POR LA LIBRE / El Guapo
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El Guapo. Foto: Francisco Ortiz Pinchetti
Una noche tormentosa, el enorme pirul se derrumbó en medio de un estruendo al reblandecerse la tierra en la que se erguía con sus más de 20 metros de altura. Fue una catástrofe ecológica que hoy se ha convertido en leyenda.
POR FRANCISCO ORTIZ PINCHETTI
La mañana del 16 de septiembre de 2009, cuando miraba el desfile militar en la televisión, recibí una llamada de mi amigo y vecino, el actor Pablo Gorgé. Su voz era de desaliento y angustia: “¡Se cayó El Guapo!”, me dijo.
Poco sabía yo del enorme pirul que reinaba en el parque de San Lorenzo, al que los vecinos más antiguos del barrio habían bautizado de esa manera. Por eso el tono de mi vecino me desconcertó. Era como si me estuviera anunciando una tragedia atroz, el fin del mundo tal vez.
El pirú o pirul es originario de Sudamérica, pero en México ha encontrado su segundo hogar, de modo que ha proliferado por toda la República. Se distingue por su longevidad y su frondosidad, que proporciona una grata sombra, y por sus singulares frutos, unos racimos de bolitas rojizas que encantan a las aves.
La caída de El Guapo era efectivamente una catástrofe ecológica, en tratándose de un ejemplar bello y frondoso tal vez con más de 400 años de edad. Los habitantes sobrevivientes de lo que fue el pueblo originario de Xochimanca aseguran que sus abuelos les contaban que cuando eran niños el pirul ya estaba ahí. Era parte del pueblo, como luego lo fue del barrio y de la colonia.
Pablo vive, como yo, enfrente de parque de San Lorenzo. Él sobre la calle Manzanas y yo por el lado de Magnolias. Uno de los tres protagonistas de La risa en vacaciones —la cinta de René Cardona Jr., de la que se filmaron ocho exitosas secuelas— se convirtió desde hace dos décadas en una especie de apóstol de los árboles. Él asegura que nuestro jardín no es un parque: “Es un museo”, dice, por la variedad de especies arbóreas que viven en sus aproximadamente cuatro mil metros cuadrados de superficie.
El caso es que él ha dedicado mucho de su tiempo al cuidado de los árboles, pendiente siempre de cualquier intento de tala y aun de poda indebida, que vigila celosamente para que ningún ejemplar sufra daño.
También ha liderado diversas causas vecinales en defensa del parque. Como cuando, en dos ocasiones, las autoridades intentaron perforar un pozo de extracción de agua potable en pleno parque. No pudieron. Tampoco han permitido los vecinos encabezados por Gorgé ninguna intervención ilegal en el jardín de San Lorenzo, ubicado en la colonia Tlacoquemécatl Del Valle y protegido por la Ley de Patrimonio Cultural, Natural y Biocultural de la Ciudad de México, ni la instalación de puestos ambulantes de ninguna índole.
Con todos esos antecedentes se entenderá que tomé muy en serio la llamada del activista y actor. Así que de inmediato salí al parque y constaté, consternado, que efectivamente El Guapo yacía tendido con sus más de 20 metros de tronco y abundantes y vigorosas ramas sobre el lecho del parque. Un aguacero nocturno había reblandecido el terreno en que se erguía y en medio de un estruendo se había venido abajo. Prodigiosamente, no dañó al caer a ningún otro árbol o planta de la parte sureste del parque, donde se derrumbó.
Al día siguiente, una cuadrilla de trabajadores de la entonces delegación Benito Juárez se presentó para cercenar con sierras eléctricas el pesadísimo tronco de El Guapo, para sí podérselo llevar en partes. Pablo observó el operativo a punto de las lágrimas. Y de pronto observó que la parte inferior del tronco, lo que llaman “cuello de la raíz”, una suerte de muñón, se mantenía literalmente agarrado a la raigambre que aún se hundía en la tierra.
Se fue a la sede delegacional, frente al Parque de los Venados, para pedir, suplicar, exigir que ese tramo inferior del tronco no se tocara, que se dejara ahí en tanto se dictaminaba su estado. Lo consiguió. Y entonces recurrió a un amigo biólogo especialista en árboles para que dictaminara el caso.
“Está vivo”, dictó el experto. “Es posible incluso que retoñe”.
Pablo pegó de brincos. Con tan incierto como esperanzador diagnóstico, consiguió que la autoridad dejara ese tramo tal cual, con las raíces aferradas al suelo…. Tres, cuatro semanas después aparecieron en el tronco las primeras ramitas nuevas. Y cuatro meses más tarde, El Guapo tenía un ralo, pero evidente follaje. ¡Había resucitado!
Nuestro héroe gestionó entonces que la Delegación colocara una reja para protegerlo. Estuvo duro y dale. Tardó casi dos años en conseguirlo. Finalmente, los trabajadores de la BJ instalaron y pintaron de verde una cerca metálica alrededor del tramo de parque en el que se encuentra el árbol reverdecido. E incluso consiguió que se instalara un pequeño pedestal de cemento, una especie de atril, para colocar una placa alusiva.
–Escribe el texto— me pidió mi amigo.
Escribí en primera persona: “Hola. Soy un pirul y tengo más de 450 años de edad. El 15 de septiembre de 2009 sufrí un accidente y me caí; pero por alguna extraña razón sigo vivo, para que junto con ustedes y con todos los de mi especie nos hermanemos para cuidar nuestro planeta. Gracias por cuidarme. Los quiere, El Guapo”.
Aunque chaparrón y con un tronco contrahecho, el ya famoso árbol luce magnífico, con una densa cabellera, ciertamente guapo. Hoy, 16 años después de su tropiezo, no solo es una referencia urbana y un hermoso adorno natural para nuestro parque, emblema de la supervivencia y el medio ambiente, sino también se ha convertido también en un insólito atractivo turístico.
Grupos de visitantes nacionales y extranjeros, en efecto, acuden a conocerlo, como parte de su recorrido por los rumbos del viejo Mixcoac y la visita a la capilla de San Lorenzo Mártir –construida a finales del siglo 16, una joya colonial– ubicada en el mismo parque a menos de ochenta metros de donde se encuentra el emblemático árbol “resucitado”, como algunos le dicen.
Con el paso de los años, la historia de El Guapo empieza a convertirse en leyenda.