Ciudad de México, noviembre 21, 2024 20:15
Salud

Estigmas sobre la salud mental impiden atención oportuna

Hay una brecha entre los pacientes con este tipo de padecimientos y quienes tienen otras enfermedades

STAFF / LIBRE EN EL SUR

La pobreza, desigualdades sociales y contextos de violencia que se viven en el país son las principales determinantes que inciden, de manera significativa, en la salud mental de las personas, quienes no son atendidas adecuadamente, afirmó la directora de la Facultad de Psicología de la UNAM, María Elena Medina-Mora Icaza.

Al dictar la conferencia magistral: Salud Mental Comunitaria, en el marco del Tercer Seminario Permanente Emergencia Social Comunitaria de la Escuela Nacional de Trabajo Social de esta casa de estudios, aseguró:

Aún existe brecha en la atención a los pacientes con problemas de salud mental frente a la que reciben las personas con otros padecimientos.

Quienes presentan algún trastorno mental, agregó, todavía no tienen protegidos sus derechos humanos, por lo que es necesario revisar el modelo de atención y garantizarles su reintegración a la comunidad.

Las determinantes de la salud mental, enfatizó, no son un asunto que se atienda únicamente por el sector salud, se debe trabajar con otros rubros como desarrollo social, educación, trabajo y vivienda, además de canalizar presupuesto suficiente.

De acuerdo con un estudio elaborado por el grupo de salud global y publicado en la revista especializada Lancet de Psiquiatría, se analizó cómo los determinantes sociales están asociados al desarrollo sustentable.

Se confirmó, dijo, que de las 17 metas para el desarrollo sustentable 13 estaban relacionadas con la salud mental de la población y tenían que ver con factores como problemas económicos, pobreza, desigualdad, equidad de género, además de la inseguridad y los traumas asociados a la violencia.

Hay un papel importante de salud, pero también otro relevante de seguridad para una vida libre de violencia, porque sabemos que es uno de los factores de riesgo esenciales para la enfermedad; nuestra obligación es construir lugares estables para que todas las personas estén sin riesgo de enfermar, y quienes lo están puedan vivir en un ambiente de confianza, destacó.

Existe una relación directa entre la pobreza y la enfermedad mental, subrayó, toda vez que la salud mental está relacionada con sus características biológicas, demográficas o constitucionales y también con factores de vida formados por las redes sociales y comunitarias, e influida por las condiciones de vida, de trabajo y amplios factores socioeconómicos, culturales y ambientales. 

“Conocer y estudiar cuál es ese camino, y determinar cómo la pobreza afecta, tiene mucho sentido porque entonces nos orienta a ver ¿en dónde debemos actuar, en dónde debemos prevenir, en dónde debemos modificar y qué debemos modificar para disminuir el impacto de la pobreza sobre la enfermedad mental?”, puntualizó la universitaria.

Medina-Mora Icaza expuso que luego de una revisión de las encuestas mundiales sobre salud mental, elaboradas en los últimos años por la Organización Mundial de la Salud, se observó, entre otras situaciones, cómo en nuestro país las desventajas socioeconómicas están asociadas con incremento en el riesgo de abusar de drogas, a través de la exposición a la violencia y ambientes inseguros.

“Lo que encontramos en México -cuando analizamos la exposición a la violencia en el ciclo vital- es que los testigos de violencia doméstica se daban principalmente entre los menores de 5 a 10 años; los golpes de los padres ocurrían antes de los 17 años; la violación en las dos primeras décadas de la vida; la agresión sexual desde los 5 años con nuevos casos hasta los 25 años”, externó.

Con estos datos, añadió, se confirma que, para los niños y los adolescentes, en esa etapa de la vida aumenta el riesgo de enfermar; la mitad de las personas adquirieron un padecimiento durante la infancia, la adolescencia o en la juventud temprana, por lo que el trabajo de prevención se vuelve importante en esos periodos.

“Hay un ciclo vicioso entre la pobreza que aumenta el riesgo de trastornos mentales, que está asociada con pocas oportunidades de trabajo, pocas oportunidades de educación, alto nivel de conflicto y mucha pobreza”, argumentó.

Un elemento fundamental para atender las diferentes problemáticas en torno a la salud mental tiene que ver con la capacitación especializada, en la que se debe incorporar a los actores que pueden intervenir, con el fin de mejorar los mecanismos de atención, los entornos en la vida de las personas, la promoción de la salud y la prevención de enfermedades.

De igual forma, apuntó, es fundamental trabajar en la alfabetización y sensibilización de la población, con el fin de disminuir la alta estigmatización social que prevalece en contra de la enfermedad mental, a las personas que tienen por vocación atenderla, incluso hacia las instituciones creadas para otorgar cuidados especializados.

El señalamiento provoca que quienes empiezan a padecer algún trastorno se resistan a buscar asistencia. Esto no favorece que busquen ayuda, pues desde que empieza la enfermedad hasta que llega al tratamiento pueden pasar, dependiendo del padecimiento, de 14 a 35 años, alertó Medina-Mora Icaza.

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