitución, tráfico de personas y robos y asaltos.
No se trata de ninguna manera de estigmatizar a los miles de migrantes que pasan por nuestro país, desde Centroamérica, sino de apoyarlos y ayudarlos en tanto su situación migratoria y de asilo político sea resuelta en los Estados Unidos. La ayuda humanitaria será relevante pues requieren de vivienda y alimentos. Muchos se han podido adaptar y sobreviven haciendo comida –guisos propios del caribe antillano– que han sido bien recibidos por los habitantes de la norteña ciudad de Tijuana. Otros con diversas habilidades en la industria de la construcción han podido conseguir trabajo en dicha materia. Empero, son más los que permanecen varados y sin hacer nada en las desérticas y agrestes calles de Tijuana.
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No debe olvidarse que Tijuana es la ciudad que registra el mayor número de cruces fronterizos en el mundo, sobre todo por el paso conocido como la Mesa de Otay. Diariamente por ahí se registran miles de cruces fronterizos legales e ilegales, tanto de mercancías como de personas.
También en Tijuana antes de que al beligerante candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos – el insoportable Donald Trump–se le ocurriera el levantamiento de un muro fronterizo, ahí se erige una larga barda que llega hasta mar adentro para evitar los pasos ilegales. Empero, los tristemente famosos polleros logran internar a territorio estadunidense a miles de necesitados (mexicanos, centroamericanos o sudamericanos) que buscan un mejor porvenir. La realidad ha mostrado que en muchas de las ocasiones llegan a su destino, pero en otras tantas encuentran la muerte en su camino al sueño americano.
En reciente visita a la hermosa Ensenada, caracterizada por ser entre puerto turístico, mercante y pesquero, pero conocida en los rumbos de la Baja California como la ciudad del conocimiento, diversos científicos y académicos que ahí viven, me hicieron notar el surgimiento del problema de los migrantes africanos y haitianos, ya que muchos en sus desesperación por ingresar a los Estados Unidos y al no lograrlo han ido bajando a lo largo de la península en busca de trabajo y sustento, una tarea en verdad imposible, pues como dicen los locales “sino hay empleos para los connacionales para ellos las puertas y ventanas son más difíciles de abrir pues no hablan español y deben competir contra otros connacionales o centroamericanos que han huido de sus lejanas tierras”.
El problema ya encendió los focos amarillos en la entidad que empieza a resentir el impacto de los nuevos migrantes. No olvidar que el reciente paso del huracán Matthew ha dejado a Haití, el país más pobre de América, ahogado en una nueva catástrofe. Naciones Unidas y Unicef han pedido ayuda urgente para las zonas más castigadas, donde unos cien mil niños han quedado sin casa y sin escuela.
A Haiti, país castigado por la pobreza secular, los terremotos y los huracanes le han quitado lo poco que tenía. Sus hombres y mujeres han tenido que salir de sus devastadas tierras en busca de recursos para enviarlos a sus padres e hijos, sólo que el destino se ha encargado de hacerles la vida más que imposible al vararlos en nuestra frontera norte con todo lo que eso significa me implica. Su presente luce incierto, su futuro muy lejano y oscuro. Hoy requieren de nuestro apoyo y solidaridad.
No dejemos que crezca el problema y se convierta en una crisis humanitaria.