Ciudad de México, junio 2, 2025 04:10
Ciudad de México Movilidad

Ponen freno a ‘scooters’ y bicis eléctricas… pero las banquetas siguen fuera de control

Si se prohíbe el scooter en la ciclovía solo para premiarlo con el espacio peatonal, será peor el remedio que la enfermedad.

POR STAFF / LIBRE EN EL SUR

Después de años de omisiones, finalmente las autoridades capitalinas han hecho lo que era de sentido común desde el inicio: prohibir el uso de monopatines eléctricos —mejor conocidos como scooters— y bicicletas eléctricas en las ciclovías exclusivas para bicicletas convencionales. La noticia fue dada a conocer el 27 de mayo por El Universal, medio que detalló que a partir de esa fecha se restringe la circulación de estos vehículos en las ciclovías segregadas, como las de Insurgentes, Reforma, División del Norte o Félix Cuevas.

Era una medida largamente esperada, exigida por ciclistas y peatones, pero que se fue posponiendo sin explicación mientras aumentaban los accidentes, el caos y la confrontación entre usuarios. Lo que fue diseñado como una red de seguridad para quienes pedalean, se convirtió en una trampa ante la permisividad con que se permitió el ingreso de vehículos motorizados sin control, sin reglamento específico y, en muchos casos, sin conciencia alguna de convivencia vial.

De acuerdo con la nota firmada por César Romero en El Universal, la Secretaría de Movilidad (Semovi) dispuso que scooters y bicicletas eléctricas deben circular por la calle, en el mismo sentido del tránsito vehicular, y no podrán hacerlo en ciclovías físicamente protegidas. El gobierno justificó la decisión alegando que estas vías no fueron diseñadas para vehículos con motor auxiliar, cuya velocidad, peso y maniobrabilidad representan un riesgo para el resto de los usuarios.

Y no les falta razón, pero tardaron años en asumirla. Durante todo ese tiempo, quienes usaban bicicleta convencional fueron rebasados, literalmente, por repartidores en bicis de alto torque, turistas en scooter sin frenos o adolescentes zigzagueando sin noción del peligro. En Insurgentes y Reforma, la tensión era constante. El discurso oficial de “movilidad sustentable” funcionaba más como coartada que como política pública.

Es importante precisar que la medida no aplica para ciclovías pintadas sobre la vía vehicular compartida, como las de Revolución o Eje 3 Sur, donde scooters y bicis eléctricas pueden seguir circulando. Y ahí surge un nuevo sinsentido: ¿es más seguro mezclarlos con autos y camiones? ¿Cuál es la lógica de protección que inspira esta excepción? Otra vez, las reglas se escriben a medias.

Y si bien esta decisión representa un paso necesario para proteger a los ciclistas, queda intocado el otro gran desastre de la llamada micromovilidad: las banquetas.

Ahí, donde transita la vida cotidiana —niños, abuelos, madres con carriola, personas con discapacidad—, el caos sigue sin control. En la Roma, la Condesa, el Centro o cualquier colonia con tráfico peatonal, las banquetas están invadidas por scooters tirados como si fueran ramas muertas, bicicletas eléctricas mal estacionadas en rampas o esquinas, y usuarios desplazándose entre peatones como si fueran dueños del espacio. Todo esto ocurre en completa impunidad, mientras la Semovi guarda silencio y las alcaldías hacen mutis.

Las banquetas, ya de por sí insuficientes, se han convertido en pistas improvisadas sin reglas, sin límites y sin vigilancia. No hay sanción para quien obstaculiza el paso ni para quien circula a velocidad entre personas. El supuesto impulso a la movilidad alternativa ha sido, en este caso, una excusa para abdicar del orden público. Porque la verdadera movilidad sustentable empieza por caminar sin miedo.

La ciudad sigue en deuda con su población más vulnerable: los peatones. No basta con ordenar el carril protegido si se permite el desmadre en la banqueta. Porque si se prohíbe el scooter en la ciclovía solo para premiarlo con el espacio peatonal, será peor el remedio que la enfermedad.

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