SALDOS Y NOVEDADES / Regresar a la felicidad
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Joaquín Sabina. Foto: Antonio Cruz / Cuartoscuro
“Joaquín Sabina ya está viejo, el escribidor, también. Ambos conocen la conseja sobre los momentos felices, pero regresan a donde lo fueron”.
POR GERARDO GALARZA
Para Diana Paulina, hija, por siempre y esta vez por lo boletos para el concierto de despedida de Joaquín Sabina.
Los miembros de nuestras generaciones creemos, por consejo de Joaquín Sabina, que no debemos regresar al lugar o lugares donde hemos sido felices, so pena de sufrir una gran decepción.
El Flaco de Úbeda, quien anda de gira de retiro a sus 76 años, canta en Peces de ciudad:
En Comala comprendí/Que al lugar donde has sido feliz/No debieras tratar de volver.
En realidad el poema que proclama la esencia de esa conseja es de Félix Grande (1937-2014), español hijo de republicanos, crítico literario, guitarrista de flamenco y experto en ese arte, pero sobre todo poeta, marido de poeta y padre de hija poeta, quien escribió:
Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción subterránea, ruina.
Si la felicidad te la dio una mujer
ahora habrá envejecido u olvidado
y sólo sentirás asombro
-el anticipo de las maldiciones.
Si una taberna fue, habrá cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincón se habrá ocupado
con intrusos fantasmagóricos
que con su ajeneidad, te empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del urbano progreso
tu cadáver diseminado.
No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinando.
Mas sabes que la dicha es como un criminal
que seduce a su victima
que la reclama con atroz dulzura
mientras esconde la mano homicida.
Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal, girarás errabundo
alrededor del desastre entrañable
como girase un perro ante la tumba
de su dueño… su dueño… su dueño…

En alguna entrevista, Joaquín Sabina, -acorde con Félix Grande-, explicó que: “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver, porque el tiempo no perdona, y lo que fue ya no es, por más que lo busques. Volver a ese sitio con la esperanza de revivir lo que sentiste es como querer atrapar el humo con las manos: imposible y frustrante.”
Pero, qué se le va a hacer, uno no entiende por más que se lo repitan. Ni el propio Joaquín Sabina, que ya está viejo y eso lo sabe él y sus fans, y contra su propio consejo regresa a los lugares donde fue feliz: su gira de despedida inició en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México donde hace unos 40 años inició su carrera internacional.

Este escribidor debe contar que llegó tarde a Sabina. Fan heterodoxo y más (¡ay güey!) de Joan Manuel Serrat, Sabina fue, en sus inicios, no uno más, sino menos que Alberto Cortez, Patxi Andión, Miguel Ríos, Luis Eduardo Aute o Carlos Mejía Godoy y los de Palacagüina, Les Luthiers o La Trinca con su Novia Pechugona y mil más en su panteón personal, ya no se diga del paisano José Alfredo Jiménez o Juan Gabriel o Armando Manzanero, grandes entre los más grandes, (de la A de Antonio Aguilar hasta la Z de Zucchero, pasando por la B de Bach, Beethoven o The Beatles, la C de Credence Clearwater Revival; Mike Laure y sus Cometas, o la S de las Sonoras Santanera y Dinamita, Rigo Tovar también, Eric Clapton y Eric Burdon y The Animals,¡vamos! de todas las letras del abecedario, de todos aquellos que tocan y cantan alguna canción, exceptuado, -que quede muy claro-, el rap, le reguetón, los corridos tumbados y los narcos corridos).
Si el recuerdo no falla, la primera canción de Sabina memorable para mí fue Quién me ha robado el mes de abril… y un buen fan de él debe reírse a carcajadas; tiene razón.
Resultó que Serrat cantaba a la par que Sabina, y ambos al bardo de Dolores Hidalgo, Guanajuato: Un mundo raro y Llegó borracho el borracho, respectivamente, entre otras.
Entonces me atrajeron sus canciones y hasta contagié a mi Sonia Elizabet, quien decía que de Joaquín no le gustaba su “machismo y su descaro”, pero que tatareaba sus letras por lo bajito, tratando de que no me diera cuenta, incluso aquellas que hablan de infidelidades. “¡Qué poca madre!”, se interrumpía a sí misma cuando por lo bajito cantaba Y sin embargo.
Y por esos tiempos, un taxista, en Puerto Vallarta a la media noche, afirmó con toda seguridad que Noches de boda era una canción de José Alfredo: “¿de quién más?” nos dijo, cuando le preguntamos si sabía de quién era el autor.

Y entonces me hice fan de Joaquín Sabina. Fue toda una época que significa mucho para quienes la vivieron y quizás muy poco para quienes hoy no tienen referencia alguna: La era de la lucha por la democracia (en México y en muchas partes del mundo), la conclusión de los años sesenta y setenta del siglo pasado: la luchas de los jóvenes, blancos y negros y cualquier otra condición que no eran políticamente correctas; de los ciudadanos… que por lo menos en México desde hace años de nada sirvieron. En fin. Sin ninguna duda, habrá quien las reivindique más tarde que temprano o al revés.
Una de las mejores amigas de Sonia y del escribidor, periodista ella, Raquel Peguero nos dijo que se negaba a ir a los conciertos de despedida de Serrat y Sabina, de los que ella también es profunda admiradora, porque prefiere recordarlos en sus mejores tiempos, jóvenes y no achacosos.
Raquel tuvo y tiene razón, porque ella sigue siendo joven. Y Sabina y el escribidor también, contra lo que ella diga.
La única explicación del escribidor es que también ya está viejo y quiere junto con Sabina regresar a los lugares en que fue feliz. Con Serrat no pudo porque su despedida en México ocurrió, hace tres años, cuando a la Sonia se le ocurrió morirse…
Y sí, la voz de Joaquín Sabina ya es peor que aguardientosa, según decimos los mexicanos. Ya no tiene la figura del Flaco; es un viejo, que no anciano; representa, nos representa, a las generaciones que estamos entregando a nuestros descendientes un mundo peor del que recibimos, pese a las luchas que se dimos en todos los ámbitos. No nos alcanzó par más o no supinos defender lo ganado; ya qué.
No hay más que decir: Lo niego todo, incluso la verdad. Ustedes lo comprenderán. No es fácil asumir este nuevo mundo, el del regreso a aquel del nunca más, vociferado frente al que hoy regresa, el de la antidemocracia….
Joaquín Sabina ya está viejo, el escribidor, también. Ambos conocen la conseja sobre los momentos felices, pero regresan a donde lo fueron.
Y entonces hay que decir que Félix Grande ya lo advertía: Sabes que volverás/porque la dicha consistió en marcarte con la nostalgia, convertirte/la vida en cicatriz; y si has de ser leal, girarás errabundo/alrededor del desastre entrañable/como girase un perro ante la tumba/ de su dueño… su dueño… su dueño…
Y uno sabe que la mujer, los amigos, la cantina, el barrio… ya no son de los de entonces, pero siguen siendo los mismos y uno los va a buscar, aunque no lo encuentre y, peor, sabiendo que no los va a encontrar, pero ahí están… aunque sean de humo.
La nostalgia, pues. Pero, así se regresa a la felicidad, así sea para cantar y bailar, con todo, el último vals o los que falten.