Ciudad de México, junio 24, 2025 15:09
Francisco Ortiz Pardo Opinión

EN AMORES CON LA MORENA / No somos de nadie

Los artículos de opinión son responsabilidad exclusiva de sus autores.

Quien no cuestiona a fondo el modelo de ciudad, no defiende los árboles: los usa

STAFF / LIBRE EN EL SUR

La historia del periodismo comunitario se escribe con tinta de contradicciones. Y Libre en el Sur, desde hace más de dos décadas, las ha encarnado todas. Porque ser un medio local no significa hablar solo de lo chiquito, sino partir del barrio para leer el país. Desde 2003, cuando decidimos contar la ciudad desde Benito Juárez, no hemos dejado de vivir esa incomodidad política que se traduce en esta pregunta: “¿y ustedes con quién están?”.

La respuesta es, ha sido y seguirá siendo la misma: con nadie y con todos, en el sentido más comprometido de la palabra. Pero a los políticos eso les incomoda. Les descompone el esquema binario. En los días recientes, a propósito de la defensa del árbol Laureano —símbolo viviente de la resistencia contra el cemento rapaz—, nos volvieron a colocar etiquetas ajenas. Que si somos de Morena porque criticamos a Movimiento Ciudadano; que si somos del PAN porque denunciamos las arbitrariedades y corruptelas de los gobiernos de Morena; que si nos pasamos al MC porque no aplaudimos al oficialismo. Los colores cambian, la acusación es la misma: molesta no tenernos de su lado.

Lo que es un hecho —y lo sabemos porque lo hemos vivido una y otra vez— es que a ningún político le gusta la crítica. Hay quienes, sin embargo, entienden que es parte inherente del trabajo periodístico y lo aceptan (aunque no les encante). Otros no. Otros creen que esto se trata de un pleito entre bandos, de una guerra sucia con pasiones partidistas, sin comprender que el ejercicio crítico del periodismo incluso les conviene. Porque una nota bien documentada, una observación incómoda a tiempo, una denuncia puntual, puede ser la diferencia entre repetir un error y tener la oportunidad de corregirlo antes de que sea demasiado tarde. La crítica, bien entendida, no es enemiga del político: es su espejo.

Nos acusan desde el poder (sin importar el color) de tomar partido cuando narramos las grietas que ellos abren. Pero si no se enteran: nuestro único partido es el vecindario, el que pierde árboles, el que lucha por parques, el que no aparece en las conferencias mañaneras ni en los videos con dron. La crónica comunitaria incomoda porque no responde a boletines ni a agendas nacionales, sino a esas luchas que nacen en esquinas específicas —como Miguel Laurent y Fresas, donde Laureano da sombra— y se vuelven universales cuando se cuenta bien su historia.

Durante 22 años hemos sido etiquetados por conveniencia. En tiempos del PAN dominante, nos llamaron perredistas justo por hablar de los excesos de las inmobiliarias y su depredación. Luego, con el ascenso de Morena, nos acusaron de “fifís” por denunciar abusos disfrazados de justicia social. Ahora que cuestionamos al partido político Movimiento Ciudadano por apropiarse de causas legítimas con membretes apócrifos y festivales reciclados, resulta que “ya estamos con el otro bando”. Parece que el único periodismo válido para el político de turno es el que se calla o el que aplaude.

Nosotros elegimos escuchar, narrar y disentir. Sabemos que el periodismo comunitario no es perfecto. Tiene bemoles: la precariedad, la sospecha de activismo, el riesgo de aislamiento. Pero lo preferimos con todos sus defectos antes que convertido en vocería de partidos que vienen por votos y se van sin responder por el pozo contaminado, el árbol talado o el edificio ilegal.

A la depredación inmobiliaria —esa que convierte árboles en estacionamientos y memoria en metros cuadrados— le ha convenido que la denuncia vecinal se vuelva botín electoral. Lo vivimos también con la oposición al panismo, cuando nuestra cobertura sobre la crisis ambiental y las denuncias sobre la corrupción inmobiliaria fue usada como insumo de campaña. No lo permitimos entonces, y no lo permitimos ahora. Lo demostramos en la pasada elección, donde marcamos distancia de quienes quisieron apropiarse de nuestras informaciones con fines partidistas. No fuimos, no somos, ni seremos parte de esas estrategias.

