Ciudad de México, octubre 15, 2024 09:47
Revista Digital Septiembre 2020 Cultura

El coronavirus que alcanzó al arte

En el siguiente ensayo, la maestra en museología por la Universidad de Harvard realiza un ejercicio sobre los retos que enfrenta el arte expuesto en museos y galerías.

POR MACO SÁNCHEZ BLANCO

Cuando entro en una sala de exposición, suelo leer la cédula introductoria, si la hay, y barro con la mirada las obras expuestas para irme directamente a la que más me llame la atención. Después, me doy una vuelta por la sala aún guiada por mi imán visual, y finalmente regreso al inicio para volver a ver todo lo expuesto en el orden sugerido por los curadores de la muestra.

Tras más de cuatro meses de cierre, en cumplimiento con los lineamientos dictados por las autoridades de salud federal ante la pandemia del COVID19, los museos de arte mexicanos empezarán a abrir sus puertas paulatinamente a lo largo de las próximas semanas.

Al oír la noticia, el primer cuestionamiento que me vino a la cabeza fue si iba a poder seguir visitando las salas de exposición a mi muy personal manera. Entré en pánico y me imaginé subida en una pasarela eléctrica de movimiento continuo como la que instalaron en la basílica de la Ciudad de México frente al óleo de la Virgen de Guadalupe.

Los directores de estos espacios, al verse obligados a postergar y cancelar las inauguraciones de las muestras planeadas, han hecho malabares para sincronizar calendarios en coordinación con artistas y curadores.

Mascarillas y guantes para “Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa”, de Jan van-Eych.

Museos, galerías y centros de arte se han visto afectados por la crisis económica y social provocada por el coronavirus, tanto en su misión como en su praxis. Sin duda, la forma en que los espectadores vamos a poder aproximarnos al arte expuesto después de esta pandemia va a sufrir cambios.

La meta de cualquier institución de arte es llegar al mayor número de público posible y ofrecer una experiencia que es tradicionalmente presencial que difícilmente se puede sustituir con el formato virtual. Los espacios que exhiben arte necesitan del público y de las relaciones humanas para que se pueda establecer un diálogo con las obras expuestas.

Además, en un cálculo rápido, sospecho que en los meses que llevamos de cierre, habrán perdido entre un 70% y un 80% de sus ingresos anuales por venta de entradas (no olvidemos que los museos hoy en día son parte sustancial de los recorridos turísticos), además de todos los ingresos generados por las ventas de sus tiendas, cafés y restaurantes.

Es por esto que, como en muchos otros de los ámbitos de nuestra sociedad, los espacios de artes están implementando nuevas prácticas, cuidados y protocolos para seguir manteniendo las puertas abiertas a su público. En los meses que llevamos de cuarentena, aunque museos y galerías han estado cerrados al público, la actividad de los profesionales de las instituciones de arte no ha parado para dar una respuesta adecuada a los desafíos y pruebas que implica combatir esta crisis sanitaria.

Uno de los primeros retos que enfrentaron estas instituciones, fue hacer un cierre seguro que garantizara las condiciones necesarias en términos de mantenimiento, seguridad y conservación de las obras, funciones que requieren de la presencia física del personal técnico y especializado.

El segundo gran reto para los profesionales de los espacios de arte ha sido mantener vivo el diálogo con sus audiencias, ahora de forma remota, en una situación tan inesperada y anómala como la que estamos viviendo. Curadores, museógrafos, comunicadores y responsables de servicios educativos, ya no viajan ni van a la oficina pero han trabajado sin tregua desde sus casas, vía videoconferencia, en la producción y emisión de contenidos sustanciales a la medida de su público: recorridos virtuales de exposiciones, estrenos exclusivos de obras audiovisuales, podcasts, acercamientos a algunas de las piezas de sus colecciones, apertura de archivos, etc.

