Ciudad de México, julio 26, 2024 18:48
Revista Digital Noviembre 2020

¡Recórcholis! / Indestructibles

He aprendido,
con tropiezos,
una terapia que hice a diario,
durante más de un mes,
para que mi hermana
con el tiempo
comience a levantarse,
luego camine,
con tropiezos,
y después corra.

ANDRÉ LÓPEZ GARCÍA / 18 AÑOS (RECIÉN CUMPLIDOS)

Se trata
de acostumbrarnos a un lugar
que con el tiempo
se ha vuelto desconocido
para todos nosotros.
Se trata
de conversar con extraños
con los que estamos a diario.
De verlos a los ojos,
hablarles
y escuchar lo que tienen
que decirnos,
que es mucho.

Ricardo y yo
hemos arreglado el jardín.
A veces juntos, a veces por separado
y en ocasiones con Pepe.
Hemos hecho repisas
para las toallas de baño.
Hemos peleado,
nos hemos mentado una madre ausente
sin importarnos que sea la misma para ambos.
Pero, así como nos hemos enojado,
han existido reconciliaciones.

Con Emiliano hice un marco para fotos
que tiene dos caras
y con Fidel un atrapa sueños.
Ambos objetos
tienen la tarea de resguardar algo
(protegiéndolo del paso del tiempo
o protegiéndonos de las peligrosidades
del inconsciente,
o sea, de la verdad).
La cápsula del tiempo
enterrada en el jardín,
esa cápsula que es de Paula,
también tiene ese fin explícito:
recordarnos quiénes fuimos
cuando ya no seamos los mismos.

He aprendido,
con tropiezos,
una terapia que hice a diario,
durante más de un mes,
para que mi hermana
con el tiempo
comience a levantarse,
luego camine,
con tropiezos,
y después corra.
Hube de aprender a esperarla
cada mañana
en la sala
con un libro en mano.
Y no he podido volver a encontrar
un mejor propósito
para levantarme temprano.

Mi tía Roy vive con nosotros
durante la cuarentena.
Es una mujer admirable.
Nunca creí que se convertiría
en alguien tan cercano.
Me escucha, me habla,
me expone dudas y se burla
de actitudes enfermas.
Esa última acción es su manera de decirnos:
“No estoy de acuerdo”.

A Vale le hice una playera
decolorada con Cloralex.
Su diseño era el de una estrella,
que más bien terminó en rana.

Casi olvido los dibujos
durante las clases de Memo.
Fue complicado,
pero ha querido reponerse.
En lugar de ser un monstruo,
quiere ser un buen maestro.

Y me di cuenta,
hasta hace poco tiempo,
que no se trata de embellecer el jardín
o el baño.
No se trata
solamente
de hacer un marco
o un atrapasueños
o una playera
o un dibujo.
Tampoco se trata
de dar una terapia
de rehabilitación.

Esas cuestiones vienen después.
No son lo primordial.
Son el medio,
no el objetivo.

Lo que importa,
y de lo que se trata,
es de acercarnos.

Es a lo que nos arrastra
una pandemia como ésta:
a volvernos una familia indestructible.

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