Ciudad de México, noviembre 21, 2024 03:04
Revista Digital Agosto 2023 Vestigios

DAR LA VUELTA / Crecer con Chapultepec al lado

Chapultepec ha atraído a poetas, cronistas, artistas, historiadores, amantes de la naturaleza, políticos y todo tipo de visitantes.

POR PATRICIA VEGA

Las rejas de Chapultepec
Las rejas de Chapultepec
Son buenas, son buenas,
¡Nomás para usted….!

¿Quiénes de los mexicanos nacidos en la CDMX no recuerdan el estribillo de la canción del compositor Tío Herminio (Herminio Álvarez) popularizada a través del cine nacional por el dueto cómico-musical integrado por Viruta y Capulina? En esa brevísima canción se condensa toda una época de la historia cultural de México.

El hermoso bosque de Chapultepec, dividido en las tres secciones que rodean al cerro del mismo nombre es uno de los lugares más emblemáticos no solo de la hoy CDMX sino del mundo. No lo digo yo: en 2019 Chapultepec fue reconocido como el Mejor Parque Urbano del Mundo por la World Urban Parks Association.

La historia conocida de este emblemático sitio de la memoria –que lo mismo ha atraído a poetas, cronistas, artistas, historiadores, amantes de la naturaleza, políticos y todo tipo de visitantes—se remonta a los tiempos prehispánicos cuando el emperador Moctezuma II lo convirtió en un sitio ceremonial y en su lugar de descanso favorito. Además de su rica vegetación y fauna, sus manantiales formaban parte de un complejo hidráulico que al tiempo que alimentaba a una alberca en ese bosque dotaba de agua a la gran Tenochtitlan, la antigua capital del imperio azteca. Así quedó registrado en los códices de la época.

Sin embargo, es la historia más reciente –verdad de Perogrullo—la que me ha permitido establecer un vínculo afectivo con este pulmón de 678 hectáreas que nutre a la ciudad de México de diversas maneras. Además de la riqueza de sus ecosistemas, el bosque de Chapultepec también alberga distintas instalaciones arquitectónicas, artísticas y culturales, entre las que destacan un castillo que hoy es el Museo Nacional de Historia, un parque zoológico, lagos artificiales, museos, teatros, restaurantes, un conjunto de teatros y el centro de espectáculos Auditorio Nacional, entre otras magníficas opciones que literalmente lo convierten en un paraíso aquí en la Tierra.

Apenas el pasado 6 de julio, conmemoramos el centenario de la apertura del Parque Zoológico de Chapultepec, aniversario que da lugar a una gran cantidad de recuerdos imborrables.

La casa familiar sigue en la colonia con calles que llevan el nombre de ríos y que permanece salpicada de casas estilo colonial californiano tan de moda en esa época. Así que vivir en las inmediaciones del prodigioso lugar que es Chapultepec me ha permitido visitarlo miles de veces por diversas razones”.

Aunque nací en la ciudad de Tijuana, en 1964 llegué a vivir de manera más permanente en la capital del país. La casa familiar sigue en la colonia con calles que llevan el nombre de ríos y que permanece salpicada de casas estilo colonial californiano tan de moda en esa época. Así que vivir gran parte de los 66 años que acabo de cumplir en las inmediaciones del prodigioso lugar que es Chapultepec, me ha permitido visitarlo miles de veces por diversas razones.

Mis recuerdos más tempranos se ubican en los paseos en carretas jaladas por chivos, sobre los lomos de caballos ponis o en un trenecito de manufactura italiana. Todavía no me recupero del asombro que me provocaron las jirafas al visitar el parque zoológico. Si en sus inicios el zoológico estuvo dedicado únicamente al esparcimiento –eco de las costumbres colonialistas—su funcionamiento ha evolucionado reflejando algunos logros civilizatorios: de un simple lugar de exhibición de flora y fauna de diversas partes del mundo se ha convertido en un importante reservorio para la conservación de especies animales y vegetales.

De sus siete áreas con condiciones climáticas especiales provienen mis primeros contactos con el gran reino animal que dieron cuerpo a mis primeros viajes imaginarios y pronto me condujeron a las nociones de que me liberaron de ese antropocentrismo tan perjudicial para el planeta. El zoológico no nada más me divirtió sino que se convirtió en una fuente de educación y conocimiento permanentes.

Y qué decir de los museos y otras instalaciones culturales que se asientan en el Bosque de Chapultepec. Por razones cercanas a mi corazón me detengo en el Museo Nacional de Historia, ubicado en el antiguo castillo que corona la cima del Cerro del Chapulín. En abril de 1984 debuté públicamente como poeta, a los 27 años, en el ciclo de lecturas “Mujeres de palabra” que se efectuaron en el Alcázar del Castillo de Chapultepec. Compartí la mesa con las escritoras Elena Poniatowska y María Luisa Puga (qepd) quienes me recibieron en el mundo de las letras de una manera solidaria y afectuosa. Muchos años después, el 17 de junio de 2022, con motivo de un homenaje al general revolucionario Francisco Villa –en la antesala el centenario de su asesinato que se cumple este año— mi madre, María Teresa Salcedo, a sus 88 años tuvo la oportunidad de participar en una exposición colectiva, que también tuvo lugar en el Castillo de Chapultepec, con un óleo en gran formato que pintó en homenaje al Centauro del Norte. No tengo palabras para describir lo que esta misteriosa y grata coincidencia significan.

Cierro estas remembranzas con un hecho imborrable para mí y muchos otros jóvenes de aquel entonces: después de muchos años de vivir la prohibición de los conciertos masivos de rock en la ciudad de México –secuela del Festival de Avándaro en 1969—fui afortunada al asistir al primer concierto que la banda Chicago dio en la CMX.

Corría el año de 1975 y tuvo lugar en el Auditorio Nacional, ubicado en el Bosque de Chapultepec…

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