En muchos de los casos, en la “vieja normalidad”, el material digital solía ser una herramienta de difusión, un reclamo publicitario que te movía a visitar físicamente el museo, la galería o la bienal en cuestión. De entre los nuevos contenidos generados a raíz del distanciamiento social forzado que vivimos, llama la atención por su alto número y lo poco comunes que eran antes de la pandemia, las visitas virtuales a los estudios de los artistas que se han ofrecido.

Este tipo de materiales nos abre las puertas a los talleres donde nacen las obras que luego vemos expuestas en los recintos de arte, y nos permite entrar, de cierta manera, en el mundo personal de los creadores, un espacio tradicionalmente reservado a curadores, galeristas y coleccionistas privilegiados.

Hoy en día, las instituciones de arte de todo el mundo comparten programas y las exposiciones viajan por diversas sedes, a nivel nacional e internacional, que son agendadas con dos o tres años de antelación. Los directores de estos espacios, al verse obligados a postergar y cancelar las inauguraciones de las muestras planeadas, han hecho malabares para sincronizar calendarios en coordinación con artistas y curadores, además de implorar a patronos y benefactores que mantengan sus apoyos a pesar de lo complicado de la situación financiera presente.

Los responsables de registro y movimiento de obra, trabajaron con empresas de transporte de arte, compañías aéreas y de seguros, y agentes aduanales, para conseguir, o al menos intentar, ampliar préstamos, repatriar obras en tránsito que quedaron varadas en bodegas remotas o regresar materiales en préstamo ante el súbito cierre de servicios aéreos y fronteras.

Ahora que las visitas presenciales a los recintos de arte que sí han logrado sobrevivir a esta crisis se empiezan a reactivar, las instituciones adaptan sus espacios a la “nueva normalidad”. Los equipos a cargo del mantenimiento de las instalaciones se replantean temas prácticos tan fundamentales como el funcionamiento adecuado del aire acondicionado, para que su utilización no resulte en una vía más de contagios.

¿Es factible seguir repartiendo material educativo impreso en las salas?, ¿qué hacer con las herramientas interactivas que requieren de la manipulación física?, ¿se puede seguir ofreciendo audífonos para ver un video en una sala sin molestar al resto de los visitantes?

Mascarillas y guantes para “Cuarto en Nueva York”, de Edward Hopper.

La operación de las taquillas necesita ajustarse también a las nuevas circunstancias; el diseño del flujo de visitantes debe evitar los cruces “cara a cara”; hay que reorganizar las filas de espera y el control del aforo en las salas para respetar la sana distancia, etc. Montones de matices a tener en cuenta: ¿es factible seguir repartiendo material educativo impreso en las salas?, ¿qué hacer con las herramientas interactivas que requieren de la manipulación física?, ¿se puede seguir ofreciendo audífonos para ver un video en una sala sin molestar al resto de los visitantes? Y todo esto sin dejar a un lado que, a pesar de las inevitables nuevas medidas a implementar, el público debe sentirse incluido y bienvenido al visitar las salas de exposición.

Todo un desafío para los profesionales de las instituciones de arte que estoy segura resolverán de una manera más amable, propositiva y flexible que las autoridades de la basílica de Guadalupe. Así los ciudadanos podamos seguir consumiendo arte y cultura, un alimento fundamental para encarar el COVID19 y cualquier otra pandemia venidera.


Nacida en Madrid, España, Maco Sánchez Blanco es historiadora por la Universidad Complutense y tiene una maestría en museología en la Universidad de Harvard. Desde su llegada a México en 1994 ha gestionado diversos proyectos culturales como la asociación de críticos y curadores Curare, A.C. (1993-1997) y la asociación civil Abel Quezada (2007-2012); ha sido manager de los estudios de Jan Hendrix (1997-2000) y Francis Alÿs (2016-a la fecha). Entre sus proyectos más recientes se incluyen la curaduría de exposición Tierra Firme de Jan Hendrix.

 

 

 

 

 

 

 

 

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