FEBRERO LOCO… DE AMOR / ¿Mes acomplejado?
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Locura en febrero. Especial /IA
“Febrero nos recuerda que el tamaño no importa cuando se trata de marcar un cambio y hacer que la locura, sea amorosa, carnal, ideológica o climática, se manifieste libremente”.
POR OSWALDO BARRERA FRANCO
¿Será febrero el mes más retraído de todos? No lo parece. Vamos, tengo claro que un periodo del año no tiene sentimientos, por más que nos lo quieran vender así, pero sí puede influir en los de quienes vemos en este peculiar mes una locura que hemos aceptado por generaciones como parte de un refrán popular. Claro que dicho refrán parte de las peculiaridades del clima que, al menos en varias regiones de México, hacen de febrero un mes impredecible en muchos sentidos, con sus lluvias espontáneas, ventarrones polvorientos, madrugadas heladas y calores vespertinos de casi 30 grados en los últimos años, pero aún falta ver qué otras sorpresas y particularidades tiene febrero para nosotros.
Esta locura, más allá de los afectos que se comercializan en tiendas y películas por el 14 de febrero, es evidente en muchas de las situaciones que nos hacen ver al mes más corto del año, con apenas una magra compensación cuatrienal que ni siquiera lo equipara en duración con los demás meses, como un tiempo de tránsito entre las fiestas de fin de año y el inicio de la ansiada primavera, manifestado con el anuncio de la floración de las jacarandas y la desaparición de las deliciosas mandarinas por una buena temporada. Fuera de los obligados tamales de la Candelaria y los chocolates para el día de san Valentín, junto con alguna ceremonia cívica en honor de la bandera mexicana, para muchos no se ve en el horizonte otros motivos de celebración en febrero, hasta que nos fijamos mejor.
Hasta no hace mucho, en febrero todavía podíamos disfrutar días frescos en los que salíamos bien abrigados y optábamos por bebidas calientes para acompañar nuestras citas, románticas o amistosas, y conmemorar el llamado “mes del amor y la amistad”. Ahora, no es raro que esas citas se acompañen de un cerveza bien fría o algún coctel que refresque las tardes calurosas que arrancan incluso antes que los primeros días del mes, dedicados todavía a los mencionados tamales y el atole como último vestigio del frío, las fiestas decembrinas y la rosca de reyes.
Pareciera que, ante este panorama, febrero tiene algunos aspectos en contra. De entrada, fue despojado vilmente de dos días por capricho, o locura también, de dos emperadores romanos con egos acordes con su estatura de césares. ¿Por qué esa saña con el pobre mes que se encuentra apenas a mitad del invierno? Quizá por eso mismo, para dar la sensación de que el periodo invernal se acorta y, en cambio, se enaltece el augusto verano. Y, sin embargo, no podemos ignorar las implicaciones que trae consigo el origen del nombre de este mes, en honor del dios romano Februus, deidad de los muertos y la purificación.
Es posible que dicha referencia a la purificación haga de febrero el mes en el que comienza una renovación dirigida a resarcir esa locura que lo estigmatiza. De forma curiosa, para la religión católica en particular, suele ser febrero cuando da inicio la Cuaresma, con su penitencia, ayuno y abstinencia, relacionados precisamente con la purificación del espíritu. Es momento, para muchos, de prepararse para esa renovación que tomará 40 días, luego del desfogue carnavalesco que la antecede y que es parte, a su vez, de un arrebato manifiesto de la carne y los excesos. Hay coincidencias que uno no puede pasar de largo si se pretende explicar algo de la locura febrerina.
Vayamos más lejos, admito que con cierto atrevimiento, y pongámonos en plan esotérico. En la astrología, febrero corresponde en su mayor parte al signo de Acuario, aquel relacionado con una revolución en el sentido más amplio de este término, cuyos exponentes suelen considerarse personas creativas, de una gran imaginación, independientes y espontáneas, y quienes, aunque a veces introvertidas, se consideran muy empáticas y leales. Bien ayudaría esta aproximación zodiacal para destacar a febrero como el mes dedicado al amor y la amistad, más allá de nuestro escepticismo. Sin embargo, no pretendo basarme en conjeturas que sólo tienen como fundamento el movimiento de los cuerpos celestes y su supuesta influencia sobre nuestras muy terrenales existencias, faltaba más.
Así que, en un plan más serio y desde otra perspectiva, la locura de febrero supera su aparente contrición por ser el mes de mediados del invierno, fuera de las festividades navideñas y aún lejos de la esperada primavera, y aquel que sufrió la vejación de dos emperadores para dejarlo como el más corto del año. Por lo visto, febrero ha superado todas esas adversidades y nos recuerda que el tamaño no importa cuando se trata de marcar un cambio y hacer que la locura, sea amorosa, carnal, ideológica o climática, se manifieste libremente para recordarnos que seguimos disfrutando este plano existencial, a expensas de todas sus excentricidades.