La sotana y sus significados: Vestir lo sagrado entre el papa, cardenales, párrocos y monaguillos

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Durante el cónclave, los cardenales usan la sotana negra con botones y fajín rojos, a diferencia del rojo cardenalicio que portan en ceremonias oficiales
La sotana es una prenda ajustada al cuerpo, con 33 botones (uno por cada año de vida de Cristo), y a menudo se complementa con el ferraiolo (una capa ceremonial), el solideo, la muceta y el anillo pastoral.
STAFF / LIBRE EN EL SUR
Mientras decenas de cardenales se preparan para ingresar a la Capilla Sixtina y votar por el próximo Papa, lo harán vestidos con sotana negra, fajín rojo y manteleta carmesí. El rito del cónclave, revestido de simbolismos, nos recuerda que en la Iglesia Católica, como en pocos ámbitos, la vestimenta no solo cubre el cuerpo: reviste de autoridad espiritual, refleja jerarquía y comunica tradición.
La sotana, cuyo nombre proviene del italiano sottana (literalmente, “ropa interior”), ha sido durante siglos la prenda distintiva del clero secular. Aunque su uso cotidiano ha disminuido —particularmente tras el Concilio Vaticano II—, sigue siendo obligatoria en ciertos actos litúrgicos, y su color, detalles y complementos indican el rango del portador dentro de la jerarquía eclesiástica.
La sotana tradicional es negra para los sacerdotes y seminaristas. Para los obispos, incluye ribetes, botones y fajín púrpura, y en el caso de los cardenales, estos detalles son rojos, como signo del martirio simbólico que estarían dispuestos a sufrir por la fe. El Papa viste sotana completamente blanca, costumbre adoptada desde Pío V, el dominico que no quiso abandonar su hábito conventual al ascender al trono pontificio.
En todos los casos, se trata de una prenda ajustada al cuerpo, con 33 botones (uno por cada año de vida de Cristo), y a menudo se complementa con el ferraiolo (una capa ceremonial), el solideo, la muceta y el anillo pastoral.
En las parroquias, los párrocos y vicarios pueden optar por sotana, aunque hoy es más habitual que celebren misa con alba blanca y estola del color litúrgico correspondiente. Los diáconos, por su parte, usan estola cruzada sobre el hombro izquierdo, y en celebraciones más solemnes, dalmática.
Los monaguillos, niños y jóvenes que asisten en el altar, llevan una sotana negra o roja, cubierta por una sobrepelliz blanca (de encaje o lino). El contraste cromático entre la sobriedad del negro o el rojo y el blanco de la pureza tiene aquí un carácter didáctico y simbólico: enseñar desde el atuendo la separación entre lo cotidiano y lo sagrado.
Durante siglos, vestir sotana era obligación canónica. Pero desde el siglo XX, especialmente tras el Vaticano II, se flexibilizó el uso. Hoy muchos sacerdotes optan por trajes clericales (pantalón y camisa con cuello romano) y reservan la sotana para eventos litúrgicos o formales. Algunos movimientos conservadores abogan por su recuperación como forma de distinguir al clero del mundo secular, mientras otros lo ven como signo de clericalismo o distanciamiento del pueblo.
La elegancia del rito: los cardenales en cónclave
Durante el cónclave, los cardenales usan la sotana negra con botones y fajín rojos, a diferencia del rojo cardenalicio que portan en ceremonias oficiales. Tras la elección, el nuevo Papa se presenta al mundo con una sotana blanca recién confeccionada: se preparan tres tallas distintas antes del cónclave por si acaso.
En esa transición del negro al blanco, de lo humano a lo pontificio, la sotana se vuelve testigo mudo de un momento histórico. El hábito no hace al monje, pero en la Iglesia, muchas veces lo revela.
Un repaso por la historia y los tocados del poder sagrado
La sotana, tal como hoy la conocemos, se consolidó entre los siglos XVI y XVII. Fue Pío V (1566-1572), el Papa dominico que canonizó el uso del blanco en el trono papal, quien fijó varias formas del atuendo clerical. Con el paso de los siglos, la Curia romana acentuó la uniformidad, pero también la teatralidad barroca, introduciendo variantes como la capa magna.
Sobre la cabeza, los prelados pueden portar varios tipos de tocados. El solideo (de “solo Dios”, por dejar descubierta la coronilla) es una pequeña gorra con significado jerárquico: blanco para el Papa, rojo para cardenales, púrpura para obispos, negro para sacerdotes. También existe la birreta, con picos y borla, tradicionalmente usada en actos académicos o ceremoniales. En tiempos pasados, incluso se utilizaba el capelo cardenalicio, un gran sombrero rojo hoy en desuso.
Sotanas singulares: entre el barroco y los pueblos originarios
A lo largo del tiempo, algunos papas y obispos han llevado sotanas con bordados complejos, capas de terciopelo y orlas doradas. Juan Pablo I, en contraste, optó por una vestimenta más sobria. Benedicto XVI recuperó detalles tradicionales como el camauro (un gorro rojo de invierno) y los zapatos rojos.
En América Latina, algunos obispos han incorporado en sus vestiduras detalles indígenas o colores vinculados a los pueblos autóctonos, como símbolo de inculturación del Evangelio. Estas prácticas, que en ocasiones han generado controversia, buscan expresar una Iglesia “con rostro local”. La sotana entonces se convierte en lienzo de identidades: mestiza, evangelizadora, contradictoria.
El simbolismo de estas prendas no está solo en la tela, sino en lo que significan: autoridad, humildad, poder, servicio. En tiempos de elección papal, volver la vista hacia la vestimenta no es frivolidad, sino una forma de leer los signos de una institución anclada en la historia, pero enfrentada al presente.