De la misma manera, no avalamos que Movimiento Ciudadano lucre políticamente con el árbol Laureano, ni con un supuesto ambientalismo de ocasión que no está dispuesto a tocar el fondo de las cosas. Quien no cuestiona a fondo el modelo de ciudad, no defiende los árboles: los usa.

En un reciente “comunicado” de esa parte que se separó de la causa originaria para alinearse con Movimiento Ciudadano, se afirma —falazmente— que es válido aceptar el apoyo de cualquier entidad política que así lo ofrezca. En eso no estamos en desacuerdo: si un actor político quiere apoyar una causa justa, que lo haga. Lo que sí rechazamos, y lo que denunciamos con claridad, es el protagonismo de quienes se montan en causas comunitarias para proyectar su imagen o apuntalar campañas. Si apoyan, es su obligación, no un favor. No es para aplaudírselo. Que el mérito sea el hecho, no la foto. Los vecinos pueden usar a los políticos, pero no al revés.

Aunque en Libre en el Sur estamos acostumbrados a que nos etiqueten, y una y otra vez lo hemos sorteado —porque el tiempo nos ha dado la razón—, hoy tenemos que decirlo de nuevo: intereses político-partidistas se han infiltrado en movimientos vecinales legítimos. Y eso no solo es inaceptable: es una inmoralidad.

Y lo decimos particularmente en el caso de la defensa del árbol Laureano, porque fue gracias a las alertas publicadas por este medio que los vecinos tomaron cartas en el asunto. De aquí surgió el nombre, y desde aquí se advirtió, hace dos años y medio, que al derribar una casita en la esquina de Miguel Laurent y Fresas, corría peligro no solo el entorno barrial, sino el propio árbol, junto con un colorín que crece a su lado. Fuimos buscados por los vecinos no solo por ese historial, sino porque conocemos el territorio, lo hemos caminado, narrado y defendido durante más de dos décadas. Así nació el movimiento auténtico #SalvemosALaureano, y no de sus detractores.

Aquí mismo documentamos lo que ahora muchos intentan borrar: que fue la propia Alcaldía Benito Juárez la que informó, de manera oficial y oportuna, que la desarrolladora Núcleo Urbano había solicitado ante Sedema un permiso de poda que en el caso no es otra cosa que es el aniquilamiento de la hermosura. Justo eso: Lo que pretendían los desarrolladores no era una simple poda, sino una mutilación: cortar ramas que en realidad son troncos secundarios, brazos enteros que al ser removidos afectarían gravemente la vida del árbol y podrían condenarlo a una muerte lenta. ¿Y sus raíces, superficiales pero extensas en el terreno? Todo para levantar un lujoso edificio don diez departamentos, a precios que irán desde los 7.5 millones de pesos pero, de acuerdo con su tamaño, pueden rozar los 20 millones de pesos.

Y ahora, ese mismo desarrollador es defendido por Movimiento Ciudadano, que le abre la puerta a rediseñar su proyecto y deja abierta la posibilidad de mutilar el árbol “legalmente”, incluso a través de artimañas como autorizaciones por “dictámenes”.

Lo que pretendía el partido político Movimiento Ciudadano –y hay que decirlo bien— era golpear políticamente a la Alcaldía en un caso en el que no le correspondía la responsabilidad ambiental. La verdad es que la Alcaldía Benito Juárez actuó conforme a lo que le correspondía: negó un permiso de poda o derribo, lo comunicó públicamente y dio vista a la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial. Sin embargo, insistentes voces aliadas a MC pretendieron, una y otra vez, responsabilizar a la Alcaldía haciendo malabares que no encontraron eco en el movimiento real. Nosotros no estamos aquí para defender a ningún gobierno, pero sí para oponernos a la manipulación, al acomodo, y al uso político de causas genuinas por parte de quienes no tuvieron la iniciativa, ni el riesgo, ni la memoria.

Nuestra trayectoria está documentada: hacemos periodismo de rigor, comprometido con los derechos humanos, con las causas que son del interés público, con el derecho a vivir en una ciudad más justa y habitable. Escuchamos a todos. Pero no respondemos a consignas. Porque cuando todos se hayan ido, nosotros seguiremos aquí, contando la historia desde abajo, desde la banqueta, desde la sombra que aún quede.

Compartir

comentarios

Artículos relacionadas