Ciudad de México, abril 25, 2024 20:32
Opinión Laura Ballesteros

La polarización que sigue

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Surge la necesidad de repensar la forma en la que podemos hacer política y ciudadanía, adueñarse de una buena vez de la idea de que no sólo es a través de los partidos la forma de incidir, y modificar, las decisiones en los congresos y los gobiernos.

LAURA BALLESTEROS MANCILLA

El proceso electoral ha terminado, y aunque algunas elecciones se irán a tribunales por impugnaciones y delitos electorales denunciados, el mapa electoral no cambiará sustancialmente.

Las lecturas sobre los resultados son diversas, se sabe que Morena se consolidó como fuerza política nacional y se alzó con 11 victorias en gubernaturas, logró conseguir la mayoría absoluta en el Congreso, pero se derrumbó en la Ciudad de México, al perder 9 alcaldías y más de 11 escaños en el Congreso local, en manos de la oposición. Por su lado la alianza Va X México, logró crecer su influencia en el Congreso y se consolida como un bloque opositor capaz de detener reformas constitucionales, con cerca de 200 legisladores, obtuvo victorias locales y se afianzó en la CDMX de forma contundente. Y Movimiento Ciudadano se consolida, por su parte, como la tercera fuerza política del país, ganando la gubernatura de Nuevo León, sumándose a la de Jalisco, y alcaldías claves como lo son Monterrey y Guadalajara, duplicando su porcentaje de votación nacional.

Citando a Gabriel Guerra, quien ha acertado en el análisis  de la elección acontecida: “Todos ganaron y perdieron algo, como debe ser en democracia”. Sin embargo, también esta elección se presentó como la más violenta de nuestra historia, con más de 90 candidatos, y políticos, asesinados en manos del crimen organizado, y la amenaza latente del narcoestado.

En este contexto, ante la construcción de dos grandes bloques en el país, con algunos intentos de tender puentes ante la grieta, debemos visualizar la polarización que viene, esa que amenaza con acaparar las discusiones públicas ante un puño de temas nacionales de prioridad para Palacio Nacional, dejando de lado discusiones de futuro, progresistas, de atención a minorías, grupos vulnerables, mujeres, niños y jóvenes, de acceso a todos los derechos por parte de todas las personas.

Tales como las agendas de salud pública, las de feminismos, igualdad y cuidados a las infancias, juventudes, las de paz. Las relacionadas con la protección y defensa del medio ambiente, a favor de las energías verdes y renovables, y la protección de bosques, reservas, flora y fauna. Las de seguridad alimentaria, las de protección de derechos del consumidor. Las urbanas, y de futuro poblacional, como la inversión en sistemas de transporte público, como el Metro, y vivienda accesible, la mirada hacia la movilidad no motorizada y sus demandas por seguridad vial. Las garantistas de derechos de tercera y cuarta generación, y acceso. Las de gobernanza abierta, sociedad civil, y colectividad.

Ante esta realidad, es necesario iniciar una nueva etapa para sobrevivir a la política mexicana. A partir de ahora, durante los siguientes 3 años, podríamos estar viviendo una lucha de poder entre dos bandos que suponen tener la razón sobre lo que necesita el país, y donde el avance de las políticas presidenciales versus la resistencia contra ellas, en el Congreso, pondría a prueba la posibilidad de avanzar en las otras agendas importantes para todas las personas. Ponerlas en espera.

Ante esto surge la necesidad de repensar la forma en la que podemos hacer política y ciudadanía, adueñarse de una buena vez de la idea de que no sólo es a través de los partidos la forma de incidir, y modificar, las decisiones en los congresos y los gobiernos. Pensar en plataformas híbridas y transversales de causas y luchas, que puedan ser acompañadas por grupos diversos de políticos, legisladores, activistas, académicos, y gobernantes. Si los partidos ya borraron sus fronteras entre uno y otro, ¿por qué la ciudadanía no puede organizarse mejor y adelantarse?. Esos círculos de incidencias defenderán e impulsarán el futuro del país, aun cuando no sea prioridad ni para el Presidente, o los grupos de oposición en determinados momentos de lucha de poder. Hacer puentes dinámicos ante la grieta que se avecina.

Este es el país que muchos de nosotros vemos, el futuro que queremos, y por el que vale la pena seguir luchando. Lo demás es sólo lucha de poder y egos.

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