Tras las huellas de Hernán Cortés en la Villa de Coyoacán
Fotos: Francisco Ortiz Pardo
Entre versiones encontradas prevalece el misterio sobre la presencia del conquistador en lo que fue el primer ayuntamiento de la Nueva España, fundado hace 500 años. Libre en el Sur siguió sus pasos para escudriñar en una historia fascinante.
POR FRANCISCO ORTIZ PARDO
Ignorada la efeméride por las autoridades federales y de Ciudad de México, tan dadas a remarcar el nacionalismo anti hispanista, el pasado 15 de mayo se cumplieron 500 años de haber sido fundada la Villa de Coyoacán por el conquistador Hernán Cortés, lo que supone que las piedras labradas más antiguas de la Nueva España se hallan en algunos de sus edificios históricos.
Para la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, el hecho ha pasado inadvertido a pesar de que en las paredes externas del edificio en que despacha, en el Centro Histórico, se halla plasmado en azulejos, entre columnas de cantera, el escudo de Coyoacán, “lugar del primer ayuntamiento del Valle de México”.
Con recursos limitados, empero, la alcaldía coyoacanense a cargo de Giovani Gutiérrez ha iniciado una serie de actividades que se extenderán a lo largo de dos años. De entre ellas destacada una exposición de obras relativas a la Virgen de Guadalupe –óleos y tallas en piedra y madera— que se presenta en la Casa de Cultura Reyes Heroles.
La conmemoración parece tocada por la polarización política, donde la coyuntura se impone a la historia y se ha pretendido por decreto negar el mestizaje que en la “Casa Colorada” –el supuesto hogar que mandó construir el conquistador a La Malinche— tuvo su primera expresión artística a base del tesón de las manos indígenas con las que fueron colocadas las piezas de tezontle, la piedra originaria. Independientemente de la leyenda sobre la supuesta moradora original, y su todavía más improbable convivencia allí mismo con Hernán Cortés, la construcción ocupa el predio en el que, se sabe, surgió propiamente el México Virreinal.
La residencia, actualmente de dos plantas y grandes ventanales, debe su nombre al aplanado con grecas rojizo que es posterior a la construcción original del edificio y estuvo en peligro de venir abajo, tocada por el terremoto del 2017. Hasta que en septiembre del año pasado, finalmente el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) atendió las súplicas de Rina García Lasso, su actual dueña, y ya se encuentra en restauración.
García Haro es hija de los célebres pintores Arturo García Bustos y Rina Lazo Wasem, ambos integrantes de lo que fue conocido como el grupo de Los Fridos, por ser Frida Kahlo su mentora. Los artistas vivieron en esa casa hasta su muerte –la de él en abril del 2007 y la de ella en noviembre de 2019— convencidos de que se trató de la real residencia de La Malinche. La conmemoración de los 500 años de la fundación de Coyoacán –y virtualmente de la construcción de esa casona—coincide con el homenaje que el gobierno federal realiza a Rina Lazo, al exhibir en el Palacio de Bellas Artes su último mural, Xibalbá, el inframundo de los mayas, que justamente pintó en su estudio de Coyoacán, y que terminó apenas cinco días antes de morir.
Los pasos de Cortés pueden seguirse desde el kisoco del Jardín Hidalgo, en pleno Centro Histórico de Coyoacán. Frente a éste permanece un edificio posterior al que el conquistador mandó construir para instalar allí su gobierno (no su casa, como falsamente se ha difundido) y que ha fungido como la sede de la alcaldía hasta nuestros días. Está vigente la versión de que en ese lugar fue atormentado Cuauhtémoc, el último emperador azteca, con el fin de hacerlo revelar el sitio en que se encontraría el mítico tesoro de su imperio, cuya existencia nunca se ha dilucidado.
Luego se camina por la más antigua de todas las calles coloniales, Higuera, que inicia en el Jardín y culmina precisamente en la Plaza de la Conchita, en la esquina con la calle Vallarta. Justo ahí, a mano derecha, se levanta la Casa Colorada. Desde su entrada principal, exactamente en línea recta se tiene de frente la puerta del templo de la Purísima Concepción de María, supuestamente mandada construir por el propio Cortés a petición de Malinztin. Aparentemente el templo formaba parte de un proyecto que incluía la construcción de un convento en su entorno, que por razones desconocidas nunca se realizó. La iglesia, por cierto, se encuentra en un deplorable estado de abandono, a tal grado que de sus torres –apuntaladas desde hace años— asoman matorrales.
Durante trabajos de restauración en el interior del templo, efectuados entre 2012 y 2014, investigadores del INAH hallaron vestigios de lo que habría sido un pequeño oratorio prehispánico. Se sabe que ese territorio fue habitado originalmente por un grupo de Chalco hacia 1330 y en 1410 pasó a manos de los Tepanecas, sometidos 20 años después por los aztecas.
Por la calle posterior al templo, que actualmente lleva el nombre del ingeniero Manuel Fernández Leal, se ubica una construcción de estilo colonial donde funciona el restaurante Hacienda de Cortés. Aunque no hay evidencia alguna de que ahí hubiese sido en algún momento su residencia, de lo que sí hay indicios es de que estuvieron las caballerizas donde se guardaban los corceles del capitán extremeño y su tropa.
El 15 de mayo de 1522, Cortés explicó su estancia en Coyoacán al emperador Carlos V, a través de su Tercera Carta-Relación. Quedó esa fecha marcada como la de la fundación del primer ayuntamiento del Valle de México. “Y entre tanto que las casas se hacen, acordamos de estar y residir en esta ciudad de Cuyoacán, donde al presente estamos. De cuatro o cinco meses acá, que la dicha ciudad de Temixtitan se va reparando, está muy hermosa, y crea vuestra majestad que cada día se irá ennobleciendo en tal manera, que como antes fue principal y señora de todas estas provincias, que lo será también de aquí adelante; y se hace y hará de tal manera que los españoles estén muy fuertes y seguros y muy señores de los naturales, de manera que de ellos en ninguna forma puedan ser ofendidos”, escribió Cortés.
Como “el tesoro” de Cuauhtémoc, en el misterio permanece el lugar exacto donde vivió Cortés, aunque de sus pasos ahí no hay duda alguna. Algo de Coyoacán lo fascinó, a tal grado que en su testamento escribió:
“Llevar mis huesos a la Nueva España, lo cual yo le encargo y mando [a mi sucesor] que así se haga dentro de los diez años, y antes si fuese posible, y que los lleven a la mi villa de Coyoacán y allí les den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer y edificar”.
Aunque eso nunca ocurrió.