Fátima Bosch: del cuento de hadas al escándalo mexicano que ya alcanza a Miss Universo
Fátima. Foto: Especial
La corona que se volvió un boomerang político
La belleza que destapó contratos, presiones e imputaciones por crimen organizado.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
La noche del triunfo de Fátima Bosch parecía escrita para la memoria feliz de un país entero. En Bangkok, la joven tabasqueña de 25 años alzó la corona de Miss Universo 2025 con una dignidad magnética. El momento decisivo ocurrió cuando enfrentó al presidente tailandés del certamen, Nawat Itsaragrisil, después de que este la reprendiera en público. No se calló. No agachó la cabeza. El gesto se volvió viral como un símbolo de empoderamiento. México celebró con estruendo. Pemex se sumó a la fiesta con un mensaje de felicitación que pronto se vería desentonado por lo que vendría después.
La euforia se quebró con la velocidad de un tuit. Detrás de la puesta en escena y la sonrisa triunfal estaba el nombre de un empresario mexicano que no apareció en el escenario, pero que llevaba las riendas de la organización: Raúl Rocha Cantú. Un personaje cuya cercanía con el poder económico y político había permanecido en las sombras. Hasta ahora.
El periodista Carlos Loret de Mola reveló que una empresa vinculada a Rocha obtuvo un contrato por 745 millones de pesos con Pemex en 2023. El dato comenzó a encajar como una pieza perturbadora cuando se confirmó que el padre de la reina, Bernardo Bosch Hernández, era directivo de la misma petrolera en ese periodo. Loret dijo haber recibido amenazas desde Tabasco tras publicar la información.
Fue Reforma quien detonó el escándalo internacional: dos jueces del concurso renunciaron días antes de la final denunciando presiones e irregularidades en la votación. Uno de ellos afirmó que Rocha buscaba favorecer a la mexicana y descalificar a otras candidatas. La organización negó cualquier intención oscura, pero la sospecha cobró vida propia.
El juicio en redes fue inmediato y feroz. La imagen de heroína feminista fue sustituida por la etiqueta de “Miss Huachicol”, símbolo de privilegio y corrupción.
Bosch reaccionó con serenidad y dolor. En un mensaje destacado por El País, llamó a detener la violencia digital, recordando que la dignidad de las mujeres no puede ser moneda del escarnio.
Pero esa apelación sucedía mientras el escándalo crecía como reguero de combustible encendido alrededor del mundo.
La representante de Palestina, Nadeen Ayoub, denunció que el voto del público habría sido manipulado en su contra. Aseguró que “le habían robado el título” y que la aplicación oficial del certamen ocultó su verdadero apoyo. Reforma y otros medios replicaron su acusación.
Luego vino el golpe más duro. Olivia Yacé, Miss Costa de Marfil y quinta finalista, renunció al título continental otorgado por MUO y rompió públicamente con el certamen. Declaró que sus valores no le permitían permanecer vinculada a una competencia donde no hay respeto ni equidad. Diversos medios internacionales retomaron su renuncia, lo que dejó a México en el centro del huracán global.
Rocha Cantú intentó justificarse. Aseguró que la razón por la que Yacé no fue coronada Miss Universo se debía a dificultades logísticas con su pasaporte para viajar a 175 países. Fue acusado de discriminación por Miss Guadalupe y otras concursantes.
Con cada declaración, la historia dejaba de ser la de un concurso de belleza y comenzaba a leerse como un expediente turbio.
Y entonces entraron en escena los contratos.
En 2023, Pemex adjudicó a la empresa Soluciones Gasíferas del Sur, propiedad de Rocha Cantú, un contrato por 745.6 millones de pesos para construir infraestructura relacionada con el transporte de hidrocarburos en el sur de México.
El Universal documentó también un segundo contrato, por más de 1,195 millones de pesos, que no habría sido ejecutado por falta de pagos de Pemex.
Los montos superaban los dos mil millones de pesos en adjudicaciones. Una cifra que reconfigura cualquier lectura ingenua del certamen.
La coincidencia histérica: el dueño del concurso con contratos millonarios de la petrolera estatal y la ganadora siendo la hija de un funcionario de esa misma empresa. Pemex aseguró que no existe ya relación contractual con Rocha, y que la felicitación a Bosch fue solo entusiasmo del pueblo mexicano, pero el ruido no se apagó.
El capítulo final estalló como una bomba de alto poder. La Fiscalía General de la República imputó a Rocha Cantú por presunta participación en una red criminal dedicada al contrabando de combustible, tráfico de drogas y armas con rutas desde Guatemala a México. La información fue difundida por medios como Infobae, La Razón y Latinus, que añadieron un dato crucial: existe una orden de aprehensión vigente y Rocha se acogió al programa de testigos protegidos.
No es ya un choque de versiones. Es una causa penal en curso.
Con cada revelación, el escenario se sustituye por la sala de audiencias y el vestuario por expedientes reservados. La pregunta que hoy se hacen periodistas, juristas y delegaciones internacionales es si Miss Universo fue utilizado como fachada o mecanismo de legitimación de redes de poder que operan muy lejos del glamur.
En medio de esa interrogante, Fátima Bosch se ha convertido en protagonista involuntaria de un thriller económico y criminal. No hay señalamientos judiciales contra ella ni contra su padre. No existe evidencia pública que invalide su actuación como concursante. Pero el triunfo que parecía intocable se volvió frágil cuando se supo quién movía los hilos detrás del escenario.
El escándalo expuso lo que la iluminación había escondido. La industria del entretenimiento como herramienta de influencia. La belleza como coartada. La euforia como propaganda. El orgullo nacional como discurso disponible mientras conviene.
La joven que México abrazó como símbolo de dignidad y fortaleza se encuentra atrapada hoy en una madeja de intereses que no le pertenecen. Ganó una corona que está rodeada de sospechas construidas muy lejos de ella. Si hay responsables en esta trama, difícilmente serán quienes desfilan en traje de noche.
Lo cierto es que Miss Universo no devolvió al país la gloria imaginada. Lo que hizo fue iluminar una red donde convergen negocios opacos, poder mediático y delitos graves. Una historia donde la belleza fue apenas la superficie de un sistema que se desmorona por dentro.
Una reina llegó para brillar. Y terminó iluminando, sin quererlo, las sombras de todos.















