EN AMORES CON LA MORENA / Narcisismo en el cine
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Babygirl. Fotograma: Especial
Al presentar un retrato complejo de una mujer que busca poder y reconocimiento fuera de su matrimonio, ‘Babygirl’ nos invita a salir de la normalización de las violencias afectivas.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
La relación entre Jacob y Romy en Babygirl, dirigida por Halina Reijn, es un juego de poder constante, donde cada uno busca dominar al otro. Jacob, con su estilo de apego evitativo y un narcisismo encubierto, utiliza su posición de director teatral para controlar y manipular a Romy. Sin embargo, esta dinámica de control se complica con la aparición de Samuel, el amante de Romy. Este nuevo personaje, también impulsado por un narcisismo profundo, al ofrecer una figura de autoridad y admiración que Jacob no puede igualar, explota las inseguridades de Romy y su deseo de reconocimiento.
Lamentablemente el subtítulo que se le ha dado en México, Deseo prohibido, frivoliza el tratamiento que la película hace de temas verdaderamente importantes.
El amante, consciente de las dinámicas de poder existentes, seduce a Romy –una plantada directora ejecutiva de empresa pero insegura y frágil como mujer— prometiéndole una conexión más profunda y auténtica que la que tiene con Jacob. Esta seducción se basa en la manipulación de las necesidades de apego de Romy, ofreciéndole una figura de protección y apoyo que la hace sentir valorada y deseada. Y termina tratándola como un perro, lo que parece exitarla a ella en un cambio de roles pues él, una persona más joven, es su subordinado en el trabajo.
Babygirl es una exploración profunda y perturbadora de las dinámicas de poder en las relaciones. La película muestra las complejidades de la manipulación, el control y el narcisismo. Utilizando el teatro como metáfora, la directora nos sumerge en un mundo donde las máscaras se desvelan y las identidades se fragmentan; nos invita a reflexionar más allá de la dinámica específica de sus personajes. La cinta plantea interrogantes sobre las motivaciones de las mujeres casadas que buscan relaciones fuera de su matrimonio. A menudo, estas mujeres son retratadas de manera estereotipada como “la otra mujer”, la intrusa que busca destruir una familia. Sin embargo, la historia de Romy nos muestra una realidad más compleja. ¿Qué lleva a una mujer a buscar una conexión emocional fuera de su matrimonio? Las respuestas pueden ser múltiples y variadas: insatisfacción en la relación, búsqueda de validación, deseo de aventura, o simplemente la necesidad de sentirse viva.
La película de suspenso erótico también nos presenta una perspectiva menos explorada: la figura de la mujer narcisista. Romy –impecablemente protagonizada por una Nicole Kidman que termina por seducir al espectador y con cuya actuación ganó la Copa Volpi en el Festival de Venecia–, con su búsqueda constante de atención y validación, encaja en este perfil. Su relación con Jacob (Antonio Banderas) y Samuel (Harris Dickinson) no solo busca satisfacer sus propias necesidades emocionales, sino también ejercer un control sobre ellos y sobre las situaciones. Esta dinámica subraya la importancia de reconocer que el narcisismo no es exclusivo de los hombres, sino que puede manifestarse en cualquier persona, independientemente de su género. Y tiene valía que lo diga sin moralinas ni cálculos de corrección una mujer como Halina Reijn, también es autora del guion.
En la parte concerniente a los celos, la baja autoestima, la capacidad auto destructiva que tiene el juego de seducción y sus fantasías, Babygirl nos recuerda Eyes Wide Shut (Ojos bien cerrados), la última película realizada por Stanley Kubrick estelarizada por Tom Cruise y la propia Kidman.
Una cosa que la película no explota demasiado pero que es relevante para este análisis, es la de una mujer narcisista casada con otro narcisista. En este escenario, la mujer podría buscar gratificación narcisista fuera de su matrimonio, al involucrarse con un hombre que pueda proporcionarle la admiración y atención que no encuentra en su pareja. Con igual riesgo, una reflexión derivada de la trama nos indica que es posible también que una mujer desestabilice la vida de un soltero, alterando su tranquilidad emocional y satisfaciendo así su propia necesidad de control y poder. Cuando se encuentra con un perfil que no encaja en el narcisismo, es decir a quien no puede controlar, el castigo y la crueldad surge como una frustración contra algún inocente.
Pero en el caso de Romy, la dinámica plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del narcisismo y sus efectos en las relaciones. ¿Cómo influye el narcisismo de una pareja en el comportamiento de la otra? ¿En qué medida las personas narcisistas se atraen entre sí? ¿Cómo afecta el narcisismo de una persona a las personas que la rodean?
Babygirl es una película que nos desafía a pensar de manera más profunda y crítica sobre las relaciones humanas. Al presentar un retrato complejo de una mujer que busca poder y reconocimiento fuera de su matrimonio, la película nos invita a cuestionar nuestras propias suposiciones y a buscar una comprensión más profunda de la condición humana, a la vez de salir de la normalización de las violencias afectivas de las que poco se habla que pueden destruir a inocentes. Esta película nos recuerda que las dinámicas de poder y manipulación pueden estar presentes en cualquier relación, independientemente del género de las personas involucradas. Es fundamental reconocer que tanto hombres como mujeres pueden ser narcisistas y que el impacto de estas personalidades puede ser devastador para las personas que los rodean.
Al explorar el caso de una mujer narcisista casada o liada con otro narcisista, podemos comprender mejor la complejidad de estas relaciones –que más que de amor son de poder– y los efectos que pueden tener en las personas que se cruzan en su camino.
La maestría con la que Halina Reijn exhibe un supuesto arrepentimiento de su personaje central deja al espectador con más desconcierto y dudas, en un giro que engaña entre el final feliz que siempre es efímero y la sociedad que carece de critica frente a los patrones de la autodestrucción y convierte el egoismo y el utilitarismo en lo más cotidiano. Nada por común es normal.