De cuando los pobres eran estigmatizados como ‘enfermos’
Foto: Casasola / INAH
Durante el porfiriato los ricos consideraban a personas de bajos estratos alcohólicos, briagos, criminales, epiléticos o enfermos mentales. ¿Qué sustento tenían en la realidad?
POR NADIA MENÉNDEZ DI PARDO
Durante el Porfiriato, el consumo de alcohol, la embriaguez, la criminalidad y las enfermedades mentales formaban parte de la identidad de los pobres para las clases dominantes; de allí la preocupación del régimen de Porfirio Díaz de controlar a una población que veía como una amenaza permanente, ya que la relación entre consumo de alcohol y violencia constituirá una de las principales preocupaciones del saber médico.
Esta visión negativa, se veía reflejada en el tipo de barrio y el tipo de vida desarrollado por los pobres de la ciudad de México, los cuales vivían en barrios marginales, sin las menores condiciones sanitarias, y caracterizados por la delincuencia y las riñas entre vecinos y a nivel familiar. Gran parte de los pobres se dedicaban según fuentes de la época, a la mendicidad, a la prostitución, y, según las clases dominantes, a la delincuencia.
Los responsables de actos delictivos de acuerdo con los médicos, evidenciaron la importancia respecto de la criminalidad y de las enfermedades mentales.
La relevancia del peritaje médico en la decisión de si un sujeto era responsable o no de sus actividades criminales, y sobre todo el papel que la simulación de la locura tuvo para que el criminal evadiera o no su condena, demuestra la importancia que tuvo el saber médico respecto de la detección y control de la criminalidad en este periodo.
Por lo menos, una parte de los médicos mexicanos consideraba que los delitos cometidos en estado de ebriedad, debería ser un agravante y no un atenuante de la pena, pero en la práctica siguió siendo un atenuante.
Los médicos detectaban una relación constante entre epilepsia, alcoholismo y violencia, pero según el Doctor Carpio, “la epilepsia resulta el primer motivo de duda respecto a aquellos criminales que alegan la excepción de la locura por razón de epilépticos”. Es decir que no sólo el alcoholismo, sino la epilepsia y sobre todo la epilepsia alcohólica podían ser aducidos como factores de irresponsabilidad por los criminales.
De allí que los galenos consideraban la necesidad de que los peritos en las comisarías tuvieran los suficientes conocimientos para dar un diagnóstico adecuado respecto de los sujetos remitidos a dichos espacios por embriaguez y que habían cometido algún tipo de delito. Según el doctor Calderón, los delincuentes estaban amparados por la ley, ya que el criminal alcohólico muchas veces no recibía el castigo que merecía.
Esta problemática aparece central para los médicos en general, y en especial para los que trabajaban como peritos legales, debido al proceso de simulación de la epilepsia y la locura que sobre todo los criminales realizaban para escapar al castigo. De los textos médicos consultados surge que varias ‘locuras’, pero especialmente el alcoholismo y la epilepsia posibilitaban la simulación para evitar o reducir condenas por actos criminales o ‘escapar al sorteo’ del servicio militar.
Según los médicos, los sujetos simulaban convulsiones o se producían heridas y contusiones, inclusive cicatrices profundas para simular epilepsia. Por ejemplo el implicado, desde el principio del ataque arrojaba espuma por la boca; para lo cual se les veía hacer movimientos adecuados de los labios y mejillas, y hasta solían ponerse con anticipación un pedazo de jabón o de pelitre en la boca, para hacer una representación de la enfermedad. Además, la simulación de la epilepsia dentro de hospitales y cuarteles por sujetos que además de criminales y soldados, aparecen como consumados actores. Por lo cual uno de los más serios y frecuentes problemas que enfrentó la medicina era el de decidir clínicamente cuando un sujeto estaba ‘loco’ e irresponsable o cuando era un criminal responsable de su acción.
Por lo que una de las principales tareas del peritaje médico era establecer si el sujeto actuó responsablemente o actuó bajo los efectos del alcohol o debido a sus ‘impulsos epilépticos’ y una de las cuestiones más difíciles e interesantes que el médico-legista tenía que resolver en la práctica, era sin duda, la que refiere a la responsabilidad e irresponsabilidad de un individuo, actor de un hecho reprobado por la ley, siempre que haya circunstancias que hagan sospechar una enajenación permanente o pasajera en el delincuente.
Precisamente por la necesidad de perspicacia y de sagacidad, que se requiere para estudiar a una persona y escudriñarle en lo más íntimo de su mente, consiste la dificultad de emitir un juicio por el cual se declare a dicha persona culpable o inocente, es decir si era un criminal o enfermo peligroso. Para los médicos la locura el alcoholismo y la epilepsia, podían generar violencia, por lo que en esta época se construye la idea del vínculo alcoholismo/epilepsia/violencia.