Navidades y oropel
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“Todo ese listado de cuestionamientos y apreciaciones se sirve ahí, en nuestra cena o comida navideña, en nuestro sentimiento, en nuestra pausa para celebrar un ciclo clarísimo cada navidad, cada año nuevo”.
POR ANA CECILIA TERRAZAS
Las navidades[1] se tienen que abarrotar de un envoltorio pleno de oropel, foquitos muy deslumbrantes, mucho diurex, harto moño y todo tipo de tiernísimos distractores. ¿Por qué? Porque, por las razones y tradiciones que fueren, celebrar cada año implica hacer un recuento y corte de caja. Este repaso es, en realidad, una evaluación o examen anual de vida. Y la vida es, entre muchas otras cosas –que pueden incluir emociones, diversiones, pasiones y alegrías– un irrefrenable conteo de tiempo, para atrás, con fin en nuestra propia muerte.
En las navidades se reúne la familia, la que queda, la que haya, la que existe y la que puede o quiere. En esa sola cita se añaden, se restan o agregan integrantes del círculo de la primera fila emocional. Es época de añoranza entonces, de nostalgia y de valoración. A quién queremos, a quién quisimos, a quién extrañamos, todo esto emerge en navidad. Y también, a quién agregamos, perdimos o segregamos.
Las fiestas o reuniones navideñas nos obligan al recuento de lugares, invitaciones, cercanías, lejanías, separaciones. Hay o no hijas, hijos, parejas, matrimonios, padres, madres, abuelos, nietos, animales de compañía, amistades solitarias, parentela en segunda línea; agregadas, agregados políticos, invitados pasajeros o de planta.
Pero estas fechas no sólo significan un pase de lista de personas en nuestro contexto; cada ciclo, tan claramente marcado, pone en la balanza los hechos del año, los éxitos, los fracasos, las frustraciones, el trabajo, la profesión, las creaciones, las novedades, los hábitos que nos consumen, los inevitables, los felices o los que aburren. Qué hicimos, qué dejamos de hacer, qué nos falta, cómo estamos de salud, de economía, de psique, de emociones. ¿Hemos mejorado, empeorado, estamos orgullosas de ser estas personas que somos ahora?
Las preguntas y evaluaciones pueden realizarse a veces de forma consciente, pero lo cierto es que de todas maneras se hacen presentes. Todo ese listado de cuestionamientos y apreciaciones se sirve ahí, en nuestra cena o comida navideña, en nuestro sentimiento, en nuestra pausa para celebrar un ciclo clarísimo cada navidad, cada año nuevo.
Y el 2024, además, por si fuera poco lo anterior, trae consigo fortísimas tensiones, cambios, sorpresas y acontecimientos a nivel global, mundial, continental y local.
No es de extrañar, por ende, que la industria, las empresas, la gente, se deje llevar por contenidos puntuales que deslumbran, abrazan y acogen nuestra atención y tensión navideña. Este paquete collage, terapéutico, relajador, suele estar hecho de: árboles, nochebuenas, galletitas de jengibre, planes de posibles e imposibles viajes, romeritos, bacalao, pavo, costumbres específicas y de familia, cuentas para ver si alcanza el presupuesto, turrones, piñatas, juguetes, reyes, Santa, guayabas, velitas, posadas, bazares, baratas, rezos, agradecimientos, postales, regalitos, dulces, pastelillos, zapatos, deseos, tradiciones, ponche, estrellas plateadas, papel picado, series de foquitos de led, invitaciones, abrazos, falsísima escarcha, cascabeles, almendras recubiertas, rompope, nacimientos, ensalada de manzana, promesas de vernos “antes de que acabe el año”, pesebres de paja, esferas, vestuario con sweaters, los llamados Christmas carols y los covers de música navideña en todos los géneros posibles, mucho fieltro verde y rojo, nieve de unicel, etiquetas, besos, calentadores eléctricos, luces de bengala, muñecos de madera del Cascanueces, calcetines y calcetinsotes colgantes, el Centro Histórico repleto, mayones, villancicos, nuevos looks, chamarras, heno, friíto (que cada vez es menos), tráfico imposible, cobijitas pachonas, bailes con orquestas, grupos o intérpretes de ocasión, brindis con sidra u otros, bufandas, colación en colores pastel, fruitcakes, rollos de nuez, bolsita reciclada con su muñeco de nieve y diamantina, orejones, tejocotes, cañas, dietas aplazadas, frutos secos…
Todo eso arropa o ha arropado, en alguna medida, una dura sensación –afortunadamente en tránsito hacia enero y los tamales– de pérdidas variadas y variables.
A esta columnista, desde la infancia, le enseñaron su mamá y su papá que la navidad tenía otra dimensión y profundidad. No eran los regalos ni las cosas ni la cena sino que, en realidad, esta fecha era un auténtico renacimiento, la oportunidad providencial de agradecer y recomenzar. Evidentemente, no por falta de ganas sino porque el duelo del ciclo se impone, ese mensaje se iba comprendiendo a cuentagotas a lo largo de décadas hasta que, la alegría de Sambuca por sus juguetes navideños (una pastora alemán negra que llegó benditamente a mi vida en 2014) transformó mis sensaciones respecto de la época decembrina. Y con ese disparador de gusto y aprecio por la vida, ahora en estas fechas voy recuperando, al alza: sonrisas, presencias, retos, logros, vida, nuevas rutas y desde luego el ánimo de dar (sobre todo) regalitos; eso va armando la felicidad navideña, las cenas, las reuniones, los planes, lo que se pudo y lo que no se pudo.
Hoy puedo decir que, a diferencia de casi toda mi vida, la navidad me provoca una ilusión real, concreta, con su buena energía integrada. Eso no quiere decir que no exista la nostalgia y la conciencia de lo que ya no está; solamente implica que una se arroja a la alegría navideña y al chance inmenso de recomenzar. Y sí, también todo eso, en el fondo, se encuentra bajo el atuendo de las luces, el colorido, el arbolito y las esferas.
Es posible que lo que se diga a continuación cambie pero, por lo pronto, creo que cada navidad es mejor a la anterior. Esta, en especial, la de 2024, está cargada de una incertidumbre acotada por un muy buen porcentaje de optimismo, algo de nostalgia y mucha contentura. Del pasado gratitud, del presente plenitud y del futuro esperanza. ¿Verdad?
[1] En el México occidental, burgués; capitalino y benitojuarense, clasemediero y desde la perspectiva de esta autora.