Ciudad de México, abril 20, 2024 06:20
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Una fantasía mudéjar en pleno Mixcoac

Pocos saben que la singular casona blanca ubicada en avenida Revolución y Rubens, donde actualmente funciona el Bulldog Café, se cuenta entre los edificios más importantes de la ciudad de México por sus características arquitectónicas que le valieron ser la primera edificación de la Delegación Benito Juárez que fue catalogada por el INBA, en febrero de 1997, entre los Monumentos Históricos Inmuebles de la capital del país.

Pero más allá de su insólita arquitectura mudéjar, esta centenaria construcción tiene una historia asombrosa, que la convierte en un emblema del viejo barrio de Mixcoac. Historia que comienza allá a finales del siglo XIX, cuando don Francisco de Asís Serralde, prominente abogado del porfiriato, adquirió un solar de 10 mil metros cuadrados en lo que entonces era el alineamiento de la calle conocida como Parador Nonoalco, que unía a éste con el pueblo de San Ángel, y decidió construir ahí una casa que no se pareciera a ninguna otra. La construcción tardó más de 10 años y finalmente fue terminada en 1903.

La Casa Árabe, como se le conoce desde entonces, estaba destinada a convertirse en un lugar mítico y mágico, características que en buena parte conserva hasta la fecha. El proyecto original consideró un rectángulo de 21 por 35 metros, tomando módulos de siete por siete metros, que nos ubican en las filosofías de la arquitectura islámica, donde el 7 se consideraba un número espiritual por que unía las tres dimensiones del mundo terrestre con los cuatro puntos cardinales del universo. En el plano original consta de un sótano, planta baja y un segundo nivel a una altura de 6.34 metros sobre nivel de banqueta. Los acabados son: en pisos, duela de madera de encino; en muros, aplanados a base de mezcla de cemento, arena y cal; en plafones existieron mantas de cielo. En fachadas, los acabados presentan aplanados de mezcla cemento, cal y arena, recuadros y molduras de la misma mezcla, con tipología árabe; las ventanas de madera de pino entableradas con marcos formados por arcos tipo herradura y moriscos, soportados con columnas forjadas en tabique con capiteles tipo corintio.
El proyecto se atribuye al un ingeniero de apellido Olaeta, esposo de la hermana del abogado Serralde, quien durante varios años vivió en África del Norte, Medio Oriente y España, de donde surge la influencia mudéjar del inmueble.

Una bien ganada fama como litigante en los tribunales y las relaciones con Porfirio Díaz trajeron para el abogado Serralde y su familia una época de bonanza. Pronto se construyeron el frontón, plazas privadas, una reproducción de quiosco morisco de Santa María la Ribera, caballerizas, zoológico, un pequeño ruedo, el minarete –torre de las mezquitas– y un cine que era la atracción y envidia de todo México, el cual fue consumido por el fuego en 1924, y al poco tiempo reconstruido. Célebre era el trenecito eléctrico en miniatura que corría por una maqueta a escala en la que había montañas, túneles, puentes, poblaciones, bosques y todo lo imaginable, que era la delicia de los chiquillos del barrio que asomaban por la reja que daba hacia la actual avenida Revolución. El ruedo taurino era centro de reunión de personalidades políticas, sociales e intelectuales de la época; los salones, el carrusel mecánico para los niños, los jardines y estanques, el abolengo… todo un icono del positivismo porfirista. La construcción perteneció a los Serralde durante tres generaciones. La segunda poseedora del inmueble fue la señora Guadalupe Acosta de Serralde, conocida también al mejor estilo de principios de siglo XX como “Mamá Pita”. Fue en los últimos años de la década de los cuarenta, cuando el ayuntamiento decidió la traza que llevaría la avenida Revolución a cuatro carriles. Para ello sería necesaria la demolición de una crujía completa, que representaba prácticamente la mitad de la casona. La familia Serralde, ya sin don Francisco recientemente fallecido, nada pudo hacer para evitar la destrucción, quedando el acceso al inmueble por la calle Rubens número 6, colonia San Juan Mixcoac.

Los años pasaron y la familia Serralde nunca volvió a ser igual. De los 10 mil metros cuadrados con los que contaba la casona en sus años de esplendor, –gran parte de ellos actualmente ocupados por la mega Comercial Mexicana– solo quedaban 880 y una construcción inconclusa, con daños muy severos en su estructura, lo cual denotaba que la familia Serralde se encontraba ya en franca decadencia económica. Intentaron reconstruir el inmueble sustituyendo las áreas demolidas con una crujía; sin embargo, por la falta de recursos jamás se concluyó la rehabilitación de la casona, inclusive el predio se subdividió para su venta y con ello poder subsistir.

Así llega el año de 1996, cuando el inmueble fue adquirido por un grupo de inversionistas con la voluntad de restituir una construcción patrimonial para el uso de un restaurante bar. Comenzó la rehabilitación y la restauración de la finca duró casi un año, a cargo del arquitecto Ricardo Rodríguez. La casa se reconstruyó conservando su estilo arquitectónico mudéjar e inclusive muchos muebles de la casona original y otros más adquiridos en la India. Hasta un mural del artista mexicano Mario Barró, basado en textos del escritor Genaro Laguna, se conserva también a la entrada del recinto..

Totalmente rehabilitado el recinto, el 26 de noviembre de 1997 abre sus puertas al público el D´seo, restaurante bar, para mostrar la historia que se conserva en sus muros. El D´seo resaltaba por el sabor de su arquitectura mudéjar, el “avant gard” de la música, el glamour de fin de siglo, la exclusividad de sus invitados y elegantes eventos. En Diciembre de 1999, los inversionistas cierran el D´seo para llegar a diferentes estratos sociales y de todas las generaciones y no dejar a nadie sin la oportunidad de apreciar y valorar una de las pocas construcciones que prevalecen de la cultura morisca en México. Así es como Bulldog Café llega a la casona en Marzo de 2000, bajo el lema “La Casa del Rock and Roll en México”, con capacidad para mil 500 personas y un concepto totalmente nuevo en la vida nocturna; su mayor característica es dar el primer impulso a las bandas de Rock Nacional. Y así se le devuelve a la ciudad una de las pocas muestras de la arquitectura morisca que nos queda en el país, con el esplendor con el que fue concebido. (Con información de José Manuel Cores y Karina Robles).

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